Hugo nunca imaginó que volvería a ver frente a él a la mujer que desapareció hace cuatro años.
Celia estaba bajo las luces. Tenía un pintoresco monedero en una mano y una copa de vino tinto en la otra. Sus ojos brillaban en medio de su bello rostro. Su bonita nariz desembocaba en unos labios rojos y carnosos que se curvaban en una leve sonrisa. Su cintura era tan esbelta como lo había sido cuatro años atrás. Sus seductoras curvas acentuadas por su vestido de noche oscuro. Su aspecto era perfecto.
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