Capítulo 6 Dando lugar a la creatividad
Como si fueran la misma persona, todos los Lane miraron a Skylar. Ellos pensaban que una pobre don nadie como ella nunca se relacionaría con alguien rico. Por otro lado, Skylar no pudo averiguar las intenciones de Tobías. Mientras tanto, Avery se enfadó, frunciendo el ceño mientras preguntaba:
—¿Quién es el señor Ford y por qué te ha dado una botella de vino?
Skylar levantó las cejas y soltó una carcajada.
—¿Tienes algún problema con eso? ¿Pensabas que no tenía ningún amigo? De todos modos, no te debo una respuesta.
Insatisfecho con su respuesta, Jeremy agarró la muñeca de Skylar, con los ojos brillando de ira.
—¿Con qué clase de gente te has metido? Soy tu novio. ¿Por qué no sabía nada de esto?
Frunciendo las cejas, Skylar le apartó la mano y le espetó:
—¡Ja! ¿Cómo te atreves a cuestionarme? Por lo visto, ¡también hay mucho que no sé de ti!
—¡Esto es diferente! —replicó Jeremy respirando hondo. La verdad era que Skylar estaba muy decepcionada de él, pero no podía reunir el valor para terminar la relación. Necesitaba tiempo para calmarse; así que agarrando su bolsa, se levantó y anunció:
—Disfruten de la comida. Supongo que ya no tendré que molestaros con mi presencia.
Al ver que Skylar estaba a punto de irse, nadie intentó detenerla.
—Te llamaré más tarde —avisó Jeremy con tono seco.
Sin querer parecer grosera, Skylar tarareó una respuesta. Una vez que salió de la habitación, la presa se rompió y las lágrimas cayeron con fuerza por sus mejillas. Incapaz de controlarse, se puso en cuclillas en el suelo y lloró desconsolada. Su mejor amiga, Penélope, tenía razón: Los hombres fieles no existen en este mundo.
Ella había hecho tanto por Jeremy; se suponía que iban a casarse. Al final, invitó a su hermana y la humilló delante de toda su familia. Avery siempre conseguía con facilidad lo que ella solo podía soñar. Ese día no fue diferente, la había mirado con tanto desdén en sus ojos, como si fuera una mera partícula de polvo bajo sus zapatos. Todo lo que acababa de suceder era como un cuchillo que se clavaba en su corazón, y el dolor era insoportable.
Una voz profunda llegó desde arriba de ella:
—¿Por qué lloras cada vez que te veo? Eres tan sentimental…
Skylar levantó la cabeza, mortificada, y su cuerpo se tensó al instante al ver a Tobías.
—No es asunto tuyo. Para que quede claro, tú enviaste esa botella de vino por voluntad propia. No tengo dinero para devolvértela —advirtió con voz temblorosa.
Una vaga sonrisa se formó en los labios de Tobías y respondió:
—Está bien. Podrías pasar una noche conmigo para compensar…
El pánico surgió en el pecho de Skylar cuando escuchó lo que dijo. Su corazón se contrajo con horror, y en ese momento se lamentó aún más fuerte. Sin embargo, Tobías permaneció impasible. Ni siquiera las lágrimas de una mujer podían provocar una reacción en él.
—Sr. Ford...
Avery, que salió de la habitación, apenas podía creer lo que veía. El hombre era, en efecto, Tobías Ford. Un magnate de los negocios que poseía una fortuna que podía rivalizar con la de toda la nación. Ella solo lo vio una vez en una cena de negocios, pero aun así le dejó una profunda impresión. No importaba dónde estuviera, él podía eclipsar todo lo que le rodeaba en un instante y atraer toda la atención.
Para tener la oportunidad de conocerlo en persona, su padre había esperado tres años antes de poder asistir a esa cena de negocios. Y cuando por fin sucedió, Tobías se mostró apático en el mejor de los casos, apenas le dirigió unas palabras a su padre.
«¿Qué hace Skylar con Tobías Ford? Son como agua y aceite…» se preguntó.
—Sr. Ford, ¿se acuerda de mí? No hace mucho tiempo, estuve en la...
Tobías permaneció inexpresivo mientras cortaba a Avery con actitud brusca:
—No.
Skylar, que seguía agazapada a un lado, no quería que Avery la viera llorar porque eso sería desastroso. Ya tenía suficiente humillación en un día, y que su hermana se burlara de ella sería la gota que colmara el vaso. Apretando los puños, se esforzó por estabilizar sus emociones antes de secarse las lágrimas con las mangas. Entonces, se levantó y se dirigió al lado de Tobías.
—Hoy no me siento bien. ¿Puedes llevarme a casa? —preguntó enlazando los brazos con los de Tobías con toda naturalidad. Por fuera pareció ser muy cercana a él, pero en realidad estaba abrumada por el miedo.
Tobías frunció un poco las cejas. «¿Qué hace esta mujer?», pensó. «Primero, vendió su cuerpo. Luego, fingió ser una mujer casta en el Elysium. Ahora, se aferra a mí de repente». Con ojos del tamaño de balones de fútbol, la mandíbula de Avery se aflojó mientras la señalaba.
—Skylar, ¿conoces al Sr. Ford?
Skylar miró a Tobías, notando la mirada sombría en sus ojos. No parecía estar muy feliz con eso. Armándose de valor, le soltó el brazo y entrelazó sus manos con las de él justo delante de Avery.
—Supongo que se puede decir que somos bastante cercanos...
Captando las intenciones de Skylar, Tobías afirmó despreocupado:
—Iré por el coche.
Skylar se aferró a él como si fuera su último salvavidas, y se fueron juntos. Antes de irse, al ver que Avery se ponía morada de rabia, sus frustraciones reprimidas al fin empezaron a disiparse. Consiguió defender su última pizca de dignidad.
En la entrada del hotel, Skylar soltó la mano de Tobías de inmediato. Sintiéndose en deuda con él, le dijo con voz tímida:
—No hace falta que me lleves a casa. Tomaré el autobús.
Tobías estudió en silencio a esa menuda dama de muchas caras antes de hablar con un toque de desprecio en su voz:
—¿Así que me descartas después de haberme utilizado?
Skylar se mordió el labio inferior, diciéndose a sí misma que ese hombre era un problema y que debía mantenerse lo más lejos posible de él. Sin responder, se dio la vuelta para marcharse. Pero Tobías fue demasiado rápido, ya que levantó su brazo para bloquearla. Ella cerró los ojos, pensando que tal vez ir al infierno no era algo tan malo, ya que eso significaba que no tendría que ver la cara de ese hombre.
—Te he dado tres millones, ¿pero todavía tienes que tomar el autobús? ¿Te has gastado todo el dinero?
Al oír eso, las pestañas de Skylar se agitaron un poco. Hasta ese momento, Tobías parecía un hombre recto. Empezó a preguntarse si ese cheque era, de hecho, real.
—¿Dónde está tu coche? —preguntó Skylar con tono audaz, planeando descubrir la verdad en ese momento. Estaba empeñada en descubrir al verdadero mentiroso.
Tobías le indicó que le siguiera y ella le siguió hasta el aparcamiento subterráneo. En cuanto llegaron, vieron a una joven pareja que se besaba con pasión contra un pilar cercano. Se besaron como si fueran las únicas dos personas en el mundo, pareciendo que estaban a un paso de arrancarse la ropa el uno al otro y hacerlo en ese mismo momento. De hecho, la ropa de la mujer ya estaba medio desabrochada, dejando al descubierto su hermoso pecho.
Skylar estaba tan avergonzada que un rubor le subió por el cuello hasta las mejillas. Los recuerdos de aquella noche afloraron en su mente. El beso que ella y Tobías compartieron fue aún más intenso que el de la pareja. Él la había dejado sin aliento aquella noche, besándola y mordiéndola tanto que pensó si era del todo humano.
—¿Ya estás excitada? —preguntó. La voz del hombre era baja y sexy.
Skylar miró la expresión indiferente de su rostro al escuchar lo que dijo. «Este hombre no es más que un lobo con piel de cordero», pensó.
—¡Pervertido! —se quejó.
Tobías rio despacio. Aunque su sonrisa no le llegaba a los ojos, era suave y parecía derretir el aura frígida que le rodeaba. Sin dudarlo, ella se subió al asiento trasero del Maybach negro. Pero él señaló el asiento del pasajero delantero y dijo:
—Siéntate delante.
—Olvídalo. Prefiero sentarme atrás —rechazó ella en tono vigilante. Tobías le lanzó una fría mirada a través del espejo retrovisor.
—¿Te gusta sentarte atrás? Bueno, yo disfruto haciéndolo atrás. Hay mucho más espacio para ser creativo. Así que depende de ti dónde quieras sentarte.