Capítulo 4 ¿También eres mesera aquí?
Hospital Ciudad del Norte.
Skylar salió del trabajo temprano por la mañana y se dirigió al hospital sin haber dormido. Sus ojeras eran tan pronunciadas que ni siquiera su base de maquillaje conseguía disimularlas. Después de pagar la cuenta de Jeremy, se apresuró a subir. La situación no era tan grave como había pensado, y el médico dijo que podría recibir el alta pronto.
Su vida podría por fin volver a su cauce normal. Si seguía trabajando como un perro, un día podría morir de agotamiento mientras estaba en su vivienda alquilada.
Cuando llegó, Jeremy estaba sentado en la cama del hospital, explorando las funciones de su nuevo teléfono. El color había vuelto a sus mejillas, e incluso había ganado algo de peso. Su complexión era mucho mejor que antes, hasta parecía irónico que ella se viera peor que él. Cuando vio entrar a Skylar, se apresuró a meter su teléfono recién comprado en el bolsillo de su bata.
—Entonces, ¿qué hiciste anoche?
Skylar llevó un recipiente lleno de carne asada que había cocinado una hora antes. Luego le dio un par de cubiertos a Jeremy, quien se quedó atónito al escuchar su pregunta. Hurgando en el asado para ocultar su culpa, murmuró:
—¿Qué otra cosa podía hacer? Por supuesto que estaba acostado aquí. ¿Por qué lo preguntas?
Skylar se mojó los labios pálidos, pareciendo más un paciente que el hombre en su lecho frente a ella.
—Jum... Te contaré una historia graciosa: alguien te vio comprando un bolso Hermes para una chica. Sabía que se equivocaba.
Temiendo que Skylar le descubriera, Jeremy le dedicó una sonrisa tensa y dijo:
—Jaja... ¿Hermes? Me halagas, nena. No soy tan rico.
A través de la ventana, el sol de la mañana se filtraba y bañaba su rostro juvenil con un brillo dorado que complementaba su sonrisa brillante y amable. Ella se quedó aturdida por un momento antes de levantar las cejas. «Es cierto. ¿De dónde sacaría Jeremy esa cantidad de dinero?», analizó. Ella lo sabría, ya que solo le había obsequiado un bolso desde que empezaron a salir.
Y para ser sinceros, llamarlo «bolso» era una exageración. Al fin y al cabo, estaba hecha de retales reciclados y pegados con cinta adhesiva por todas partes, a lo que Jeremy afirmó que lo había comprado en el mercadillo. A pesar de ello, ella lo había compartido en sus redes sociales, sintiéndose orgullosa.
—De todos modos, el médico ha dicho que puedo ir a casa la semana que viene. No esperaba recuperarme tan rápido —comentó Jeremy después de terminarse la carne asada.
En realidad, Skylar había preparado dos raciones porque fue con prisa y no tuvo tiempo de comer. Al ver el recipiente vacío, suspiró resignada. Jeremy siempre había sido así de desconsiderado. Después de tantos años, se había acostumbrado a ello. Se apartó los mechones de pelo de la cara y dijo:
—Qué bien. Es mejor descansar en casa que en el hospital. Vaya, no puedo creer que por fin hayamos superado este obstáculo…
«I’m blue, da-ba-dee da-ba-daa... da-ba-dee da-ba-daa...» De repente, el teléfono de Jeremy empezó a sonar en su bolsillo. Sus ojos se dirigieron a Skylar y se levantó de golpe diciendo:
—Necesito ir al baño.
Sin embargo, ella levantó la mano y le bloqueó el paso. Jeremy la miró con sorpresa mientras la culpa y el temor aumentaban en él a cada segundo que pasaba.
—Oye, ¿por qué me bloqueas? Necesito orinar.
Al salir de su asombro, Skylar bajó la mano apurada, culpando a Tobías de sus nervios. «Estoy segura de que Jeremy nunca respondería a la llamada de una mujer a mis espaldas. Tenemos una relación sólida, una que se construyó a lo largo de los años. Además, ha estado enfermo todo este tiempo, así que es imposible que haya podido cortejar a una chica en su estado», pensó.
Después de empaquetar el recipiente, oyó unos pasos justo al lado de la puerta y levantó la vista para ver a la madre de Jeremy: Pauline Yates. La saludó con obediencia, y no pudo evitar analizarla. Hacía poco que se vieron, pero ahora había una pulsera de oro adicional rodeando su muñeca. A juzgar por su aspecto, el brazalete valía al menos veinte mil.
Skylar dijo despreocupada:
—Hola, señora Lane, ¿cómo está? ¡Oh, vaya, su pulsera es tan bonita! ¿Es nueva?
Al oír eso, Pauline se tiró de la manga para ocultar la pulsera.
—Es falsa. ¿Cómo puedo permitirme comprar una auténtica en nuestra situación actual? Skylar, ¿con quién hablaste la última vez? Era un cheque falso.
Skylar no tenía ninguna explicación para ella, así que solo respondió con tono escueto:
—Ah, era el día de los inocentes, supongo…
Después de eso, Pauline no dijo más, y como no tenían nada de que hablar, la sala se sumió en un incómodo silencio.
Skylar siempre había sabido que Pauline la miraba con desprecio, ya que esperaba que su hijo encontrara una heredera con la que casarse, del tipo que pudiera facilitarles la vida y darles una casa con tres o más dormitorios. Desde luego, no quería que su hijo se casara con una mujer abandonada por sus padres, por no hablar de una que seguía compartiendo el alquiler con otra persona.
En ese momento, el teléfono de Skylar sonó, y el tono de llamada atravesó la incómoda atmósfera. Tomó la llamada y le informaron de que tenía que ir a una audición. Sin tiempo que perder, no esperó a que Jeremy saliera y le informó a Pauline:
—Sra. Lane, me tengo que ir. Ayúdeme a decirle a Jeremy que he ido a una audición.
Pauline tenía una expresión distante en su rostro, actuando como si no la hubiera escuchado. No obstante, Skylar estaba acostumbrada a esa actitud, así que no se lo tomó a pecho y se fue de inmediato.
Pauline suspiró y refunfuñó:
—¿Cómo se enamoró mi hijo de ti? ¿Audición? De seguro es para una criada o un extra. ¡Jum!
En ese momento, Jeremy salió del baño y se encontró con que Skylar no estaba y su madre murmuraba para sí misma, diciendo con tono de disgusto:
—Esa chica, Skylar, sí que es una mocosa maleducada. No tiene modales, siempre pone cara larga cuando me ve. No se habrá enterado de lo del cheque, ¿verdad?
Con una sonrisa de satisfacción, Jeremy respondió a su madre:
—Teniendo en cuenta su nivel de inteligencia, ¿cómo podría? Pero tengo curiosidad. ¿De dónde sacó ese cheque? Es difícil creer que alguien como ella haya podido reunir tres millones por su cuenta.
Pauline admiró el brazalete de oro que adornaba su muñeca y le aconsejó:
—A quién le importa eso... Aguanta a Skylar por ahora, al menos hasta que te den el alta. ¿Quién sabe? Tal vez buscó la ayuda de su familia. Después de todo, tres millones no son nada para sus padres.
Jeremy levantó la manta y volvió a meterse en la cama.
—No, no creo que sea de los Jones. Nunca la reconocerían como su hija. Me he dado cuenta de eso hace mucho tiempo.
Mirando hacia su hijo, Pauline sonrió, lo que hizo que las arrugas de su rostro fueran más prominentes.
—Como he dicho, no me importa de dónde ha sacado el dinero. Después de pagar tu tratamiento, aún quedan más de dos millones. Tendré que encontrar una buena chica para que te cases de inmediato. No creo que tú y Skylar hagan buena pareja.
Jeremy guardó silencio, dando su consentimiento. Así, el día de su alta llegó en un abrir y cerrar de ojos.
Mientras tanto, Skylar salió del set para quedarse bajo la deslumbrante luz del sol. Bajo su brillante resplandor, su piel blanca parecía resaltar aún más. Se puso un par de gafas negras que ocultaban la mitad de su pequeño rostro y llamó a un taxi para ir al hotel Four Seasons. Para celebrar el alta de Jeremy en el hospital, los Lane agasajaron a algunos invitados invitándolos a una comida allí, gastando una media de dos mil por cabeza.
El hecho de que pudieran permitírselo hizo que la sospecha de Skylar se disparara a los cielos: «¡Ni siquiera podían pagar los gastos médicos de Jeremy! Entonces, ¿de dónde sacaron tanto dinero?», pensó. Se paseó por el vestíbulo del hotel, pero al no encontrar la habitación privada que su novio le había mencionado, estuvo a punto de llamarle para que fuera a recogerla. De repente, una profunda voz masculina llegó desde atrás, golpeándola como un balde de agua fría:
—Bueno, bueno, mira quién está aquí. Ni siquiera ha pasado tanto tiempo, ¡pero aquí nos encontramos de nuevo! Esta vez, ¿también está aquí como mesera, señorita Jones?
«Bueno, si es el mismo diablo... Ah... ¡Voy a morir!» se dijo Skylar. Podía recordar esta voz incluso dormida. Entonces, se dio la vuelta y se encontró cara a cara con Tobías. Iba vestido con un traje, exudando un aire tan dominante como siempre; con una tierna sonrisa que hacía juego con su tono condescendiente.
Su sonrisa no la hizo entrar en calor. En cambio, un escalofrío de inquietud le recorrió la columna vertebral. En ese momento, solo había una palabra que se repetía en la mente de Skylar: ¡Corre!