Capítulo 2 No sabía que era tuya
Elysium era el club nocturno más lujoso de Ciudad A, y funcionaba con un sistema de socios. Los que iban allí eran asquerosamente ricos o demasiado poderosos; cada uno de ellos con un valor neto de decenas de millones. Skylar siempre había mirado con desdén lugares como ese, y nunca pensó que un día caería tan bajo por dinero.
Siendo tan ingenua, de verdad pensó que Tobías Ford era un hombre generoso, dándole tres millones cuando ella solo había pedido trescientos mil. Esa cantidad la ayudaría a resolver su emergencia financiera. Por eso, cuando Jeremy le dijo que el cheque era falso, la cabeza le dio vueltas mientras el mundo a su alrededor se derrumbaba.
En efecto, el mundo era un lugar siniestro; ¡la habían estafado!
En cuanto a los honorarios de la operación de Jeremy, su familia había conseguido reunir el dinero suficiente. Skylar estaba desconcertada por saber de dónde los Lane habían sacado el dinero, ya que fueron ellos los que le rogaron que ella lo consiguiera en primer lugar. Además, su futura abuela política le informó de que no podían permitirse los gastos de rehabilitación de Jeremy tras la operación y que necesitaban su ayuda. Dichas sesiones costaban al menos cien mil al mes. Y una simple joven como ella apenas podía reunir una décima parte de esa cantidad.
—Skylar, apúrate. La habitación 301 ha pedido una botella de As de Espadas. Entra y sirve las bebidas —instó la encargada, Camila Cook, mientras le daba un codazo en la espalda.
La sala 301 era la única sala VIP del Elysium. Sus ocupantes solían ser magnates de los negocios y políticos famosos. Por eso, antes de entrar, Camila le había dicho que hiciera la vista gorda a lo que estuviera ocurriendo dentro.
«¿Hacer la vista gorda? ¿Para qué demonios me ha contratado?», pensó. Un escalofrío recorrió su columna vertebral en el momento en que escuchó la advertencia. En ese momento, Skylar llevaba un maxi vestido blanco y un par de botas de tacón del mismo color. Su rostro estaba al natural, sin siquiera un toque de colorete en las mejillas.
Balanceando una bandeja de bebidas con una mano, presionó el pomo dorado de la puerta y entró en la habitación, con el corazón casi en la garganta. El ambiente dentro de la sala y el de fuera era como la noche y el día; dentro era mucho más tranquilo. También se dio cuenta de que todas las principales bellezas de Elysium estaban allí dentro.
—¿Arrojándote a mí tan pronto? ¿Estás tan ansiosa, bonita dama? —sonó una frívola voz.
Ella mantuvo la cabeza inclinada, tenía tanto miedo de hacer contacto visual con los que estaban dentro de la habitación que se chocó con alguien. Además, la iluminación de la sala privada era demasiado tenue, por lo que no podía ver con claridad hacia dónde se dirigía. Levantó la vista de golpe hacia el hombre con el que se había topado, y observó que tenía unos cuarenta años y una figura regordeta. Llevaba un par de gafas de marco dorado apoyadas en el puente de la nariz, parecía un típico funcionario de gobierno.
Abriendo sus grandes ojos de venado en estado de shock, Skylar se apresuró a disculparse:
—Lo siento, señor. No vi por dónde iba.
El hombre esbozó una sonrisa lasciva y respondió:
—¿Crees que una simple disculpa será suficiente? Solo dime lo que quieres. No uses este tipo de trucos mezquinos conmigo. He visto más que suficiente en mi vida…
Sin decir nada más, el hombre de gafas agarró la muñeca de Skylar y la arrojó sobre el sofá como si fuera una muñeca de trapo. Y después de haber sido maltratada, ella se apuntaló en un frenesí para sentarse. Ese lugar estaba lleno de gente adinerada e influyente. Sabía que no podía permitirse el lujo de ofender a ninguno de ellos, así que solo podía contener su ira.
En medio del fuerte olor a tabaco y alcohol, una fragancia de colonia de sándalo blanco le hizo cosquillas en la nariz, llevándole recuerdos del pasado. «¿Eh? ¿Por qué ese olor... es tan familiar?», se preguntó. El aroma se grabó en lo más profundo de la mente de Skylar, tanto así que prácticamente estaba grabado en su alma. Recuperando sus sentidos, se levantó con movimientos torpes y se alisó el vestido.
—Sra. Jones, nos encontramos de nuevo —dijo una voz profunda que parecía un susurro del diablo, y llegó a sus oídos en ese instante.
El hombre-diablo en persona, Tobías Ford, se apoyó en el sofá y sacó un cigarrillo del bolsillo. En ese momento, la luz parpadeó. Ella levantó la mirada hacia el resplandor de las llamas y vio a su lado a un hombre con un rostro perfecto. Lo reconocería en cualquier lugar, aunque se hubiera quemado hasta las cenizas.
—Tobías Ford... —dijo su nombre entre dientes apretados.
Una bocanada de humo salió de entre sus labios, oscureciendo sus rasgos por unos segundos. Tobías miró a Skylar con una suave sonrisa, que para sorpresa de ella, lo hacía parecer encantador y accesible.
—Todavía recuerdas mi nombre. Parece que estás satisfecha conmigo.
El hombre, que fue grosero con Skylar, era Benjamin Hayes. Cuando vio que Tobías hablaba con ella en voz baja, su expresión cambió un poco, y eso hizo que su agresividad bajara de forma considerable.
—Oh, así que es una de las suyas, señor Ford. Lo siento.
—No... No somos cercanos. Puede llevársela si quiere, señor Hayes —respondió Tobías. Un destello frío brilló en sus ojos.
Al oír eso, Benjamin respiró aliviado y miró a Skylar de reojo. Luego anunció:
—En ese caso, me aseguraré de que tengas una experiencia inolvidable hoy.
—Lo siento, pero solo soy una mesera. No hago nada más que servir bebidas —se excusó. Las manos de Skylar se cerraron en puños, traicionando su miedo.
Mientras tanto, la ira de Benjamin se disparó al ser rechazado en público. Fue una total humillación para él. Hirviendo de rabia, pellizcó la barbilla de Skylar, levantando su cabeza con violencia mientras la examinaba de arriba a abajo.
—¿Quién crees que eres?
Skylar empezó a temblar de inmediato. Aunque no sabía si era por miedo o por rabia, o quizás por ambas cosas. Lo único que podía sentir era el dolor agudo en la mandíbula, que le dificultaba la respiración, y eso no le gustaba nada. Actuando por instinto, agarró una botella de la mesa de café de color negro, pensando en darle una lección a ese hombre. «No volvería a traicionar a Jeremy», se dispuso.
Pero antes de que pudiera bajar la botella, alguien la agarró del brazo y la detuvo. Tobías la apartó y entrecerró los ojos, con la voz un poco ronca al advertir:
—No arruines la diversión de todos los presentes. Vete.
Skylar suspiró aliviada y abrió los ojos para mirar a Tobías con odio.
—Con mucho gusto, señor Ford. Gracias por su indulgencia.
Al notar la mirada sucia que ella le dirigía, la boca de Tobías se torció un poco, pero había un indicio de frialdad en ella. Entonces agarró la botella de la mano de Skylar. Quedaba más de la mitad del vodka. La miró con una sonrisa siniestra mientras una idea se formaba en su mente:
—No te apresures a darme las gracias. No he terminado de hablar todavía... Termínate esta botella de licor.
Skylar se quedó sorprendida por un momento, pero pronto su sorpresa inicial desapareció. Para ella, ese hombre no era más que un demonio, una vergüenza que debía cargar por el resto de su vida, y no había nada que él no fuera capaz de hacer.
A fin de poder escapar lo antes posible, se llevó la botella a la boca y engulló su contenido. El alcohol entró a borbotones en su boca y bajó por su garganta, provocando una sensación de ardor en su estómago. Al ver la cara de agonía de Skylar, Tobías le pasó un brazo por los hombros y se inclinó para susurrarle al oído:
—Es usted una buena bebedora, señorita Jones, y parece que le falta dinero. Le diré algo. Le daré trescientos mil por cada botella que se beba.
Pero el alcohol ya había desquiciado su mente, y tiró todo el sentido de la razón por la ventana, junto con la advertencia de su gerente de no ofender a nadie allí. Con los ojos rojos brillándole y delante de todos, se puso de puntillas y agarró con ambas manos la parte delantera de la camisa de Tobías. Entonces, rugió furiosa:
—Tobías Ford, me mentiste sobre los trescientos mil la última vez. ¿Sabes lo mal que me hiciste? ¿Y ahora quieres volver a meterte conmigo? ¡Loco hijo de puta!