El cuerpo de Leticia se puso rígido. De inmediato, dejó de llorar. Miró hacia atrás y se encontró con la mirada de un hombre. Hernán estaba de pie junto a la puerta. Tenía la cara pálida y la mano llena de gotas. Parecía tan débil que podría desplomarse en cualquier momento.
—¡Hernán! —Leticia jadeó.
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