Capítulo 9 Él no vale la pena
—Hernán, será nuestro compromiso en un par de días. ¿Puedes invitar a la señorita Murray a asistir a nuestro banquete?
Magalí le agarró del brazo en cuanto Hernán se acercó. Sus ojos se llenaron de admiración.
Hernán entrecerró los ojos.
—¿Por qué?
Magalí fingió parecer melodramática.
—Para ser honesta, estaba pensando en el bienestar de la señora Murray. Perdió la cabeza por su culpa. Si asiste al banquete, podría estimularse y volver a la normalidad.
Magalí no había perdido la esperanza.
Sin embargo, Hernán no se dejó engañar por sus mentiras. Aunque no sabía cuál era el objetivo de Magalí, sabía que algo malo ocurriría si Leticia asistía al banquete.
No denegó la petición de Magalí porque le resultaba imposible ayudar a Leticia. Después de un momento, sonrió y dijo:
—Mientras seas feliz.
...
Leticia se había sentido vacía desde que Hernán se fue.
No tenía autoridad ni apoyo financiero, y ni siquiera tenía familiares en los que confiar. Ni siquiera los Heredia o los Lamere querían ayudarla. Siempre había estado sola.
Además, había una enfermera que se metía con ella en especial.
Sólo después se dio cuenta de que estaba pensando demasiado. Leticia ya no necesitaba estar encerrada en su habitación todo el día y podía abandonar el hospital cuando quisiera, pues la enfermera que la había golpeado había sido despedida.
No obstante, era una buena señal, aunque no podía abandonar el hospital psiquiátrico.
Leticia escuchó una conversación entre dos enfermeras mientras se dirigía al baño.
—Oye, ¿te has enterado? Hay un nuevo médico en nuestro hospital. He oído que es experto en psiquiatría y que ha ganado varios premios internacionales.
—¡Vaya, eso es increíble! ¿Es atractivo?
—Es atractivo, pero sigo pensando que el señor Heredia es más atractivo. Envidio tanto a la señorita Lamere, de verdad son una pareja hecha en el cielo.
Cuando la risa se desvaneció, Leticia salió del baño en trance.
Sintió que se le partía el corazón. Colocando la palma de la mano sobre el pecho, se rio entre dientes.
«Olvídate de él, no vale la pena. No vale nada».
Comprendía la verdad, pero seguía sintiéndose mal.
Había sido atrapada en ese lugar y tratada como una lunática. Sin embargo, aquel hombre seguía ahí fuera, abrazado a otra mujer. Leticia se sintió extremadamente deprimida, como si estuviera atrapada en una gran red.
Esto la hizo sentirse asfixiada.
Para empezar, nunca tuvo buena salud, ya que fue enviada al hospital psiquiátrico justo después de su aborto espontáneo. Tras días de estimulación mental y trato injusto, sufrió un colapso.
Tenía mucha fiebre.
El nuevo médico, el doctor Sanders, le dio a Leticia una serie de diagnósticos y tratamientos esa noche. Al examinarla, descubrió una marca de nacimiento marrón en forma de diamante en su muñeca.
Sus ojos brillaron de sorpresa, aunque sólo fue durante una fracción de segundo.
Tras varias inyecciones e infusiones, la fiebre alta de Leticia fue remitiendo poco a poco.
Antes de marcharse, el doctor Sanders la miró pensativo. La mujer inconsciente no sabía nada.