Capítulo 6 Bofetada
Sheila esbozó una amplia sonrisa y dijo con dulzura mientras corría hacia la mujer:
—¡Has llegado, Magalí! —Examinó a Magalí durante un rato, adivinando cuánto tiempo llevaba allí de pie y cuánto había espiado.
Magalí asintió levemente y dijo:
—Sí, tu hermano me trajo. Escuché tu conversación telefónica. ¿Dijiste que alguien lo acosó a tu hermano?
A Sheila se le congeló la sonrisa y trató de mostrarse indiferente.
—Es una mujer del psiquiátrico. Se pasa el día soñando con ser la mujer de mi hermano. Es muy problemática.
Magalí era una maniática del control que no toleraba a ninguna mujer cerca de Hernán. Ella nunca había oído hablar de nadie acosando al hombre antes. Por lo tanto, estaba segura de que Sheila mentía. Su expresión se volvió sombría y preguntó:
—¿Ah, sí? ¿Cómo se llama la mujer?
Preocupada por si Magalí se enteraba de la verdad, Sheila intentó cambiar de tema.
—No hablemos más de ella. No es más que una loca. Ah, sí, me he enterado de que Hernán fue la semana pasada a comprarte el brazalete. Es la única pieza en el mundo. Vamos a verlo.
—De acuerdo. —Aunque Magalí podía intuir que Sheila intentaba desviar el tema, prefirió no enfrentarse a ella. En su lugar, decidió recordar de memoria el nombre del hospital psiquiátrico. Estaba decidida a averiguar qué le ocultaba Sheila.
Mientras tanto, Leticia seguía abatida y dependía de las inyecciones de nutrición para sobrevivir. Pasó los días siguientes sentada en silencio junto a la ventana. Pensando que por fin se había calmado, las enfermeras le permitieron salir al campo abierto para tomar un respiro. Nunca esperaron que, en cuanto saliera por la puerta, las empujaría a un lado y huiría tan rápido como pudiera.
La enfermera jefa gritó:
—¡Deprisa, atrápenla! —Sabía que Leticia volvería a acosar a Hernán en cuanto se liberara. Temiendo que el hombre la responsabilizara, dio instrucciones a los de seguridad para que hicieran lo necesario para apresar a Leticia.
Leticia estaba débil por la falta de comida durante varios días y fue detenida incluso antes de acercarse a la entrada. Gritó:
—¡Suéltenme! No estoy loca. Al encarcelarme, están vulnerando mis derechos.
La enfermera jefa se burló:
—Aquí todos los pacientes dicen que son normales. —Al ver que Leticia no podía dejar de forcejear, no dudó en abofetearla en toda la cara. El repentino e inesperado golpe hizo que Leticia se calmara al instante.
La enfermera le advirtió:
—Escuche con atención, puede olvidarse de abandonar este lugar una vez que haya sido ingresada aquí. —Leticia se cubrió la cara mientras las lágrimas empezaban a correr por sus mejillas. Desvió la mirada hacia la lejana puerta, sintiéndose abatida.
Como castigo de la enfermera, Leticia fue encerrada en una pequeña habitación negra. Estaba decidida a recuperar de inmediato la salud para encontrar otra salida del psiquiátrico.
Dos días después, la enfermera acompañó a Leticia fuera de la habitación y le dijo:
—Alguien ha venido a verte.
Leticia examinó a la inesperada visitante sentada frente a ella. Era la hermosa mujer que siempre veía en los medios de comunicación: Magalí Lamere.
Leticia se preguntó, «¿por qué está aquí?»