Capítulo 19 Prueba de vida o muerte
Leticia estaba asustada por la paranoia de Magalí. Se movió hacia atrás para mantener la distancia con Magalí, pero estaba a pocos centímetros del borde.
—Por favor, cálmate y escúchame. La relación entre Hernán y yo no es lo que imaginas. Nunca me trata como a su mujer y quiero divorciarme de él. Así que no soy una amenaza para tu relación con él —explicó Leticia.
Ella tendría que salvarse de Magalí, no importa cómo. ¡Después de eso, ella trazaría la línea con Hernán!
Sin embargo, Magalí estaba decidida a deshacerse de ella.
—No te creo. Quiero que desaparezcas; sólo entonces Hernán será completamente mío.
Sin dejar que Leticia tuviera otra oportunidad de hablar, Magalí hizo una señal a sus guardaespaldas con la mirada.
Leticia sintió el peligro. Sin pensarlo, quiso empujar a Magalí y escapar. Sin embargo, perdió el equilibrio en la resbaladiza superficie de rocas inclinadas y cayó por el acantilado.
Cuando Magalí miró hacia abajo desde el acantilado, Leticia ya había desaparecido entre las olas.
Magalí se sobresaltó al principio, pero luego se volvió hacia los guardaespaldas que tenía detrás.
—Yo no la empujé. Se cayó sola. Vamos —sonrió Magalí.
Transcurrido un tiempo desde que Magalí se marchó, una pequeña cabeza apareció por encima del agua. Entonces, Leticia emergió del agua y respiró con dificultad.
Por suerte sabía nadar. De lo contrario, ya estaría muerta.
Leticia aprendió a nadar porque solía tener pesadillas recurrentes en las que se quedaba atrapada en un vehículo en llamas y caía al mar. Para librarse del miedo a ahogarse, se matriculó en un curso de natación a espaldas de su padre con el dinero que ganaba en su trabajo de verano.
Respirando hondo, se levantó del mar. Estaba ilesa, pero le dolía el cuero cabelludo de tanto tiempo en remojo.
Leticia pensó que, puesto que ya había escapado al control de Hernán, no quería volver a él. Sin embargo, sin su documento, no podía salir de Villa del Parque.
Además, Hernán tenía una gran influencia en Villa del Parque. Por lo tanto, sería difícil permanecer por debajo de su radar.
De repente, se le ocurrió una idea. Sus ojos brillaron de emoción.
El lugar más peligroso puede ser el más seguro.
Leticia sintió como si le quitaran un gran peso de encima. No sabía que la noticia de su accidente había llegado a oídos de Hernán.
¡Clunk!
Un cenicero cayó al suelo.
Hernán se quedó inmóvil en su asiento, con un cigarrillo entre los dedos. Sus pupilas se contrajeron.
—¿Dilo otra vez?
—La señorita Lamere... dijo que la señorita Murray se escapó de camino a la residencia de los Lamere. Para cuando sus guardaespaldas fueron a buscarla, había caído al mar —dijo Ben con voz tímida.
Observó la reacción de Hernán. Hernán se quedó mirando al vacío sin expresión.
De repente, se levantó. La silla emitió un sonido agudo por su repentino movimiento.
Hernán agarró su chaqueta y quiso marcharse. Entonces, se detuvo.
«No».
Hernán se dio cuenta de que no podía ir a la residencia de Lamere e interrogarlos.
Hernán suprimió todas sus emociones y empezó a recobrar el sentido.
—Envía a alguien a la costa. Necesito pruebas, de vida o muerte —ordenó Hernán con voz ronca.
No podía ni respirar al pensar en la muerte de Leticia.
Olas de emoción rodaron bajo los ojos de Hernán. Su rostro se endureció al tiempo que sus labios se adelgazaban. Su respiración se hizo más pesada en medio del silencio de la habitación.
—Sí, señor.
Justo antes de cerrar la puerta, Ben vio temblar los puños cerrados de Hernán.
Suspiró. Después de todo, era imposible que Hernán no sintiera nada después de haber estado casado con Leticia durante tres años.