Capítulo 1 Abriendo paso a su amante
Era una noche fría y ventosa en la que llovía sin cesar. De repente, se oyó un fuerte chirrido cuando el coche se detuvo de golpe.
Un relámpago atravesó la noche iluminando el rostro pálido de un anciano. Gritó:
—¡Cuidado, pequeño!
El coche se descontroló, chocó contra las paredes rocosas con un fuerte estruendo y cayó en picado por el acantilado.
Leticia Murray se despertó sobresaltada, con los ojos abiertos de miedo y la cara pálida. El terror que sintió en su sueño permaneció en su mente durante mucho tiempo. Se preguntó por qué había vuelto a soñar lo mismo.
En ese momento, el timbre de la puerta interrumpió sus pensamientos. Su marido, Hernán Heredia, había llegado por fin a casa. Había pasado toda la noche esperándolo en el sofá. Cuando intentó levantarse, sus rodillas estuvieron a punto de ceder. Por suerte, Leticia consiguió recuperar el equilibrio tras agarrarse al brazo del sofá.
Hernán, que apestaba a alcohol, se desentendió de la presencia de Leticia y se dejó caer en una silla a cierta distancia. Ni siquiera se molestó en mirar a la mujer, sino que apoyó la cabeza y cerró los ojos para descansar.
El buen aspecto de Hernán representaba lo mejor de un hombre. Tenía un físico excepcional, comparable al de los modelos internacionales, y un rostro impecable de rasgos delicados. En su día, Hernán era el hombre de los sueños de todas las mujeres de Villa del Parque, gracias a su buena apariencia y a su posición como el hombre más rico del país.
Sin que el resto lo supiera, un hombre perfecto como Hernán estaba casado. Sin embargo, había ocultado a propósito su matrimonio con Leticia durante los últimos tres años. Su expresión se volvió solemne al pensar en su actitud fría y distante. Vio la expresión de agotamiento en su rostro y resolvió sufrir en silencio.
—Es tarde. Te prepararé el baño. Báñate y descansa. —Leticia estaba a punto de levantarse cuando se dio cuenta de que Hernán había abierto los ojos. Su mirada era distante e inquebrantable.
Hernán ordenó:
—Espera. Quiero hablar contigo.
Leticia hizo una pausa y se giró para mirar al hombre. Tenía un mal presentimiento sobre la situación.
—Magalí vendrá a quedarse pronto. Recoge tus cosas y vete —dijo Hernán secamente. Su tono dejaba tan claro que no había oportunidad de negociar.
Magalí Lamere no era una desconocida para Leticia. Unos días antes había anunciado con orgullo que Hernán era su novio en un acto benéfico. La sorprendente revelación seguía siendo trending topic en todas las redes sociales.
Leticia hizo lo posible por ocultar su decepción y preguntó:
—¿Quires que desocupe por la mujer que amas?
Al notar la resistencia de Leticia, Hernán replicó con severidad:
—Debes tener clara tu posición. No te atrevas a pensar que eres la señora Heredia.
Leticia quería reírse de lo absurdo de la situación. El certificado de matrimonio consolidaba su condición de señora de Heredia. Recordó cómo Hernán había aparecido misteriosamente cuando ella estaba desesperada por conseguir dinero para el tratamiento del cáncer de hígado de su padre. Aparte de aceptar su propuesta de matrimonio a cambio de dinero, no había más opciones.
Tras casarse, Leticia descubrió que Hernán era un hombre de corazón frío. Sin embargo, no quiso aceptar el destino sin luchar. Desafió:
—Bueno... ¿dónde esperas que vaya una mujer embarazada sin familia ni amigos?
—Ve al hospital a abortar. —No hubo piedad ni calidez en la respuesta de Hernán.
Leticia había olvidado que era un hombre peligroso. De inmediato se protegió el estómago y sacudió la cabeza.
—¡No!