Leticia miró a Ben un momento. No parecía estar mintiendo. Levantó la comisura de los labios de mala gana:
—Está de broma, ¿verdad? ¿Cómo es posible que una diseñadora de tu empresa no tenga despacho para ella sola? ¿Dónde pongo mis cosas si no tengo despacho? —preguntó incrédula.
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