Capítulo 43 Diferencias irreconciliables
Me quejé cuando Rámses insistió por tercera vez que era hora de levantarme. No sé cómo hacía para haberse mantenido despierto hasta tan tarde y despertarse tan fresco en la mañana, mientras yo seguía tan cansada y... adolorida, gratamente adolorida.
Rámses cumplió su promesa y me subió cargada hasta el cuarto, pero no bien entramos me estrelló contra la misma puerta besándome con desesperación. Se deshizo de la blusa y mi sostén, antes de posarme en la cama y solo cuando dio por cumplida su promesa me permitió soltarlo solo para desnudarnos con rapidez. Me reía por su desespero porque actuaba torpe. Su pie se enredó en el pantalón cuando no se quitó el zapato primero, y cuando lanzó mi short por la habitación terminó casi tumbando la lámpara de noche, y si no hubiese sido porque cayó en una de nuestras prendas hubiese despertado a toda la casa. Reíamos como tontos sin parar de besarnos.
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