Capítulo 8 No quiero que después me acuses de secuestro

Recuperé la consciencia sintiéndome descansada a plenitud. Me estiré cuan larga era y me acurruqué a la almohada con su olor mentolado y masculino, aspirando esa esencia que me agradaba tanto. Espera... ¿Qué? Los acontecimientos del día anterior me llegaron en una película a gran velocidad. Me aferré a la almohada como si la vida se me fuera en ello. Abrí los ojos y me encontré en la habitación de Rámses, pero él no estaba por ningún lado. Me vejiga estaba llena y necesitaba ir al baño con urgencia. Me levanté de la cama y me encerré en el baño, justo cuando escuché la puerta del cuarto abrirse. Me lavé la cara y los dientes, y en la medida en que pasaron los segundos, comencé a recuperar parte de mi sensatez. Me había escapado de la casa, aunque seguía considerando que era justificado, había pasado la noche en una fiesta en una playa y el amanecer también, y había dormido en la casa de un chico que apenas conocía y con él que también compartí su cama. El calor se agolpó en mis mejillas, no sabía cómo iba a poder ver a Rámses sin sentir vergüenza. Sin más nada que hacer, que me retuviese en ese pequeño cuarto, abrí la puerta con lentitud. Aun llevaba puesta la ropa que me había prestado, y no había visto mi ropa en mi carrera hacia el baño. —Buenos días Bombón—me saludó Rámses apenas asomé mi cara por la puerta. Él lucía recién bañado, con su cabello peinado hasta atrás, no llevaba puestos sus piercings y estaba sentado en el escritorio usando su laptop. Me quedé parada un tanto petrificada. —Ehm... buenos días—dije titubeando con la vergüenza consumiéndome—, estaba buscando mi ropa para cambiarme...—comencé a decir pero me interrumpió —Está lavándose— respondió mientras continuaba navegando en su computadora—, incluyendo tu ropa interior. Quise saltar por la ventana en cuanto lo dijo, pero estaba cerrada. Incluso consideré escapar corriendo una vez más, pero no tenía mi ropa. ¿En que habia estado pensando? —Fue muy inteligente de tu parte no decirme que estaba durmiendo sin ropa interior—continuó mientras se giraba en la silla, alzando una de sus cejas y dándome una sonrisa ladeada— creo que de haberlo sabido, habían sido más hormonas que cansancio. Mis ojos se abrieron cuán grande eran y solté una risa nerviosa tratando de aliviar la situación, sin embargo él no dejaba de mirarme con intensidad. Mi nerviosismo iba en aumento, sobre todo cuando recordé que seguía sin ropa interior y él lo sabía. —Ehm... y... ¿a qué hora te despertaste?— intenté cambiar la conversación—. —Hace un par de horas —¿Y eso? —Después de que descansé, era solo hormonas y cuando fui a lavar la ropa, descubrí que tú estabas en mi cama, en mis pijamas y sin ropa interior. El calor de mis mejillas se esparció por toda mi cara, orejas, cuello... —¿Puedes dejar de decir eso?—dije exasperada. Él soltó una carcajada —Está bien, pero no dejaré de pensarlo— respondió con la misma sonrisa ladeada y se giró hacia la computadora una vez más—. Por cierto, puse a cargar tu teléfono, no tenía batería. Caminé hasta donde había señalado. Prendí mi teléfono y las distintas alarmas comenzaron a llegar, tuve que esperar unos minutos hasta que cesó para poder revisar todo. Tenía varios mensajes de Pacita, algunos de mi mamá y muchas llamadas perdidas de un número desconocido, así como un mensaje de texto. Respiré profundo y me dispuse a revisarlos uno por uno. No había sido mi mamá la que me escribió, sino Stuart. Comenzaba preguntando dónde estaba, después quería saber a qué hora llegaría, luego amenazaba con decirle a mi mamá y finalmente, y para mi sorpresa, decía que le había dicho que pasaría la noche con Pacita, y que esperara que regresara el domingo a primera hora . Aguanté la risa, porque eso significaba que me estaba esperando desde hace muchas horas atrás, porque eran las tres de la tarde y para ser sincera, no estaba deseosa aún de tener que verlo. Lo que más lamentaba de todo, era que ahora Stuart volvía a tener mi teléfono. —Hola—decía el mensaje privado. Era la quinta vez que el mismo usuario me escribia. No tenía por costumbre responder a los usuarios por privado, pero este era realmente insistente y siempre acompañaba los mensajes con emoticones graciosos. —No quiero molestarte, solo quería hablar contigo. Me gusta mucho tú página, puedo pasar horas viéndola. Enserio. Bueno, disculpa si te molestaste. El corazón se me apachurró. Y despues de un dia bastante malo y aburrido, no tenia mas nada que hacer. Hola. Muchas gracias. Me alegra que te guste—respondí —No pensé que responderías! Ahora me siento tonto. —No suelo responde, no te sientas tonto, fuiste muy insistente—escribí riéndome. —Tienes una página de puras frases motivadoras y sin embargo, no eres la mejor dando ánimos, pensé que dirías algo como "no eres tonto, sino adorable", pero bueno, me conformé con el "insistente". ¿Esos dibujos que van con las frases los haces tú? —jajaja. Insistente y sensible. Si, esos dibujos los hago yo. Los dibujo a mano y luego los retoco en la computadora para esos efectos—expliqué riéndome aún por su mensaje anterior. —Me gusta el "sensible" porque pudiste decir delicado, y es... menos masculino. Me encanta la técnica que aplica. Tengo una de tus imágenes de fondo de pantalla en mi teléfono. —Oh, gracias. Insistente, sensible y con buenos gustos. Me metí en su perfil de usuario y vi que tenía pocos seguidores, aunque montaba muchas fotos antiguas de ciudades destacadas del mundo. Estaba empezando a labrarse una buena página. Su perfil lo definió como un chico de diecisiete años amante de la fotografía que soñaba con viajar por el mundo. —Me encanta tu página, claro que tengo buenos gustos. Oye, sé que creerás que es una locura y no tienes que hacerlo si no quieres. Te dejaré mi número celular. Quizás podamos seguir hablando Medité toda la noche si debo darle mi número de teléfono. Su perfil indicaba que no estaba ni siquiera cerca de mí, que estaba al otro extremo del país. Y algunos de los comentarios que habian en su pagina que parecieran ser de conocidos, tambien los ubicaban en la misma zona. Sin nada que perderme atreví a agregarlo. Yo no era de colocar nada personal en mi perfil, si acaso la ciudad y como requisito de la aplicación, pero no había foto, correo ni mucho menos teléfono. —Hola, soy Amelia, de la página de Ameliadeletrasycolores—escribí. Fue inevitable emocionarme con su mensaje de respuesta —Hola! Pensé que no me escribirías, me acabas de alegrar el día, la semana y el mes. Soy Daniel, guardaré tu número —Hey—llamó Rámses—, ¿todo bien? —Si—titubeé—. La mayoría de los mensajes eran de mi padrastro. Le dijo a mi mamá que me quedaría con Pacita para que no se preocupera. —¿Considerado de su parte?—cuestionó dudoso —No lo creo—respondí con el ceño fruncido—. Quizás intente chantajearme más adelante con decirle a mi mamá. —Tu ropa ya debe estar lista, iré a buscarla. ¿Tienes hambre?—ofreció. —No gracias. De hecho, creo que es hora de que vaya a casa—susurré. —No tienes que ir si no quieres—dijo viendo mi rostro descompuesto. No quería irme, no quería enfrentarlo, no quería tener que lidiar con el hombre que tanto daño me había hecho. No quería tener que ver a mi mamá y recordar como lo escogió a él por encima de mí. Pero mañana tengo clases y no tenía el uniforme, ni los cuadernos, libros, nada. Mi estómago se revolvió cuando entendió que no tenía más opciones que tener que enfrentarlo. Me cambié la ropa con toda la lentitud que fui posible, y almorcé con la misma parsimonia la comida que, muy insistentemente, me ofreció Rámses. Lo notaba dándome miradas extrañas, pero permanecía al margen de mis pensamientos, haciendo que se lo agradeciera. No sabía cómo enfrentarme con lo que tenía en casa, pero no podía huir para siempre. —Te dejaré a ti la elección. Gabriel no tiene intenciones de moverse de la sala, así que: o salimos como si nada, o esperamos que logre distraerlo lo suficiente para que te escabullas hasta el auto y me esperes allí. Sopesé mis opciones tantas veces que me dio dolor de cabeza. ¿Cómo explicarle a Gabriel las razones de que tenía con su hermano a escondidas en su habitación? La verdad es que no debería importarme lo que él pensara de mí, pues él estaba con mi mejor amiga Pacita, quien no había dejado de enviarme capturas de pantalla de las conversaciones que tenía con él, las que no ayudaron con mi estado de ánimo ni un poco . Pero si Gabriel me vio con su hermano, cerraría cualquier puerta que pudiera mantener existiera, aunque fuera una opción remota e imposible, queríala, en una parte egoísta de mí. ¿Por qué Daniel tuvo que ser tan perfecto? Quizás tuve que haber sospechado de su perfección. Si él no hubiera sido tan cariñoso, atento, amable y gracioso conmigo, hubiera podido olvidarlo y quizás fijarme en otra persona. Pero no, tenía que ser un idiota perfecto que me enamoró con sus estúpidas palabras, y ahora, cuando por fin sintió atracción por alguien más, resultó ser el futuro novio de mi mejor amiga. ¿Qué le hice a la vida para que me odiara de esa forma?. Lo único bueno que tenía era a Marypaz, y en honor a esa amistad sincera que ella me brindaba, debía mantenerme lejos de Gabriel. Aunque también debería reconocer que contaba con Rámses y ésta nueva ya extraña veces amistad que comenzaba a nacer. Quizás así son todas las amistades con hombres . —Salgamos con la mente en alto y conservando la poca dignidad que me queda. Él rodó los ojos con mi dramatismo, pero quise imprimirle un poco de humor a la situación, pues finalmente Rámses tampoco estaba al tanto de mis sentimientos por su hermano, y así quería que permanecieran las cosas. Abrió la puerta y salimos de la habitación y escuché el televisor en la sala con algún programa de Discovery Channel, m e paré en el descanso de las escaleras. De verdad que no existió forma alguna de que pudiera pasar por allí sin ser vista. Con un gran suspiro reanudé la marcha. — Onde você está indo irmão?-¿A dónde vas hermano?— preguntó. —Llevaré a Amelia a su casa—anunció Rámses, tal como había dicho, como si fuera lo más normal del mundo que yo estuviese en su cuarto. Gabriel se levantó del mueble con tanta rapidez que me sorprendió, haciendo que un tímido «Hola» se ahogara en mi boca, junto con la sonrisa. Iba solo en calzoncillos negros, su cuerpo delgado y definido quedó expuesto a mi mirada escrutadora. —Tápate ¿quieres?—reprendió Rámses en un siseo, mientras le lanzaba una camisa que estaba cerca. Con rapidez Gabriel se la colocó, pero el mal ya estaba hecho, su imagen semi desnuda se había quedado grabada en mi retina, sus calzoncillos ajustados, sus piernas tonificadas, sus abdominales, su paquete... Sentí como el calor se agolpaba en mi cara. —¿Siempre estuvo aquí? ¿Cuándo llegaste?—comenzó a preguntar Gabriel, sin que yo me atreviese a darle ni una respuesta —Ya nos tenemos que ir, hablamos cuando regrese—Rámses me tomó de la mano para sacarme de la parálisis donde había caído. Por alguna razón, consideré su gesto agradable, aunque quizás tuve que haber retirado la mano cuando Gabriel vio el apretón con la mirada furiosa. —¿Estás bien?—me preguntó Gabriel reteniéndome por mi brazo libre y en apenas un susurro. Sus ojos me miraban con preocupación y se encontraba tan cerca que podía sentir su respiración sobre mí—. Puedes hablar conmigo de lo que quieras Amelia—, alzó su mano para acariciar mi rostro. Antes de que tan siquiera pudiera rozarme Rámses se interpuso entre los dos. —Je dis que nous allons parler quand je reviendrai. C'est suffisant Gabriel. Je ne vais pas vous dire encore une fois – Te dije que hablaremos cuando vuelva. Es suficiente Gabriel. Ni siquiera voy a decirlo una vez más — Rámses tenía el ceño fruncido y vi los músculos de su mandíbula tensarse con cada palabra, que por supuesto no había entendido ni un poco. Gabriel curvó sus labios en una pequeña sonrisa hacia su hermano y la borró en cuanto posó sus ojos en mí, apareciendo esa mirada dulce de hace poco. No me dijo nada más, solo dio dos pasos hacia atrás con sus manos en alto en señal de rendición. Rámses se giró y tomándome por la cintura me hizo caminar frente a él hasta el auto. El camino fue silencioso. Vi a Rámses apretar con demasiada fuerza el volante. Quise preguntarle lo que le había dicho a Gabriel, pero estaba bastante seguro de que no era el momento y aunque quise dejar de pensar en ese instante tan raro que habíamos tenido, no pude hacerlo, porque la realidad era que resultó ser una excusa perfecta para no pensar en Stuart y mi mamá. Cuando llegamos a mi casa tuve que despedirme. Stuart abrió la puerta y su cara se tiño de rojo, como pasaba cada vez que estaba molesto. El auto de mi mamá no estaba, porque lo tuve la certeza de que ella no se encontró en la casa, y así se lo hice saber a Rámses, empeorando su mal humor. —Gracias por todo—le dije con sinceridad. Su ceño se relajó el tiempo suficiente para responderme —Cualquier cosa me vuelves a llamar. Por favor, no hagas que tenga que volver a rastrear la llamada—lo comente como si eso no sonara acosador—, si quieres vernos en el semáforo de la esquina si no quieres que te vean con un chico. Tardaría solo diez minutos en llegar. Asentí regalando una pequeña sonrisa. Agradecía mucho su preocupación. Caminé hasta la casa, pasando por el lado de Stuart, quien permaneció inamovible en la puerta tratando de ver a través de los vidrios oscuros de la camioneta de Rámses. —¿Son los padres de Pacita?— preguntó caminando detrás de mí —No—respondí entrando al cuarto de lavado. Busque la ropa limpia que tenía allí y me dirigí a la habitación —¿Con quién estabas? Le dije a tu mamá que estabas con Pacita porque sé que es tu única amiga —No es mi única amiga—lo interrumpí—, ha pasado mucho desde que te corrí de casa. —¿Quién era?—exigió—, ¿era un hombre? Me giré para encararlo. ¿Quién se creía que era para querer saber de mi vida? Ese hombre cariñoso que había sido hace mucho tiempo había muerto para mí cuando descubrí su engaño. Se lo había dicho, ¿o es que acaso no grababa?. —No es de tu incumbencia con quien salgo. —Claro que es de mi incumbencia porque yo soy... —Tú eres nada para mí, nadie. Un maldito error en mi vida y en la de mi madre—le grité sorprendiéndolo—. Entré a mi habitación azotando la puerta con fuerza y ​​con las lágrimas nublando mi visión. —No podrás seguir huyendo de esto Amelia, tenemos que hablar de lo que pasó—entró a mi habitación, con paso seguro y exhibiendo una copia de la llave de mi puerta ante mi cara de extrañeza—. Quieras o no, lo hablaremos. Comencé a esquivarlo, él intentó acercarse para abrazarme y yo a rehuirle. —No tenemos nada que hablar, ya todo está dicho—persistí—. Stuart se sentó en la cama insistiendo en que no se movería de allí hasta que no conversáramos. Según él creía, estar arreglando las cosas, «arreglarnos» fue exactamente lo que dijo. —Volví por ti Amelia, te quiero demasiado. Sé que podemos salir de esto— su voz entrecortada me causaba una nueva ola de asco—. De espaldas a él tomé mi bolso con los cuadernos y metí alguna ropa y el uniforme. Él perdido seguía entre sus ruidos, hablando cosas sin sentido de terapias a las que podíamos ir, sobre como podíamos hacer que esto funcionara. Lancé por último mi toalla sobre mis hombros, disimulando el bolso que tenía en mis manos. Creyó que tomaría una ducha en el baño del pasillo, sin embargo, pasé frente a la puerta del baño y seguí caminando. No paré hasta que llegué a la entrada principal y seguí caminando. Cuando estuve lo suficientemente lejos de mi casa me permití marcar el número de Rámses —Hola, bueno... titubeé—. Entonces...—comencé a decir—el semáforo que dijiste... —Amelia, deja de caminar un momento Frené mi paso cuando el ruido de un carro se detuvo a mi lado. Era la camioneta de Rámses y me acababa de abrir la puerta para que subiera. —Pensé que te quedó a diez minutos de tu casa —Nunca me fui. Te vi salir pero tuve que tomar la otra calle para poder llegar a ti. El corazón me latió con tanta fuerza que él de seguro pudo escucharlo. Nunca se había ido, había esperado que yo estuviese bien. Veinte minutos duré en la casa y ese mismo tiempo él había permanecido afuera por si lo necesitaba. Sonreí agradecida —Lamento ponerte en esta situación. Yo pensé que podría soportar estar en la casa, pero sin mi mamá allí. I can't... -All Right. Igual yo no quería traerte en un principio—habló con su vista fija en la carretera—, y por alguna razón cuando entraste a tu casa, quise sacarte de allí cuanto antes. Sus palabras me conmovieron: —La próxima vez, hazlo. —Grabaré este momento, no quiero que después me acuses de secuestro. El camino lo hizo en silencio, y tal como la primera vez mientras más lejos me llamó de lo que había hogar, más tranquila, serena y en paz me sentí. Mi teléfono comenzó a sonar con insistencia. Me negué a registrar el número de Stuart porque no quería que tuviera presencia en mi vida más allá de la que mi mamá me había impuesto. Ante su insistencia terminé contestando. —¿Qué quieres? —¿Dónde mierdas estás?!. ¿Estás con el mismo hombre?—gritó tan fuerte que Rámses escuchó—. Si ese maldito te pone una mano encima...—amenazó —¿Y si lo hace qué?—repliqué—. Es más, ¿sabes qué?, tu advertencia llega muy tarde. Te dije que era nada para mí. —Tú eres mí...—gritó enfurecido cuando le colgué y sin esperar una nueva llamada apagué el celular. —Lo lamento—me disculpé con Rámses—, no debí provocarlo contigo, pero es que... ¡odio que se crea mi dueño! Que crea que tiene algun derecho sobre mi. Entramos a su casa menos de una hora después de que nos habíamos marchado, dejando a Gabriel tan descolocado como al principio. Esta vez no entraría escondida, porque mañana era día de clases y tendría que ir con ellos hasta el instituto. Mis ojos estaban enrojecidos, porque después de aquel último arrebato terminé llorando lo que quedó de camino en silencio. Y tenía que haber lucido realmente patética porque Gabriel solo asintió cuando me vio y no comentó nada cuando Rámses me llevó escaleras arriba hasta su habitación. Él había tomado mi bolso en cuanto bajamos del auto, y cuando me senté en su cama, se dispuso a sacar las cosas que había guardado. Lo vi morderse el labio y reprimir una sonrisa cuando termino de sacar las cosas. —¿Qué?—pregunté intrigada —Pijama, uniforme, libros, cuadernos, cargador del celular...—comenzó a enumerar cada una de mis pertenencias—pero nada de ropa interior. Mis mejillas explotaron en escarlata por la voz ronca con la que termino la frase.
Ajustes
Fondo
Tamaño de letra
-18
Desbloquear el siguiente capítulo automáticamente
Índice
Capítulo 1 ES UNA CATASTROFE Capítulo 2 HAZLO EN UN IDIOMA QUE ENTIENDA Capítulo 3 CALAMBRE Capítulo 4 Y LO HICISTE DELANTE DE MÍ Capítulo 5 Nada, es mejor que comida de aves Capítulo 6 ¡Tú no tienes ni idea! Capítulo 7 ¿Somos más cansancio que hormonas? Capítulo 8 No quiero que después me acuses de secuestro Capítulo 9 ¿Te gusta lo que viste? Capítulo 10 ¿Debo comenzar a llamarte amelia constructora? Capítulo 11 Odio como luces appCapítulo 12 Hay solo dos tipos de personas, los que se tatúan y los que no appCapítulo 13 Tengo clavos y mucha voluntad appCapítulo 14 Yo no soy mary, por más complejo que tú tengas de limpia chimeneas appCapítulo 15 Mi diablilla interna, es realmente macabra appCapítulo 16 Yo te repararé appCapítulo 17 En esta casa solo se acepta un francés pedante appCapítulo 18 Muy rápido y furiosa appCapítulo 19 Pacita las alabó, gabriel las criticó, yo las amé appCapítulo 20 Cuando estoy así de frustrado suelo tomar un baño appCapítulo 21 Yo si voy por los detalles appCapítulo 22 Conociendo los límites appCapítulo 23 Un poco de confianza appCapítulo 24 A confesión de parte appCapítulo 25 Daniel appCapítulo 26 Esa es la maravilla de mi plan appCapítulo 27 Mi reflejo y yo appCapítulo 28 Será mejor que me beses appCapítulo 29 Marcada appCapítulo 30 Si yo sufro, tú también lo harás bombón appCapítulo 31 ¡Que responda, que responda! appCapítulo 32 ¡Que responda, que responda! (2) appCapítulo 33 ¿Qué pasó ayer? appCapítulo 34 ¿Qué pasó ayer? (2) appCapítulo 35 Sometido a tu consideración appCapítulo 36 Sometido a tu consideración (2) appCapítulo 37 Esto será rápido appCapítulo 38 Esto será rápido (2) appCapítulo 39 Te diré todo appCapítulo 40 No quieres que te recuerde por qué me llamas melocotoncito appCapítulo 41 La venganza del beso appCapítulo 42 El reencuentro appCapítulo 43 Diferencias irreconciliables appCapítulo 44 Gateada equivocada appCapítulo 45 Mi casa, tu casa appCapítulo 46 Tercer strike appCapítulo 47 Los hermanos pony appCapítulo 48 Los hermanos pony (2) appCapítulo 49 No tenemos un noviazgo normal appCapítulo 50 No tenemos un noviazgo normal appCapítulo 51 Sugerencia o'pherer appCapítulo 52 No quiero saber nunca más de ti appCapítulo 53 Friendzone o gayzone appCapítulo 54 Friendzone o gayzone (2) appCapítulo 55 Cuando la vida te da limones appCapítulo 56 Ganó mi parte estúpida appCapítulo 57 Poco colaboradora appCapítulo 58 I'm a khaleesi appCapítulo 59 Lo que me enseñó la familia o'pherer appCapítulo 60 Tenemos un 10-17 appCapítulo 61 Tenemos un 10-17 (2) appCapítulo 62 No me juzgues appCapítulo 63 No hay nadie más calificado que yo appCapítulo 64 No hay nadie más calificado que yo (2) appCapítulo 65 Depois de puxar appCapítulo 66 Depois de puxar (2) appCapítulo 67 Sobreprotectores y asfixiantes guardaespaldas appCapítulo 68 No puedo negarle nada appCapítulo 69 Estancados con usted appCapítulo 70 Estancados con usted (2) appCapítulo 71 ¿Por qué hayden se le declara a amelia? appCapítulo 72 ¡Esto era el colmo! appCapítulo 73 ¡Esto era el colmo! (2) appCapítulo 74 Ella me puede agarrar por donde quiera appCapítulo 75 Ella me puede agarrar por donde quiera (2) appCapítulo 76 ¡Soy la puta dueña del mundo! appCapítulo 77 El último amanecer juntos appCapítulo 78 Eres mi acosador y yo soy tu acosada appCapítulo 79 Eres mi acosador y yo soy tu acosada (2) appCapítulo 80 Epílogo app
Añadir a mi biblioteca
Joyread Español
UNION READ LIMITED
Room 1607, Tower 3, Phase 1 Enterprise Square 9 Sheung Yuet Road Kowloon Bay Hong Kong
Copyright © Joyread. Todos los derechos reservados