—Como era de esperarse de mi futura esposa —murmuró Norton con una leve sonrisa—. Algunos ya deberían estar temblando.
En ese instante, sintió una suave calidez apoyarse contra su espalda. Unos delicados brazos rodearon su cuello y unos labios húmedos y tiernos se posaron sobre los suyos. No era otra que Aurelia.
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