Capítulo 30 ¿En quién más podría confiar?
Trabajé hasta última hora de la tarde y no llegué a leer todos mis correos electrónicos ni a firmar todo lo que tenía sobre la mesa. Estaba cansado y mi mente ya no me obedecía. Y cada vez que me detenía, aquella maldita enmascarada aparecía en mi mente.
Era hora de ducharse, comer algo y descansar. Aunque Dom era mi amigo, seguía siendo un invitado y necesitaba pasar tiempo con él, aunque solo fueran unas horas por la noche y un día del fin de semana.
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