Capítulo 40 Decisiones invertidas
El calor era abrasador. Las llamas estaban lejanas, pero desde su posición Layan podía percibir el poder saliendo de estas y del pequeño y delgado cuerpo de la loba, que hasta el momento había subestimado. Priscila, después de todo había heredado tanto sus sangres como la fuerza de todos los alfas y hacía honor a su reconocimiento.
La escena que se desarrollaba delante de todos era algo sin precedentes y ocurría tan rápido y a la vez tan lento. El corazón de Layan palpitaba con fuerza. Sentía el lazo temporal sobre la loba vacilante. Como si hubiera algo que estuviera forzándolo a romperse y eso hizo que sus colmillos salieran. Nadie podía romper ese lazo. Solo él.
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