Priscila caminaba varios pasos detrás de Layan. Sus manos sujetadas detrás de su espalda recta y su mirada fija en el lobo delante de ella. Por su parte los hombros de Layan estaban sumamente tensos y caminaba refunfuñando a pesar de que la mañana era bastante agradable.
La loba recordaba su salida ocultándoselo a todos los miembros de la manada. De seguro su madre regañaría a su padre y su tío lo haría también. Solo se había ido sin más. Así era mejor. No quería que ellos se encariñaran más con ellos o la extrañaran. Por lo que había hecho su presencia lo menos notable posible. Su padre fue el único que la despidió antes de partir.
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