Capítulo 4 Momento de debilidad
Daniela salió de su sorpresa inicial y tomó asiento frente a su prometido.
—H…Hola Jorge, ¿Cómo te ha ido? ¿Todo bien en el trabajo? —preguntó con nerviosismo Daniela.
—¿Mmm? Ah… bien… todo bien —respondió sin dejar de ver su celular—. Siento haber estado tan ocupado las últimas semanas, pero he estado trabajando —continuó sin dirigirle una sola mirada.
—¿En serio? Debes estar cansado… ¿te apetece que pidamos algo de comer? —Daniela tomó la carta y la puso frente a su rostro para evitar que Jorge viera sus ojos vidriosos.
«Ni siquiera me ha mirado a los ojos… entiendo que tenga trabajo, pero… ¿no puede ni siquiera dedicarme unos minutos para comer? Hace 2 semanas que no nos vemos».
—Si, será lo mejor… además, tengo un poco de prisa —respondió de manera seca, mientras tecleaba en su celular.
—De acuerdo… ya que tenemos poco tiempo, ¿por qué no compartimos una pizza y ensalada con una copa de vino? —propuso Daniela, intentando mostrarse entusiasmada. Eso habían ordenado en su primera cita, lo recordaba muy bien.
—¿Cómo se te ocurre que pidamos vino? ¿Qué acaso no recuerdas que tengo que volver a trabajar? ¡Tengo una cirugía más tarde! ¡No puedo llegar con aliento alcohólico a la cirugía! —Solo en ese momento, Jorge dejó su celular y le dirigió una mirada helada, al mismo tiempo que elevó la voz para contestarle.
Daniela abrió los ojos con sorpresa ante la reacción de su prometido, quedó estupefacta ante esa respuesta y su enfado repentino. Él nunca la había tratado de esa manera, nunca le había alzado la voz. Sus ojos se cristalizaron y dijo con voz nerviosa:
—L…lo siento… tienes razón… no sé en que estaba pensando… b…bueno… pidamos otra cosa de beber. —Daniela sintió un nudo en la garganta, casi no podía hablar y rehuía la mirada de Jorge para evitar sus fríos ojos.
Jorge se dio cuenta de que había sido muy duro con Daniela, por lo que se sintió culpable e intentó disculparse.
—¡Perdóname, Dani! No quise hablarte de ese modo. He estado muy estresado últimamente y por desgracia, fuiste con quien pagué los platos rotos. —Jorge en verdad se veía arrepentido. Siempre había sido un hombre que se vanagloriaba por su ecuanimidad, sin embargo, este día había explotado con ella.
—No te preocupes… lo entiendo… sé que has estado ocupado y por eso no hemos podido vernos o hablar por teléfono… —respondió Daniela tratando de restarle importancia a lo que había pasado hace un momento.
—Así es… aun así… no es excusa para comportarme contigo de esa manera… lo siento —se disculpó una vez más Jorge.
—Tranquilo… lo importante ahora es que comamos y disfrutemos este momento juntos, ya que tienes que regresar al trabajo. ¿Te parece si ordenamos ahora?
—Si, pidamos.
En ese momento, se acercó un mesero y ordenaron una pizza grande margarita y una ensalada de manzana con espinaca, nuez y queso de cabra. Ambos también pidieron una soda italiana como bebida.
La comida estaba deliciosa y mientras la disfrutaban, platicaron sobre los últimos acontecimientos de sus vidas. Poco a poco, ambos se fueron relajando y olvidando lo que había sucedido al llegar al restaurante.
A pesar de eso, Daniela seguía sintiendo distante a Jorge. En verdad, solo hablaban de temas superfluos, había silencios incómodos entre ellos y cuando ella había intentado tomarle la mano, Jorge se soltó del agarre de manera sutil.
«Lo siento extraño… intento acercarme y ser cariñosa… pero… ¿será que pasó algo?».
—Espérame un momento Jorge, voy al baño —No aguantando más las lágrimas, Daniela se excusó y se dirigió con rapidez a los sanitarios del restaurante.
En el momento que Daniela desapareció de su vista, Jorge contrajo su cara por la frustración y la culpa que sentía.
Notó durante toda la comida que Daniela intentaba ser afectuosa con él; sin embargo, después de recibir aquella terrible noticia unas semanas atrás, había tratado de restringir el contacto con ella, por lo menos hasta que supiera que era lo que debía hacer.
No era del todo mentira que había estado ocupado. En verdad tuvo mucho trabajo en el hospital las últimas semanas; había tenido que lidiar con varios pacientes y sus familiares, así como realizar varias cirugías. Sin embargo, si era sincero, lo que más lo había mantenido ocupado todo este tiempo era la terrible encrucijada en la que se encontraba.
«Pasó… algo inesperado… algo que se salió de mi control… cometí un terrible error… un descuido… fue solo un momento de debilidad».