Capítulo 3 Distante
Desde que su prometido, Jorge Villareal, le había propuesto matrimonio hace 3 meses, Daniela nunca se había quitado el anillo de compromiso. Era normal que lo llevara a todas partes y lo usara a todas horas, incluso cuando realizaba alguna tarea del hogar o proyecto escolar, siempre lo portaba. Por tal motivo, a Diego se le hizo extraño que ese día ella no llevará su anillo. Le sorprendió tanto ver la mano desnuda de Daniela, que no pudo evitar que toda su atención se centrara en eso y preguntarle al respecto.
—Daniela, ¿y tu anillo de compromiso? —Diego volvió a preguntar tras el silencio de Daniela.
—Oh… lo olvidé…debí dejarlo en el cuarto de baño mientras me duchaba —respondió titubeante Daniela.
Recordó que, al despertar de la pesadilla, había sentido una pesadez extraña en su dedo anular de la mano izquierda, razón principal por la que decidió quitárselo.
«Fue extraño, sentí como si me quemara y me pesara». Pensó mientras miraba distraídamente su mano izquierda.
—Vaya… eso sí que es extraño —dijo Jaime de manera casual—, nunca te lo habías quitado, ni siquiera cuando al inicio te apretaba un poco y Jorge tuvo que llevarlo a la joyería a que lo ajustaran a tu dedo. Recuerdo que Jorge tuvo que arrastrarte con él a la joyería, mientras tu dedo se iba hinchando, porque no querías quitártelo.
—Es verdad —recordó Diego—. Incluso te tuvo que llevar cargando al coche para que accedieras a ir con él.
—Ja, ja, ja —Daniela no pudo evitar reírse al recordar ese día—. Yo insistía en que me quedaba bien, pero en verdad si me apretaba.
Daniela en ese momento recordó ese día. Hace 3 meses Jorge le pidió matrimonio en el parque La Fundidora. Había sido un momento mágico y perfecto. Primero la había llevado a cenar a un restaurante elegante y más tarde, en dicho parque, con un gran ramo de rosas y fuegos artificiales, Jorge se había hincado y le había pedido matrimonio. Era obvio que ella había aceptado al instante, en verdad amaba a Jorge.
Encantada, recibió el anillo en su dedo anular izquierdo; sin embargo, al momento de que Jorge le colocó la sortija, esta no entró con facilidad y llegó incluso a lastimarla cuando al final se la puso.
Al inicio Daniela no le tomó mucha importancia y pensó que solo estaba un poco hinchada, sin embargo, con el pasar del tiempo, la sortija en verdad le comenzó a molestar, aun así, no se la quitó y la enseñó con orgullo al día siguiente con sus amigos.
Sin embargo, al día siguiente su dedo estaba más hinchado. Le dolía tanto que tuvieron que cortar el anillo y mandarlo a ajustar a su tamaño, pero ella había estado tan aferrada.
«Sabía que el que no me quedara el anillo era una señal de mala suerte, por eso fingí que todo estaba bien». Recordó con tristeza. «Aquella vez, también sentí que algo no estaba bien… justo como ahora».
—En fin, basta de plática, debemos entrar a clases—dijo Daniela y continúo su camino sin fijarse en la mirada de sus dos amigos.
El día de clases transcurrió con tranquilidad. Al terminar su última clase, recibió un mensaje de Jorge, su prometido, diciéndole que comieran juntos antes de que ambos tuvieran que irse al trabajo.
Jorge estaba estudiando medicina, estaba a punto de graduarse. Únicamente iba a la universidad a hacer trámites para que le entregaran su cédula. Por las tardes, se encontraba trabajando en un hospital privado, donde esperaba más adelante poder hacer su residencia en cirugía general, pues aspiraba a ser un gran cirujano, tal y como lo era su padre. Aunque debido a esta situación, casi no habían podido verse desde que se comprometieron.
«Debe estar muy ocupado». Pensó con un poco de tristeza. «Aunque para ser sincera, antes, cuando no nos veíamos a causa de sus guardias y prácticas, me mandaba mensajes y audios todos los días… sin embargo, ahora… lo siento… distante… ¿será mi imaginación?».
Ambos se conocieron hace 2 años en una fiesta, gracias a su mejor amiga. Había sido amor a primera vista para ambos. Iniciaron su relación casi de inmediato y habían estado juntos desde entonces. Jorge siempre había sido respetuoso y cariñoso con ella, la trataba con delicadeza y paciencia, pues sabía que ella era más joven e inexperta que él. Esa actitud había hecho que ella se enamorara perdidamente de él, y cuando hace tres meses, él le propuso matrimonio, no pudo dejar pasar la oportunidad de estar el resto de su vida con él.
Salió a toda prisa de la universidad y se dirigió a su lugar favorito, un pequeño y discreto restaurante llamado La Bella Toscana, cuya especialidad era la comida italiana. En ese lugar había sido su primera cita, por eso le tenía un gran cariño al establecimiento.
Al llegar, observó que Jorge ya se encontraba en dicho lugar. Se encontraba sentado en una mesa que se encontraba al rincón del restaurante, mirando con atención su celular, al parecer leyendo algún mensaje con el ceño fruncido. Estaba tan concentrado en eso, que no se percató que ella se encontraba frente a él, por lo que tuvo que llamarlo para que se diera cuenta de su presencia.
—Jorge —lo llamó Daniela con voz trémula.
—¡Dani! —contestó Jorge con voz apagada—. Me alegro de que llegaras. ¿Cómo estás? —Se levantó para saludarla.
Daniela esperaba un beso apasionado de su prometido después de no verse durante tanto tiempo, sin embargo, lo único que recibió fue un insulso beso en la mejilla. Quedó tan sorprendida, que lo único que pasó por su mente fue:
«Distante».