Capítulo 355 Hijo del lobo
Constanza salió de la sala de reuniones con una expresión fría y determinada. Sus tacones resonaban en el pasillo mientras se dirigía a su oficina. Una vez allí, cerró la puerta con firmeza y, sin perder tiempo, tomó su teléfono móvil. Deslizó el dedo por la pantalla hasta encontrar un contacto etiquetado como «Lycidas». Sin dudarlo, pulsó para iniciar la llamada.
Después de un par de tonos, una voz masculina y áspera respondió al otro lado de la línea:
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