Capítulo 40 Una excusa maravillosa
El hecho de que frecuentara algunos caros y elegantes restaurantes de la ciudad, no significaba que tuviera un paladar experto ni nada semejante. A decir verdad, la comida que preparó su jefe resultó ser tallarines con salsa, nada del otro mundo y nada que no hubiera probado-comido antes. Pese a eso, fueron los mejores tallarines con salsa que había comido hasta el momento y no solamente porque el atractivo hombre lo hubiera hecho, sino porque ese mismo hombre atractivo los hizo desde cero. Además, el vino fue fantástico y complementa perfectamente con el plato.
La velada había sido agradable y, para cuando terminaron de cenar, se encontró, nuevamente, deseando que este tipo de evento tan íntimo se repitiera en un futuro cercano. Quizás el vino estaba actuando sobre su sistema porque había podido mantener una charla animada con su jefe, aunque no hubo temas relevantes en la conversación. Fue una charla trivial, para el caso, pero entretenida. Su jefe le había contado una de las tantas locuras que hizo por culpa de Francis, como haber aceptado ir a cierto lugar para citas a ciegas y de cómo terminó en una bochornosa discusión con Román, un amigo en común que tenía con su hermano. Se había reído con dicha anécdota y fue un deleite para sus ojos ver el rostro divertido del hombre mientras la miraba.
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