Capítulo 5 Necesito compañía urgentemente
Andrew esperó el tiempo suficiente, sabiendo que Luciano se detendría en la recepción para saludar a Johari, y marcó el número interno de su asistente.
—No pude hacer nada, señor. —Fue lo primero que dijo su asistente—. Ya sabe cómo es el señor Delclaux.
—No estoy llamándote por eso y ciertamente no es tu culpa —profesó, masajeando su sien izquierda con la mano libre—. Escucha, Johari, Luciano te enviará un correo electrónico con parte de su agenda. Tu trabajo será organizar esas tareas pendientes y se lo enviaras a su correo privado.
—¿Señor?
—Sé que esto no es parte de tu trabajo, pero por hoy lo harás —explicó—. Él está sin asistente y estoy tratando de ver cómo minimizar las entrevistas con las posibles candidatas. Tengo una lista de personas con la capacidad y temple suficiente como para laborar al lado de Luciano.
—Como ordene, señor. —Esbozó una sonrisa, una real—. Recuerde que a las doce y media tiene reservación en el Seven Park Place.
—No era necesario el recordatorio. —Creyó oír cierto bufido por parte de su muy eficaz asistente—. Eso era todo, Johari. —Finalizó la comunicación, sin esperar una réplica. No era necesario porque podía ver, en su mente, cómo Johari entrecerraba los ojos al intercomunicador y eso le sacó una risita.
Por amor a Dios, Andrew debía y tenía que tratar de no pensar demasiado en su asistente.
(…)
Tenía que admitir que tanto el almuerzo como la reunión con un viejo colega, el CEO Bianchi, había sido como un bálsamo para su pésimo comienzo del día.
Cuando salió del ascensor, vio a su bellísima asistente sentada detrás de su escritorio, como de costumbre, metiéndose algo de una pequeña bolsa de plástico en su boca. Al acercarse lo suficiente, se dio cuenta de que los bocadillos eran chocolates y no pudo evitar esbozar una sonrisa satisfecha.
—Así que has decidido seguir mi consejo —profesó, provocando que Johari se sobresaltara.
Por lo general, ella se percataba de inmediato de su presencia, pero echando un vistazo más de cerca, Andrew logró ver lo que la tenía tan concentrada. En el monitor se mostraba varias ventanas con los correos electrónicos y distinguió uno sobre los demás: Delclaux Luciano.
—Sí, lo hice porque después de los muchos recordatorios no muy sutiles de su parte, opté por comer más cosas dulces —replicó ella, tan tranquila como siempre.
—Mhm, me hace pensar que no estás muy conforme con mi sabio consejo —comentó.
—Señor, yo jamás me atrevería a decir que usted no da buenos y sabios consejos —refutó, manteniendo su voz sosegada y sus pestañas danzaron como si fueran las alas de un pequeño colibrí.
Ciertamente, Andrew no esperaba ese gesto y tampoco estaba destinado a ser tomado en serio. Pese a eso, él no pudo evitar notar el pequeño tirón en su estómago. Aparte de encontrar la personalidad de Johari absolutamente adorable, también había algo que decir sobre todo lo que ella era en sí. Hubiera sido un vil mentiroso si hubiera tratado de decirse a sí mismo que en varias ocasiones, como ahora, no se sentía tontamente atraído por ella y, realmente, él no quería saltar sobre esa línea que separaba su profesionalismo.
—No, supongo que no lo harías —imperó, haciendo lo imposible por no sonreír otra vez.
—Entonces, ¿cómo le fue en la reunión con el CEO Bianchi?
—Como aire fresco, realmente. —La vio entrecerrar los ojos, otra costumbre adorable, propia de ella—. Posiblemente concordemos en unos asuntos de importación. El mercado extranjero está siendo una gran posibilidad de inversiones. Todos ganan.
—Entonces la empresa podrá subir de nivel. —Sonrió mentalmente, ella era muy intuitiva y eso le gustaba más de lo que quería reconocer—. Y si eso sucede, usted se convertirá en un hombre con mucho más prestigio del que tiene ahora.
—Es una posibilidad, sí —espetó, echando un vistazo a su reloj de pulsera—. No me pases llamadas por lo que queda de la tarde. Estaré muy ocupado.
—Recuerde que tiene que llamar a su hermano. —Ella no lo estaba mirando, seguía concentrada en la pantalla de la computadora—. Oh y confirmé la reservación en el restaurante.
—No llamaré a Francis. —Eso hizo que ella lo mirara y entrecerrara los ojos. Dios mío, Andrew sintió ese tirón en su estómago, otra vez—. Y no me pases llamadas.
—Su hermano ha llamado hace una hora y le dije que usted lo llamaría cuando regresara de su almuerzo. —Descaradamente, ella lo apuntó con un dedo, un gesto que a él le encantó—. Y ya está aquí. Tiene que llamarlo, señor, no le tomará más que algunos minutos.
—Johari —enfatizó, girando sobre sí para encerrarse en su oficina, lejos de la tentación de mirarla más de lo necesario.
—No se preocupe, señor, ya mismo marcaré por usted y le pasaré la llamada.
Negó con la cabeza y se dirigió hacia su oficina. Quería estar lejos de su asistente porque algo comenzó a despertar y sería completamente engorroso que ella se diera cuenta de que, de pronto, sus pantalones le apretaban en la entrepierna.
«Dios, necesito compañía urgentemente. Temo algún día cometer un error si esto que siento por Johari sigue aflorando», se regañó mentalmente mientras inhalaba profundamente y se sentaba en su cómoda silla detrás de su escritorio.