Capítulo 6 La conversación
Un tenue dolor palpitaba en su frente mientras miraba la pantalla de su escritorio. Soltó alguna palabrota mentalmente por la molestia, apartó su atención del ordenador y comenzó a revisar en los cajones. Estaban bastantes desordenados, todo lo opuesto a la superficie pulcra y meticulosa del escritorio. Se hizo una nota mental para organizarlo después.
A pesar de sus intentos, buscando en los cajones, no encontró nada que pudiera aliviar el dolor que se acumulaba en sus sienes. Lo más probable era que tuviera que enviar a su asistente a buscar algo y preferiría no hacerlo porque, por supuesto, una vez avisara a Johari que algo estaba mal, ella cambiaría inmediatamente al modo de niñera y él no tendría un momento de paz hasta que resolviera el conflicto.
Para todos los demás —empleados, miembros de la junta directiva, jefes de producción, etc.—, él era el gran hombre al mando y sabía todo lo que sucedía en la empresa. Su carácter imponente, por momentos distantes, su gran confianza en sí mismo, lo hacía ver como un hombre inalcanzable. Realmente no esperaba mucha resistencia de nadie. Sin embargo, su asistente podía darle largos sermones como si no fuera un asunto de nadie y tenía una extraña manera de hacer que él se sintiera obligado a obedecerla.
Era un poco irritante.
El parpadeo en la pantalla de su ordenador hizo que levantara la cabeza. El rostro de su hermano y el nombre de este, aparecieron en una ventana, con un símbolo de teléfono al lado. Por un momento consideró no tomar la llamada y dejarlo ir al buzón de voz, pero de inmediato se dio cuenta de que Francis no dejaría de llamarlo si él, al menos, no le mostraba algo de atención. Su hermano mayor estaba un poco distendido, pero Dios lo salve cuando Francis quería hablar con él.
Exhalando un suspiro, extendió la mano para tocar la pantalla, aceptando la bendita llamada. Frunció el ceño cuando se abrió otra ventana, mostrando el rostro de su hermano y el living detrás de él. Solo tuvo un momento para ver una escalera, botes de pinturas y una mesita con un tarro de pinceles sobre esta y supo que Francis estaba en alguna tarea de remodelación de pintura de las paredes de la sala de estar, antes de ajustar la cámara, por lo que su rostro atiborró toda la pantalla.
Francis arqueó una ceja ante la mirada intrigante que él le estaba dando.
—Bueno, esto es un poco extraño y espeluznante. ¿Respondiste en la primera llamada?
—¿Acaso tenía alguna otra opción? —preguntó, con su rostro indiferente—. Era una respuesta ahora o me molestaras hasta que lo hiciera.
—Vaya, hermanito. Estás aprendiendo —espetó Francis, esbozando una sonrisa.
—Dirijo una empresa multinacional. He recibido mucho acoso, pero aprendí la lección.
—¿Acoso? Eso es ponerlo un poco dramático, ¿no lo crees?
—Aja, como digas. Porque acoso es lo que recibo de ti. Así que sí, supéralo —refutó.
—Bueno, si lo pones de esa manera, supongo que no tengo elección de discutir.
—Por supuesto no —enfatizó. Manteniendo su rostro neutro, preguntó—: Ahora, en serio, ¿qué puedo hacer por ti, Francis?
—¿En serio? ¿Vas a preguntar eso? Dios, Andrew, ha pasado más de un mes desde la última vez que hablamos.
Entrecerrando los ojos, repasó el tiempo mentalmente e hizo una mueca al darse cuenta de que Francis había sido un poco generoso con los datos. En realidad, habían pasado poco más de tres meses desde la última vez que hablaron, incluso fue Francis quien llamó y no al revés. Dios, estaba en falta con su hermano mayor.
—Oh, Jesús. Lo siento, ¿vale? —Sabía que una escueta disculpa no serviría de mucho, pero… —. Las cosas han sido un poco caóticas últimamente y, al parecer, algunas se han escapado de las manos —expresó, siendo casi honesto del todo. Solo casi…
—Ya. Tu hermano mayor incluido. —Hizo un mohín en los labios, pero no apartó la mirada de la de su hermano—. Esto sonará un poco, mhm, ¿cómo decirlo? —Volvió a fruncir el ceño—. De acuerdo, seré directo, hermanito, y te ves del asco.
—Oh, vaya. Muchas gracias —satirizó.
El comentario de Francis tuvo el efecto de llamar su atención sobre su foto de perfil en la esquina superior de la ventana de llamada. Donde antes había cabello lacio y castaño oscuro, en los últimos tres años había sufrido el paso del tiempo y hoy día su cabello estaba llegando al punto de mitad sal y comino. A eso sumarle algunas líneas de expresión más marcadas alrededor de los círculos oscuros debajo de sus ojos azul cielo y algunas más alrededor de sus labios que hace diez años definitivamente no estaban. Aun así, no creía que se viese tan mal para ser un hombre de camino a los 46 años.
—Me veo muy bien, espléndido diría yo —profirió él, sacándole una risa a Francis.
—Lo haces, pero te hice mirar tu foto, ¿verdad?
—¿Qué tienes, siete?
—Tal vez…
Ambos rieron. A pesar de ser el mayor, Francis siempre había sido joven de alma. Era, la mayoría de las veces, el primero en reír y rápido con un chiste para hacer sonreír a cualquiera.
—Tienes ese aspecto cansado y harto de todo el mundo —observó Francis, interrumpiendo sus pensamientos.
—¿En serio? Siempre te parezco cansado y harto de todo el mundo. —No había mucho que pudiera decir ante eso. Por lo general estaba cansado y sí, también bastante harto de todo el mundo, bueno, casi de todo el mundo, pero no quería entrar en detalles—. En este momento, el cansancio es solo un estado normal y no realmente un estado de ánimo o algo extraordinario. Además, con todas las responsabilidades y trabajo, es fácil estar harto de casi todo el mundo —explicó.
—Entiendo que eres el jefe y tienes miles de razones para estar desde la primera hora hasta la última del día en la empresa, pero tienes que tomarte unas vacaciones.
—¿Y dejar que este lugar colapse? Mhm, creo que no.
—Siempre hay una excusa. ¿No tienes una persona que pueda manejar las cosas durante un par de semanas mientras tú te ausentas y te desahogas un poco?
—Puede ser, sí. En teoría.
—¿Pero no en la práctica?
Él se encogió de hombros, queriendo no decir mucho al respecto. El problema era que Delclaux, el vicepresidente de la empresa y, muy a su pesar, mano derecha, no era exactamente el tipo de hombre con el que él quisiera lidiar en el día a día. Delclaux era un excelente empresario y un muy buen negociador, pero no era su primera opción para que dirigiera Chrome Machine.
—No me digas, ¿sigues teniendo inconvenientes con Luciano? —preguntó Francis, arqueando una ceja.
No había manera de refutar con lógica a esa observación de su hermano. Sí, era cierto, Delclaux podía arreglárselas bien, pero, siendo honesto, él no confiaba en que haría las cosas de la manera correcta. Delclaux Luciano había sido el hombre de confianza de su padre —cuando este estaba al mando de la empresa—, pero cuando su padre (que en paz descanse al lado de su madre) lo nombró a él como presidente de Chrome Machine, digamos que no tuvo un buen comienzo con Luciano. No era como si el hombre le hubiera hecho algo a él o a la empresa, simplemente tenían diferentes puntos de vista cuando de finanzas se trataba. Él no creía que los empleados fueran solo números que administrar en las diferentes áreas de trabajo y le provocaba hasta repulsión que Luciano pensara de esa manera para con los hombres y mujeres que se desempeñaban de manera eficaz en la empresa. A eso sumarle que Luciano pensaba que una mujer —por más carrera universitaria, preparación y experiencia— no estaba “a la altura” de tener un puesto como jefe de supervisión de calidad.
Hizo caso omiso, resoplando y mirando hacia su agenda abierta y viendo la larga lista de cosas por hacer. La cosa era tan larga que requirió que su muy eficiente asistente hiciera un resumen con lo más importante y dejando lo que no lo eran al final. Había demasiadas cosas en Chrome Machine que necesitaban ser resueltas de forma inmediata y se encontró agregando más cosas que restando. Dios, en serio, estaba atiborrado de trabajo hasta el cuello y poco más.
—Sí, bueno, ese asunto está en la lista —replicó él, con un gesto desdeñoso hacia su agenda que su hermano, obviamente, no podía ver.
Y la charla siguió hasta que llegaron a ciertos asuntos de la vida privada. Andrew no quería saber lo que hacía su hermano con su esposa.
Y si la mirada malévola de su hermano era una advertencia, sabía exactamente hacia dónde se dirigía esta conversación.
—Entonces, ¿qué pasó con esa vida amorosa que supuestamente estabas preparando para tener? Recuerdo que dijiste que estabas dispuesto a sentar cabeza y pensar en la gran posibilidad de tener una familia.
—Ella… —calló y tiró su cabeza hacia atrás, pensando en sus siguientes palabras. Volvió a erguirse, miró el rostro expectante de Francis y optó por decir la verdad—. No funcionó. Ella no quería un compromiso a largo plazo —replicó.
Y la conversación con su hermano duró unos buenos minutos más. Sin embargo, Andrew no comentó nada acerca de cierta cosa que comenzaba a sentir por su joven asistente. Eso, por el momento, era su mejor secreto guardado.