Diez minutos después llegó Lucas con dos trajes y una caja de medicinas. No entró en la habitación, sino que se quedó respetuosamente fuera de la puerta.
Enrique cogió los objetos. Lucas se fijó en que su jefe sólo llevaba un albornoz holgadamente anudado y desprendía un aire lánguido y desenfadado. Los arañazos recientes en el cuello de Enrique dejaban claro lo intensas que habían sido las cosas.
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