Enrique estalló de ira y su atractivo rostro se ensombreció. Agarró a Susana por la barbilla y la obligó a mirarle.
—Susana, ¿te has vuelto loca de codicia? ¿Te atreves a hablar de dividir los bienes después de pasar estos años holgazaneando como una esposa mimada, sin hacer nada más que malgastar el dinero? ¿Has ganado tú misma un solo céntimo?
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