Capítulo 4 ¿No estás cansado de esto?
Susana, aún aturdida por la resaca, se esforzaba por procesar la llamada de madrugada.
—Como la señora Fretes, has estado fuera de casa toda una semana sin decir una palabra. Te estás volviendo atrevida, ¿verdad, Susana? —la gélida voz del otro lado exigió antes de que ella pudiera hablar.
Eso despertó a Susana. Con un giro sarcástico de sus labios, ella contestó tranquilamente:
—Llevamos tres años casados, y a menudo te has ausentado de casa sin darme ninguna explicación. ¿Verdad, señor Fretes?
Aunque suave en el tono, su réplica estaba impregnada de amargura. Enrique pareció momentáneamente desconcertado y guardó silencio.
Susana tomó un sorbo de agua para aliviar la sequedad de su garganta y continuó: —Además, ya te he pedido el divorcio. No necesito dar cuenta de mi paradero ante ti, mi futuro exmarido.
—¿Divorcio? —Enrique se burló—. Susana, ¿no estás harta de esto? Tienes una rabieta cada seis meses, luego cada tres, y ahora es como un reloj con cada regla. ¿No estás cansada de esto?
—No lo estoy —replicó Susana, con el rostro impasible—. Si estás tan cansado de esto, entonces adelante, divórciate de mí. Una vez separados, ¡ya no podré molestarte más!
«Durante tres años he vivido con miedo a equivocarme, aterrorizada de que me abandonara. Nunca imaginé que algún día podría pedir el divorcio con tanta tranquilidad», pensó.
—Susana, ¿estás haciendo esto a propósito? —La voz de Enrique hervía de ira apenas contenida—. ¡Estás montando una escena a propósito justo cuando el abuelo está a punto de volver!
La mente de Susana se agitó. Dario se había jubilado y se había mudado a Gumarelo el año pasado, contento con su nueva vida. No se había mencionado su regreso durante su última llamada telefónica. Se dio cuenta de que la preocupación de Enrique no era por su bienestar, sino por la percepción de su abuelo.
Para Enrique, el silencio de Susana significaba que estaba de acuerdo. Su voz se volvió fría:
—Susana, ¿cuánto quieres esta vez? ¿O tu querido tío ha encontrado otro proyecto que le interese?
Las pestañas de Susana se agitaron, su pecho se apretó. «Como me casé con él por dinero, supone que todas mis acciones están motivadas por la codicia».
De repente, se sintió sin ganas de discutir. Una suave carcajada escapó de sus labios:
—Piensa lo que quieras. Sólo avísame cuando hayas fijado una hora para ir al Ayuntamiento y conseguir los papeles del divorcio. Si no, no hace falta que nos comuniquemos.
...
Al oír el tono de desconexión, el rostro de Enrique se endureció. Intentó llamar de nuevo a Susana, pero se encontró con un mensaje automático:
—El número que ha marcado no está disponible.
Julia, que había estado observando la escena, se quedó estupefacta. «¿De verdad la habitualmente dócil señora Fretes se atreve a bloquear al señor Fretes?»
Un escalofrío recorrió su espina dorsal al encontrarse con la gélida mirada de Enrique. Por puro instinto, se tapó rápidamente los oídos.
—Señor Fretes, no he oído nada —balbuceó, haciendo una leve reverencia antes de volver a sus obligaciones.
Sin embargo, por el rabillo del ojo, vio que Enrique se detenía un momento, sacaba algo del bolsillo y lo arrojaba con rabia a la papelera. El fuerte estruendo la sobresaltó.
Una vez que Enrique había desaparecido escaleras arriba, Julia recuperó con cautela el objeto desechado. Era un exquisito joyero que contenía un antiguo collar de diamantes. «¿No es éste el mismo collar que la señora Fretes ha estado anhelando, el que él se ha negado obstinadamente a darle?»
...
Susana tiró el teléfono a un lado e intentó volver a dormirse, pero un momento después se incorporó bruscamente y exclamó frustrada:
—¿Se ha vuelto loco?
«¡Llamándome a primera hora de la mañana sólo para provocarme!»
Al otro lado de la cama, Cecilia se había despertado por la conmoción. Aún aturdida, se quedó mirando el nuevo desparpajo de Susana, claramente sorprendida por aquella exhibición poco habitual en ella.
Susana le guiñó un ojo, revolviéndole juguetonamente el pelo:
—¿No era yo extra cool?
Cecilia vio a través de la fachada de Susana, reconociendo su intento de ocultar sus sentimientos heridos, pero optó por no hacer comentarios al respecto. En lugar de eso, le dio su apoyo con el pulgar hacia arriba. Sin embargo, el ceño de Cecilia se frunció de preocupación.
—Susana, si realmente te divorcias, ¿qué vas a hacer después? Después de todo, tienes ese enorme gasto mensual que cubrir…