Capítulo 10 Irse sin nada
El agua caliente goteaba por las mejillas de Enrique y su piel clara se enrojecía ligeramente. Su hermoso rostro se nubló de ira cuando se levantó bruscamente, mirando a Susana con ojos furiosos como una tormenta. En un instante, la temperatura de la habitación descendió hasta el punto de congelación.
Susana, inusualmente desafiante, le miró sin echarse atrás. Enderezó la espalda y levantó la barbilla, con los ojos ligeramente enrojecidos como único signo de emoción. Sin embargo, su postura seguía siendo firme.
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