Capítulo 45 La bestia
Susana se quedó sin habla. «Desgraciado, ¿eres siquiera humano? Estoy enferma, ¿y todavía te excitas?». Se enfadó y giró la cabeza, pero contuvo las lágrimas.
Enrique respiró hondo, intentando calmar el ardiente deseo que sentía en su interior. Preparó una mesita y la colocó sobre la cama, luego puso encima el plato de sémola.
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