Enrique alzó por fin los ojos para mirarla. Alina agitó sus pestañas postizas en un intento exagerado de cautivar al hombre. «Estoy decidida a ganármelo de una vez», pensó.
—¿Quién te dio la confianza de pensar que lo que tú hacías podía ser mejor que lo de Susana? —habló Enrique fría y tajantemente mientras apartaba el plato de sopa de salmón.
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