Capítulo 61 ¿Te gusto solo un poco?
El corazón de Susana dio un pequeño vuelco involuntario. Tuvo que admitir que el idiota tenía algo de encanto.
En sus momentos de sobriedad, su mirada era gélida y remota, típica de alguien acostumbrado a ejercer el poder. Incluso en la intimidad de su cama compartida, la ternura parecía serle ajena. Sin embargo, bastaban unas copas para que sus ojos se transformaran, volviéndose cálidos e hipnóticos, suaves como los de un cervatillo, ejerciendo una atracción magnética que la hacía dispuesta a entregarlo todo, hasta su propia existencia.
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