Capítulo 2 - Un niño llamado ari
-Ustedes dos… -murmura Rafe mientras se presiona el puente de la nariz con los dedos, imitando el gesto que tantas veces he visto en papá-. Esto va a desatar una maldita tormenta, y adivinen quién tendrá que arreglarlo.
-Pero tú eres el mejor resolviendo nuestros desastres -señala Jesse con una sonrisa burlona. Luego le da un golpecito en el brazo-. Vamos, primo, míralo como una aventura.
Dos horas después, estamos en el vagón de un tren rumbo al este, hacia el frente de guerra donde se encuentra la Academia.
Salir del palacio fue más fácil de lo que esperaba, sobre todo después de deshacerme del maldito vestido de novia. Jesse me pasó algunas de las ropas que había empacado, y con un par de vueltas al dobladillo del pantalón y una cinta arrancada del vestido para ajustar la cintura, logré algo que, sorprendentemente, no queda tan mal.
-De acuerdo -masculla Rafe, recostándose en el heno que cubre el suelo del vagón, frunciendo el ceño mientras escribe en su teléfono-. Mamá y papá están de acuerdo.
- ¿De verdad? -pregunto, incrédula.
-Bueno… -dice Rafe, lanzándome una mirada-. No exactamente saben dónde estamos o a dónde vamos. Mamá está hecha un manojo de nervios porque te escapaste del palacio sin un guardia por primera vez en tu vida. Pero lo entiende. Y confían en nosotros.
Siempre fuimos inseparables. Nunca pensé en las diferencias entre ser niña o niño hasta que, a los ocho años, me enviaron a clases de ballet mientras Rafe y Jesse iban a artes marciales. Fue devastador darme cuenta de que nuestro género definía futuros distintos.
Pero lo acepté. Ser una Princesa significaba tener mis propias responsabilidades. Aunque adoraba correr libremente con ellos, aprendí a ser bonita, pintoresca y dulce porque sabía que eso ayudaba a mamá y papá. Además, no era algo que me costara.
Rafe y Jesse, en secreto, me enseñaron lo que aprendían en sus clases de lucha, como si quisieran cerrar esa brecha entre nosotros. Aun así, yo soy la pequeña copia de mamá: diminuta, con cabello dorado-rosado que cae como un velo y un rostro en forma de corazón. No estoy hecha para el combate cuerpo a cuerpo como ellos, pero el ballet me resulta tan natural como respirar. Y aunque creía estar preparada para cumplir con mis deberes reales, ¿casarme con un príncipe para salvar a nuestra nación de la guerra?
Honestamente, mi corazón nunca ha sido tan feliz como ahora, dejando atrás esas responsabilidades y escapando en un tren con mis dos mejores amigos. Estoy tan emocionada que apenas puedo contener el aliento.
Por supuesto, Rafe no tarda en apagar un poco mi entusiasmo. -De acuerdo -suspira, lanzando su teléfono a la mochila después de hablar con mamá y papá-. ¿Y qué demonios vamos a hacer con Ariel cuando lleguemos a la Academia?
- ¿En serio? ¿Por qué no la llevamos con nosotros? -pregunta Jesse, abrazando sus rodillas.
- ¿Qué? -Rafe frunce el ceño, mirándolo fijamente-. ¿Quieres decir dentro de la Academia Alpha?
-Claro -responde Jesse, dirigiendo su mirada hacia mí-. Prometiste a nuestras mamás que la mantendríamos a salvo, ¿no? Si tenemos que cuidarla, ¿qué podría ser más fácil que tenerla a nuestro lado?
Me quedo boquiabierta ante la audacia de su plan. He escuchado sobre la Academia Alpha toda mi vida y siempre soñé con ir. Pero, claro, solo acepta estudiantes masculinos. Mientras Rafe y Jesse seguramente seguirán el camino de los guerreros, yo siempre fantaseé con otras posibilidades: aprender espionaje, convertirme en una maestra fabricante de venenos… Incluso hay rumores de que puedes estudiar magia de batalla si tienes afinidad para ello.
Aunque, siendo realistas, nadie sabe realmente qué ocurre dentro de la Academia. Todo es ultrasecreto, envuelto en un aura de misterio. Pero cada vez que uno de sus graduados visitaba el palacio para asesorar a papá o presentar sus logros para nuestra nación, llevaban consigo una actitud inquebrantable, como si fueran capaces de enfrentarse a cualquier cosa.
Y, maldita sea, siempre los envidié por eso.
Aun así, nunca fui más allá de soñar. Mientras Rafe y Jesse siempre supieron que Alpha era su destino, yo tuve que hacer otros planes.
-Bueno, definitivamente no la dejaré fuera de nuestra vista -gruñe Rafe, su voz haciéndose más grave solo de pensarlo. Sus ojos se mueven hacia mí, evaluándome.
Suspiro suavemente, bajando la cabeza. Sé que es imposible.
-No es que no quiera que estés allí, Ariel -murmura Rafe, luciendo culpable-. Simplemente no es un lugar seguro para chicas.
Levanto la cabeza, abro la boca para protestar que puedo cuidarme sola, pero él ya está agitando la mano, descartando la idea antes de que pueda decir una palabra.
-Son más de cien machos alfa impulsados por testosterona en sus primeros veinte años, Ariel -dice Rafe, frunciendo el ceño-. Sin ninguna atención femenina durante meses. Te devorarán viva. Habrá chicos allí como Luca Grant.
- ¿Luca Grant estará allí? -pregunto, levantando la cabeza con los ojos bien abiertos. Grant es casi una leyenda: campeón junior de peso pesado de nuestra nación y, además, un hombre con cierta fama de problemático. Hace poco abandonó el boxeo para unirse al ejército como un acto de orgullo nacional. Su historia ha sido noticia en todas partes.
Y, bueno… no duele que sea increíblemente guapo. Tiene esos hoyuelos que…
En fin, los hoyuelos son lo de menos. Pero no tenía idea de que iba a la Academia, mucho menos que sería parte de la misma clase que Rafe y Jesse.
- ¿No es más fácil simplemente seguir con el plan original? -interrumpe Jesse, cortando mis pensamientos-. Ariel simplemente… viene con nosotros.
-Estás siendo ridículo -se burla Rafe, mirándolo-. ¿Qué vamos a hacer? ¿Entrar a los cuarteles llenos de Alfas hormonales diciendo: “Oh, hey, ¿traemos a nuestra hermanita? ¡No la toquen! ¡Manos quietas!"?
-No -responde Jesse, con los ojos brillantes y una sonrisa astuta-. No entramos con tu hermana. -Saca su mochila, rebusca en ella y extrae una gorra de patrulla de camuflaje gris, estándar para los candidatos de la Academia. Me la coloca en la cabeza con decisión-. Entramos con tu hermano.
- ¿¡Qué!? -Rafe sisea, horrorizado, como si Jesse acabara de sugerir que invadieran un país.
- ¡No, sí funcionará! -dice Jesse, sonriendo mientras se acerca a mí y empieza a esconder mi cabello rosa dorado bajo la gorra. Le devuelvo la sonrisa, dándome cuenta de lo que está pasando.
-Rafe -dice Jesse, volviéndose hacia mi hermano con una amplia sonrisa-, te presento a Ari. Ari Sinclair.
La boca de Rafe se abre de par en par, y yo me río antes de reorganizar mi rostro, tratando de lucir ruda y haciendo mi mejor imitación de un chico.
-Oh Dios mío -gime Rafe, dejándose caer de nuevo en la suavidad del heno-. No, absolutamente no. Esto nunca funcionará.
- ¡Sí, sí funcionará! -insisto, emocionada ahora-. ¡Funcionará, puedo hacerlo! ¡Soy Ari!
-No lo eres -murmura Rafe, su voz aún amortiguada por las manos presionadas sobre su rostro-. Eres Ariel, haces ballet, arreglas flores, y te gustan los diagramas de asientos.
-Ya no más -digo, volteándome hacia Jesse y sonriéndole mientras él asiente ansiosamente-. Ahora soy Ari. Y soy un chico.