Capítulo 10 Cercanía
Sabía que estaba cometiendo una locura y es que, ¿Cómo podía ser tan osada y atrevida con alguien que evidentemente no me agrada? Pero, aquí estaba la Aitana competitiva que no quería perder y si esta vez iba a hacerlo, debía ser en grande.
Por lo que, decidida, lo besé con todas las ganas de reproducirme con su ayuda, aunque realmente no me agradará mucho la idea. Necesitaba doblegarlo y si debía usar las armas que la lujuria proporcionaba a las mujeres, lo haría.
Helmut intenta apartarme y yo me pego a su cuerpo, como si fuera un oso polar aferrado a su árbol. Debía seducirlo y no me importaba que fuera básicamente la persona que más me desagradaba de la tierra.
Fue solo cuando estaba quedándome sin aire, que me alejé del hombre con una mirada perdida. Por lo que, lentamente me alejé de él, esperando que dijera algo que me lastimara o alimentara mi deseo de que fuera el hombre que me habían hecho imaginar al momento de anunciar nuestro compromiso.
— Estas loca — susurra con sus labios hinchados por el beso que le he dado.
— Tú lo estas más que yo, por entrar a una trampa que pudimos evitar. — Digo seria y él asiente mientras pasa la mano por su cabello con frustración.
— Esto que acabas de hacer, podría considerarse suicidio — dice Helmut con seriedad.
— No me digas que tu boca contiene veneno — murmuro llevando mi mano a la boca y Helmut suspira profundo.
— No deberías tomar mis palabras como burla. Ahora, deja de hacer y decir tonterías y vámonos. — Dice Helmut saliendo de su aturdimiento.
— ¿A dónde? — pregunto confundida.
— A casa, lógicamente
— ¿No viviremos aquí?
— Vamos a regresar a la isla. Ese será nuestro hogar. Así, estaremos nosotros a salvos y el resto del mundo también — dice Helmut y yo lo observo confundida.
— ¿De que estará a salvo el mundo? ¿Así eres de peligroso? Porque dudo que hables de mí cuando mencionas el peligro — susurro y él asiente.
— Hablo de mí. Estoy maldito, Baitana. Así que, si no quieres que mi maldición acabe contigo, no te acerques a mí — dice Helmut y Aitana sonríe.
— Seguramente tu maldición es ser un frío y grosero hombre lobo. Eso explicaría porque eres tan bueno siéndolo — digo en tono burlón.
— Hablo en serio. No quiero que seas otro sacrificio más. Pero, si te arrojas a mis brazos y me haces enojar, no dudaré en llevarte a la muerte mientras te hago mía — dice Helmut acariciando mi labio inferior con su dedo pulgar.
‘Rayos, ¿Será que él es tan violento en el sexo y por eso va a matarme si tengo sexo con él? No, no creo que tenga tan buen armamento para esa clase de batalla.’ Digo mentalmente mientras miro hacia su entrepierna, buscando la causa de la muerte, si tengo relaciones sexuales con él.
— ¿Qué estas mirando, pequeña pervertida? — pregunta Helmut y yo me avergüenzo por haber sido descubierta mirando lo que no debía.
— N-nada — murmuró avergonzada.
— No pienses demasiado sobre tener sexo conmigo. Por lo menos, no si no quieres morir, Baitana — dice Helmut sonriente y yo respiro profundo.
— No te creas que eres irresistible. He visto mejores hombres que sin duda, serán mejor que tú — miento con firmeza.
— ¿Dónde viste esos hombres que son mejor que yo? Porque hasta donde tengo entendido, eres una chica que no salía de su casa y quien atendía tu casa, era gente enviada de mi padre, por lo que, estoy seguro de que eran sólo mujeres — dice Helmut sonriente.
— ¿Por qué sabes eso y no lo de mi enfermedad? — preguntó al ver que ha visto a través de mi mentira.
— Somos posesivos. Aunque no nos importen las mujeres que tenemos a nuestro alrededor, no dejamos que ningún hombre se le acerque, menos si no está casada. — Dice Helmut sonriendo y yo asiento. — Así que, pequeña mentirosa, ¿Qué hombre mejor que yo has visto?
‘Vamos, Aitana. Miente mejor o serás avergonzada nuevamente’ me digo mentalmente.
— Un chico — murmuró acordándome del pervertido que fingió besarme.
— ¿Sabes el nombre de ‘ese chico’? — pregunta Helmut sonriendo.
— No lo recuerdo. — Murmuró y eso hace que se burle de mí — Pero, debes recordarlo. Lo conocí anoche, sentiste su aroma, ¿lo recuerdas? — digo sonriente y eso hace que Helmut borre la sonrisa burlona que tenía.
— Baitana, no me hagas enojar. — Me advierte Helmut en un tono que asusta.
— Me estabas preguntando y yo te estoy respondiendo — me limito a decir, cuando veo su mirada amenazante.
— Intenta pasarte de lista y terminaras viviendo un infierno — me amenaza Helmut y ahora es mi momento de sonreír.
— ¿No has notado que ya estoy en ese infierno? Con lo que pasó ayer, sé que ya no puede pasar algo más sorprendente y perturbador — digo con frialdad y él sonríe mostrándome sus hoyuelos.
Helmut sonríe y camina hacia mí como si él fuera el depredador y yo la presa que solamente puede retroceder y quedar entre la pared y su cuerpo. Sabiendo que estoy condenándome a una jaula peligrosa, intento escapar, pero, él coloca sus dos manos a cada lado de mi rostro, esperando que intente escapar para atraparme.
Su mirada, me dice que, si me paso de lista intentando provocarlo, podría ser lo último que haga. Por lo que, contengo la respiración e imploro mentalmente que no se vuelva en el monstruo que vi anoche.
— Tengo la habilidad de sorprender. Así que, no pienses que has visto todo de mí, nena. — Susurra Helmut sonriendo con picardía.
— Aléjate de mí, por favor. Estas invadiendo mi espacio personal — susurro intentando alejarlo de mí.
— ¿Qué sucede? ¿Dónde quedó la chica que iba a enamorarme? Si vas a enamorarme, deberías tolerar esta cercanía, ¿no crees? — Pregunta Helmut sonriente, mientras lleva una de sus manos a la cintura de Aitana.
— ¿Estas mal de la cabeza? ¿Cómo puedes rechazarme y después acercarte a mí tan íntimamente? ¿Estás loco realmente? — pregunto confundida.
— Quizás sea así. Estoy loco por matarte o dejarte con vida. Aun no me decido. — Susurra Helmut y ello hace que su agarre duro en mi cintura, me haga temerle.
‘¿Acaso a decido matarme?’ pregunto mentalmente con temor.
Su aliento se mezcla con el mío, mientras su calor me recorre cada parte de mí cuerpo al punto de sentir que me quemo. Este hombre debo saber tratarlo o realmente va a acabar conmigo y no de una manera placentera.
— ¿Ya nos vamos? — pregunto retomando nuestra conversación y eso le causa que sonría satisfecho, pero, por fortuna, se aleja de mí.
— Sí, vámonos. Ya el helicóptero debe estar cerca. — Dice Helmut para después marcharse.
Es en ese momento que recuerdo cómo se respira y el alma regresa a mi cuerpo. Dios, siento que me ha robado toda la energía solo por haber estado cerca de mí, ¿Cómo podré estar casada con él cuando causa tal efecto en mí?