Capítulo 9 Decisiones
Estaba abrumada. Podía contar las frases que había dicho Helmut y confirmaba que no había hablado mucho, pero, lo poco que había dicho, me había dejado tan aturdida, que la noche había llegado y yo seguía en el suelo sin saber que hacer o decir.
Estaba claro que había dicho que yo iba a morir, lo que no entendía es ¿Por qué iba a morir? ¿Acaso todas las noches se iba a transformar en una bestia que quiere matarme? Dios, ojalá no sea eso, porque dudo que pueda sobrevivir a algo así.
— Lo mejor es que cierre la puerta con seguro, antes que venga a matarme — murmuro colocándole el seguro y sentándome en la cama sin saber que más hacer.
Estaba en graves problemas y no sabía qué hacer para salir de esta trampa que va a acabar con mi vida. Porque si mi extraño esposo no lo hacía, la preocupación me mataría. No saber que hacer, iba a acabar conmigo.
La puerta se abre y yo me levanto asustada y confundida porque pudieran abrirla sin problemas. La chica aparece con una sonrisa en señal de disculpa y yo la miro fijamente sin poderla identificar como futura amiga o enemiga.
— Disculpe que entre, aunque dejo claro que no quería que entraran. Pero, me ordenaron entregarle ropa limpia y llevarme la que ya ha usado, como también me han pedido que le traiga comida — dice la chica, mientras dos mujeres traen la ropa y comida mencionada.
— Deja la ropa y llévate la comida. No tengo hambre, pero, gracias — me limito a decir.
— Debe comer. Esa fue la orden del señor — dice la chica y yo bufo molesta.
— ¿Acaso va a obligarme a comer? ¿Es mi padre acaso? — pregunto molesta.
— No sabría decirle. Pero, eso fue lo que ordenó — dice la chica haciendo un movimiento para que la mujer con la bandeja de comida, se acerque a mí.
— No me importa lo que haya pedido, no voy a comer. Así que, llévese la comida. — Digo molesta.
— Entonces, esperemos que el señor venga para que coma — dice la mujer llamando mi atención.
— ¿A qué te refieres? — pregunto confundida.
— El señor dijo que, si no quería comer, él vendría a obligarla y que en ese momento vería cuan terrible puede ser — dice la chica y mi cuerpo tiembla.
De otro hombre lo dudaría, pero, el esposo que tengo, es alguien que no es una persona educada y gentil, por lo que, fácilmente podría imaginarme a ese hombre azotándome para que coma.
— Deja la comida entonces, más tarde la comeré.
— Debe comerla ahora. El señor ha pedido que le coloquen medicina para su resfriado en la comida.
— ¿Estas segura que es medicina y no veneno? — pregunto sabiendo que no estoy a salvo en este lugar.
— Señora, coma. Si el jefe quisiera matarla, no estaríamos hablando ahora mismo — dice la chica y yo trago duro sintiéndome en peligro.
‘Siento que mi vida se va a acortar de tanto miedo.’ Me digo mentalmente.
A regañadientes, tomo el plato de comida y comienzo a comer bajo la atenta mirada de las chicas que no se van hasta que termine de comer. Cuando estoy nuevamente sola, me doy una ducha larga y me coloco ropa limpia, para después salir de mi habitación.
Aunque había pensado estar encerrada en mi habitación por protección, es evidente que no es un buen escondite, porque pueden entrar con demasiada facilidad. Por lo que, camino por el extraño lugar, buscando mi escondite por si las cosas se ponen más peligrosas para mí.
— ¿Qué estás haciendo? — pregunta alguien a mis espaldas y yo ahogo un grito del miedo.
Giro lentamente mi cuerpo y cuando estoy por hablarle a mi esposo, comienzo a estornudar y sentir un escalofríos en mi cuerpo, del que no puedo atribuir la culpa a la mirada fría de mi esposo.
— Sigues enferma — susurra Helmut y yo suspiro profundo.
— ¿Te molesta que este enferma o que este viva? — pregunto cruzándome de brazos, para disfrazar el miedo que siento.
— Las dos cosas me molestan. ¿Qué haces aquí? Se supone que cuando uno está enfermo en un lugar peligroso, se encierra en su habitación por si algún animal quiere matarla, ¿no crees, Daitana? — pregunta acercándose lentamente hacia mí.
‘¿Por qué siento que está contando lo que había pensado hacer para matarme?’ me pregunto mentalmente.
— Deberías estar en tu habitación, Baitana — me repite Helmut.
— Mi nombre es Aitana, no Baitana o Daitana — digo molesta.
— Como sea. Tu nombre no es relevante. Lo que sí es relevante es que me digas el motivo que te ha hecho salir de tu habitación — dice Helmut con voz fría.
— Quien te escuche pensará que te preocupa tu esposa. — Murmuro esperanzada en que diga algo romántico.
Porque aun con la realidad que me ha mostrado, sigo esperando que muestre su lado dulce y romántico. Así de ingenua soy.
— En realidad, lo que me preocupa es que seas como los perros, que se alejan de sus dueños para morir. No quiero que desaparezcas y por el olor asqueroso te encontremos a los días de muerta. ¿Es por eso, que estas buscando un escondite? ¿Ya te vas a morir? — pregunta Helmut con frialdad y yo trago duro.
Realmente quiero golpearlo hasta que suplique que me detenga, pero, es obvio que soy demasiado débil para enfrentarlo o siquiera causarle la más mínimas de las heridas. Por lo que, trago mi molestia y lo ataco de una manera distinta.
— No estoy interesada en darte ese placer — susurro con voz gélida y acercándome a su cuerpo.
Su calidez corporal, hacia contraste con su mirada fría que lentamente se suaviza al punto de sonreírme como si se burlara por mi respuesta.
— Veremos si serás de las que complace y muere o las que prevalece y me atormentan la vida. El resto de una vida juntos — susurra Helmut y yo abro mis ojos sorprendida.
— ¿El resto de nuestras vidas?
— Claro que sí. No me digas que no recuerdas que solo muriendo uno de los dos es que podríamos liberarnos de este matrimonio — dice Helmut en tono burlón.
— Existe el divorcio.
— Sí, pero, no tengo ganas de hacerlo. Así que, hasta que la muerte nos separe. Lo cual, creo que será pronto. Ya has comenzado a enfermarte y como las otras, no me importará tu muerte
‘Malnacido.’ Digo mentalmente.
— ¿Por qué estas tan seguro de que voy a morir? — pregunto deseando saber la insistencia en que muera
— Porque no eres especial. Mi padre creía que sí, pero, solo eres una más como las demás y por eso, morirás.
— Bueno, si voy a morir, haré algo que las demás no hicieron — digo decidida a hacer su vida un tormento.
— Si hablas de llorar, suicidarse o suplicar que la maten. Ya lo han hecho, al igual que intentar huir o divorciarse de mí.
— No hablo de eso. — Digo dando dos pasos que me dejan demasiado cerca de su cuerpo y con valentía, llevo mi mano a su brazo, el cual acaricio hasta que levanto mis tobillos del suelo y esforzándome por llegar a sus labios, rodeo su cuello con mi brazo y lo acerco a mí — Voy a enamorarte. Si moriré, que mi muerte sea un infierno para ti — digo decidida, para después besarlo.