Yan Wan se detuvo y miró el rostro pálido de Murong Qin. Su corazón le palpitaba.
—Tengo un moretón pequeño aquí, pero Huo Lichen insiste en que mis piernas no pueden tocar el piso mientras esté lastimada y que me tiene que llevar en brazos a todos lados —dijo Yan Wan fingiendo vergüenza.
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