Capítulo 1188 Los asesinos temerarios
Las palabras de Samira hicieron que Diego sintiera una punzada de pena por ella. «Se suponía que éramos amigos normales y corrientes, pero acabó pareciendo que me adulaba como una admiradora. Me siento como un canalla», pensó mientras recogía su teléfono. Sin darle más vueltas, bajó rápidamente las escaleras.
Sin embargo, justo cuando llegaba a la entrada del estacionamiento, una fuerte explosión resonó desde abajo. Al mirar más de cerca, Diego se dio cuenta de que un sedán negro había colisionado con el pequeño vehículo en el que viajaban Evelin y Violeta. El coche de ellas ya se había deformado y salía humo del interior debido a la explosión de los airbags. Las puertas estaban atascadas, por lo que nadie podía salir.
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