Capítulo 131 La verdadera herencia
Isabella pasó el dedo sobre el fragmento de cristal que había sido parte de la mesa de café. El corte fue limpio, superficial, pero lo suficiente para que una gota de sangre brotara. Debería haber apretado el gatillo, pensó, mientras una de las empleadas se llevaba los restos de su arranque de furia.
Su mano había temblado en el último segundo, y la duda persistía como un parásito en su mente. Amaba al asesino de sus padres de una forma visceral, pero también tierna, porque era el único lugar en el que se sentía segura. Sí, seguro estaba loca.
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