Capítulo 42 La marca del fénix
La consciencia llegaba como una marea. Primero fueron los sonidos: pitidos rítmicos, el susurro de tela, voces distantes que flotaban sin sentido. Luego, el dolor. No agudo, sino profundo, como si cada célula de su cuerpo protestara en silencio y en momentos así, la oscuridad parecía el mejor refugio contra esas sensaciones abrumadoras.
Intentó moverse, pero su cuerpo se sentía ajeno, pesado. El más mínimo, enviaba ondas de dolor que hacían que los pitidos se aceleraran.
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