Isabella apagó el motor frente al Centro Comunitario Cristo Redentor y bajó el espejo retrovisor. Logró que el maquillaje disimulara las sombras bajo sus ojos, pero no podía hacer más contra el dolor persistente en su cadera.
Solo esperaba que la dosis de analgésicos fuera suficiente para mantenerla de pie durante las próximas horas.
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