Capítulo 7 Realidades frías
Maya no tuvo tiempo suficiente para redactar un acuerdo de divorcio detallado. Explicó a Easton que la versión que presentaba era solo un borrador. Sin embargo, cuando la mirada indescifrable de Easton se posó sobre ella, la presión se intensificó.
—Señor Easton, un acuerdo de divorcio debe revisarse de acuerdo con las necesidades de ambas partes. En cuanto al borrador… —Maya se sintió como si volviera a ser una abogada novata, explicando nerviosa a un cliente difícil.
—No hablo con abogadas poco profesionales. Márchate. —La voz de Easton era dura, sin dejar lugar a la negociación.
Maya se giró a ver a Ellis en busca de apoyo. Antes de que Ellis pudiera intervenir, los guardaespaldas, respondiendo al tono autoritario de Easton, entraron y escoltaron con cortesía a Maya hasta la salida. Solo ofrecieron esta cortesía porque Ellis todavía tenía el título de Señora Hudson.
Si Maya tuviera la intención de resistirse, los guardaespaldas no dudarían en cumplir la orden de Easton sin preocuparse por la cortesía. Después de que Maya se fuera, la habitación quedó en silencio, con solo Ellis y Easton.
Los guardaespaldas cerraron la puerta y la habitación quedó en un silencio aún más profundo. Estaba tan callada que se podía escuchar la respiración del otro. Pero a Ellis no le importaba la presencia de Easton; estaba concentrada en una cosa, que era divorciarse lo antes posible, cortando todos los lazos con él.
No quería ser recordada como la mujer a la que Easton descartó e hizo a un lado por otra. El silencio se prolongó. La alta figura de Easton proyectaba una sombra sobre ella. Incapaz de soportarlo más, Ellis fue la primera en romper el silencio.
—¿Qué quieres?
Easton respondió con frialdad.
—Deberías preguntarte cuánto tiempo pretendes hacerme perder el tiempo.
—No te estoy haciendo perder el tiempo.
—¡Basta! Capturaron a todos los secuestradores. Mi asistente y mi abogado se están encargando de todo. No hay nada más que puedas hacer. No vuelvas a mencionar el divorcio. No estoy aquí para complacer tus juegos.
Ellis no podía entender por qué Easton seguía insistiendo en que no hablaba en serio. Su primer amor regresó y estaba claro que todavía estaba enamorado de ella.
«Me estaba haciendo a un lado, así que ¿por qué no estaba satisfecho?».
Apretando los dientes, respondió:
—¡Por última vez te lo digo, estoy hablando en serio sobre que quiero el divorcio!
—¡Bien! Déjame mostrarte cómo es un divorcio de verdad. —Easton dio un paso adelante, acortando la distancia entre ellos—. ¿Piensas que un borrador rápido de Maya es todo lo que se necesita para hacer esto?
—No fue un borrador rápido.
—¡Entonces debiste volverte loca cuando los secuestradores te golpearon! ¿Sabes lo que obtendrás de mí en un divorcio? —Easton agarró su mano izquierda y sostuvo con firmeza su dedo anular—. Te irás sin nada, ni una sola cosa.
—Yo también trabajé durante nuestro matrimonio. Me gané…
—Todo lo que tienes es mío. La casa, el auto, la ropa, los bolsos, incluso esta habitación VIP del hospital que cuesta cien mil al día. ¡Todo! No podrías pagar nada de eso con tu sueldo.
Ellis quiso responder, pero las palabras de Easton la dejaron sin habla. Las palabras de Easton sonaban verdaderas; su vida privilegiada era gracias a él.
—¿Piensas que seguirás teniendo esta vida glamurosa sin mí? Pasar tarjetas sin pensar, no preocuparte nunca por la comida o la comodidad, con gente que te sirve y artículos caros que te traen directo. —Easton le quitó el anillo de diamantes del dedo—. Antes de hablar de divorcio, reconoce que vives a mis costillas.
Ellis odiaba que la describieran de esa manera, pero Easton no se equivocaba. En términos de riqueza material, ella dependía de él. Con él, no necesitaba trabajar duro para mantenerse. Podía disfrutar de las mejores cosas y vivir su vida como le placiera. Ahora que Easton le mostró la verdad sin rodeos, Ellis sentía cómo se le hundiera el corazón con cada palabra.
No le estaba mostrando cómo sería un divorcio de verdad. La estaba humillando, pisoteando su orgullo y dejando claro que no tenía derecho a pedirle el divorcio. Solo él tenía ese poder. Si alguien iba a irse, cuando quisiera, sería él.
—No lo olvides —continuó Easton—. Tenemos un acuerdo prenupcial. Pase lo que pase, no te llevarás ni un centavo de mi dinero. —Se guardó el anillo de diamantes en el bolsillo—. Pórtate bien. Te estoy perdiendo la paciencia.
El recordatorio del acuerdo prenupcial golpeó con fuerza a Ellis. Era verdad, ella y Easton firmaron un acuerdo prenupcial. Quizás su dolor nubló su memoria; casi lo olvidaba. Al mirar al hombre que acababa de quitarle el anillo de bodas, Ellis se sintió humillada mientras él la miraba de forma fija, como diciendo.
—No eres más que un parásito, ¿y piensas que puedes causar un alboroto? —Toda la situación se sentía con amargura irónica—. Si vas en serio con lo del divorcio, te sugiero lo siguiente —dijo Easton con tono burlón—. Empieza por pagar las facturas del hospital, vete de mi casa y no te lleves nada que sea mío, ni tarjetas de crédito, ni ninguna otra posesión, nada. A ver si tienes el valor para hacerlo.
En cuanto Easton se fue, Maya regresó a la habitación. Encontró a Ellis sentada en silencio, con los ojos llenos de lágrimas contenidas y la mirada fija en el vacío. Maya se acercó con rapidez a su lado.
—¿Qué te dijo ese maldito de Easton?