Capítulo 6 Te lo ruego
- ¡Sophia! -Emily lanzó una mirada fría hacia su cuñada, cargada de advertencia. Su tono era firme y decidido-. La enfermera dijo que alguien debe ir a la farmacia a recoger los medicamentos. ¿Te importaría hacerlo? Necesito hablar con Nathan.
Sophia arqueó una ceja, sin ocultar su incomodidad, y respondió con un aire de desafío:
-Emily, ¿por qué no hablar aquí? Somos familia. No hay nada que ocultar, ¿verdad, Nathan?
Emily dejó escapar una risa fría, aunque contenida.
-Sophia, necesito hablar con tu cuñado a solas. Por favor, vete.
No quería discutir frente a su padre, pero Sophia estaba cruzando límites que Emily ya no podía ignorar. Si la actitud descarada de su cuñada afectaba la salud de su padre, no pensaba dejarlo pasar.
Sophia vaciló, esperando el apoyo de Nathan, pero él permaneció en silencio, con una expresión imperturbable. Viendo que no tenía opción, Sophia bufó con frustración y salió de la habitación, encaminándose hacia la farmacia del primer piso.
Emily aprovechó el momento para tomar aire, tratando de calmarse y evitar que William sospechara. Su voz adoptó un tono más bajo y directo.
-Nathan, ¿podrías salir un momento? Necesito hablar contigo.
William, ajeno a la tensión, soltó una risa ligera.
- ¿Se trata de tener un bebé?
Emily sintió un rubor de vergüenza subirles a las mejillas.
-Papá... -murmuró, intentando evitar la conversación frente a él.
-Está bien, está bien, no diré nada. Ustedes dos sigan -murmuró William con una sonrisa indulgente.
Nathan vaciló un momento antes de seguir a Emily fuera de la habitación.
Ella lo condujo hacia la escalera, un espacio normalmente desierto, y cerró la puerta detrás de ellos. El eco de sus pasos resonó en el silencio del lugar.
Cuando se volvió, Nathan estaba de pie a unos pasos, con los brazos cruzados y una mirada fría que parecía congelar el aire entre ellos.
- ¿De qué quieres hablar? -preguntó con un tono afilado.
Emily cerró los ojos por un instante, intentando calmar el tumulto en su interior.
-Quiero pedirte algo. Por favor, mantengamos nuestro divorcio en secreto por ahora, al menos hasta que mi padre se recupere. Como viste, acaba de salir de una operación. Los médicos dijeron que cualquier estrés podría ser peligroso para él...
Nathan observó su rostro con desdén.
-Emily, entiéndelo: ya no tienes ningún derecho para pedirme nada.
Ella exhaló, amargamente resignada.
-No te lo estoy exigiendo, te lo estoy rogando. -Su voz tembló ligeramente-. Hemos estado casados por cuatro años, Nathan. Nunca te he pedido nada. Solo te pido esto.
Él la miró sin ceder ni un ápice en su expresión. Pero entonces sus ojos se desviaron hacia algo en su rostro: un pequeño corte en la comisura de su labio.
- ¿Qué te pasó en el labio? -inquirió con frialdad.
Emily tocó instintivamente su labio, sintiendo la herida que aún ardía. Su corazón dio un vuelco. El corte era el resultado de lo ocurrido la noche anterior con el Sr. Satán.
Los ojos de Nathan se entrecerraron peligrosamente, como si cada palabra siguiente se cargara de veneno.
- ¿Estuviste con otro hombre anoche?
Ella lo miró, incrédula. La ironía de la situación la golpeó con fuerza. Él, que había embarazado a Sophia mientras seguían casados, ahora parecía indignado por la posibilidad de que ella estuviera con alguien más.
-Nathan, vamos a divorciarnos. Tú... -quiso decirlo, pero se interrumpió.
-Aún no hemos firmado el divorcio -la cortó él, dando un paso al frente, su voz era baja y peligrosa-. Todavía eres mi esposa. ¿Así es como me traicionas?
Emily trató de contener las lágrimas que amenazaban con desbordarse. Sabía que enfrentarse a Nathan solo agravaría la situación, pero su arrogancia y control eran más de lo que podía soportar.
-Olvídalo, ¿por qué molestarse en explicarte? -murmuró con la voz quebrada. Luego levantó la mirada, decidida-. De todos modos, no te importaría. Nathan, una vez que la salud de mi padre mejore, iremos a finalizar el divorcio. No voy a retrasarte para estar con Sophia.
Las palabras parecían golpearlo, pero en lugar de retroceder, Nathan dio un paso al frente. Sus ojos estaban llenos de algo que ella no podía descifrar, pero sabía que no era arrepentimiento.
De repente, la agarró del hombro, presionándola contra la fría pared de la escalera. Su cuerpo proyectaba una sombra que la cubría completamente, encerrándola en su proximidad.
- ¿Quién es ese hombre? -exigió, su voz un gruñido bajo y amenazante.
El agarre de Nathan era fuerte, demasiado fuerte. Emily intentó empujarlo desesperadamente, pero él no cedía.
-Tienes a Sophia, ¿por qué te importa lo que hago yo? -logró decir entre jadeos, su dolor evidente en cada palabra.
- ¿Cuándo empezaron a verse? ¡Habla! -Nathan apretó más sus hombros, las venas de sus manos marcándose con furia contenida.
Emily levantó la vista, mirándolo directamente a los ojos, su mirada era desafiante, pero al mismo tiempo llena de dolor.
-No tengo obligación de responderte -espetó con firmeza-. Tú engañaste a mi prima primero, ¿qué derecho tienes de acusarme?
Por un instante, los ojos de Nathan titubearon, pero su agarre no se relajó. Su mandíbula se tensó mientras su voz se endurecía aún más.
-Emily, aún no estamos divorciados. ¡Todavía soy tu esposo!
La risa de Emily fue amarga, cargada de resignación.
-Hace mucho tiempo que no tengo esposo, Nathan. -Su voz era baja, pero cada palabra era un golpe certero-. O más bien, nunca tuve uno.
Finalmente, esa conversación se tornó en una discordia.
La única satisfacción que Emily encontró fue que Nathan accediera, aunque a regañadientes, a mantener en secreto su divorcio mientras su padre se recuperaba.
Cuando regresó a la habitación del hospital y vio la sonrisa cálida de William, el resto del mundo pareció desvanecerse. Esa simple muestra de alegría le bastaba para seguir adelante.
- ¿Dónde está Nathan? -preguntó William al verla entrar sola.
-Tuvo que ir a la oficina -respondió Emily, tomando asiento junto a la cama. Con movimientos mecánicos, comenzó a pelar una manzana-. Me pidió que te dijera que regresará a verte en cuanto pueda.
William asintió con satisfacción, su rostro iluminándose con un orgullo que Emily no podía compartir.
-Es un hombre responsable y confiable -dijo, con un suspiro lleno de admiración-. Siempre supe que estaba dejando a mi hija en buenas manos.
Emily evitó su mirada, enfocándose en la manzana que pelaba con precisión. La cáscara salió en una larga tira continua, un pequeño triunfo que contrastaba con el caos de su interior. Cortó la fruta en trozos perfectos, colocándolos en un plato que dejó al alcance de su padre.
-Tu madre era igual de hábil pelando manzanas -comentó William con nostalgia mientras tomaba un trozo-. Siempre encontraba formas sencillas de mostrar su amor.
Emily forzó una sonrisa, aunque el recuerdo apenas tenía forma en su mente. Su madre era un eco lejano, una figura construida con fragmentos de historias que su padre le había contado.
-Lo único que deseo ahora es verte feliz con Nathan -continuó William, mirando a su hija con ojos llenos de esperanza-. Y también que Sophia encuentre a alguien tan especial como él.
-Estoy segura de que lo hará -respondió Emily, devolviendo una sonrisa que no alcanzaba sus ojos.
Guardó silencio, sabiendo que las palabras de su padre eran un espejismo, un anhelo que nunca se haría realidad. Pero mientras esa ilusión le trajera paz, ella estaba dispuesta a sostenerla, aunque fuera a costa de su propia verdad.
-Espero que sí -murmuró William, frunciendo ligeramente el ceño-. Si Nathan tiene amigos solteros, quizá Sophia podría conocerlos.
Emily apretó los labios, deseando cambiar de tema. Miró hacia la mesa vacía y preguntó:
- ¿Sophia no trajo los medicamentos?
-No la vi -respondió William, confundido-. Pensé que había ido a buscarte.
-Entonces iré yo misma -dijo Emily, levantándose con rapidez-. Papá, come un poco de manzana. No tardo.
Cuando salió al pasillo del hospital, su teléfono comenzó a sonar. Lo sacó del bolso, esperando una llamada rutinaria, pero al desbloquear la pantalla vio un nuevo mensaje de texto.
[No hay suficiente dinero para hablar conmigo. - Satán]
Emily sintió un escalofrío recorrer su espalda. Apenas había tenido tiempo de procesar el mensaje cuando una notificación de transferencia bancaria iluminó la pantalla.
Otro depósito. Cinco millones más.
Su mente se llenó de preguntas y un torbellino de emociones mientras caminaba hacia la farmacia. ¿Qué pretendía él con este juego? ¿Por qué seguía empujándola hacia un abismo que no podía evitar?