Capítulo 4 Señor satanás
Una voz masculina explotó a través del teléfono, cargada de frustración. -Hemos estado encerrados en la habitación 2302 toda la noche, una docena de nosotros. ¡No apareció ni una sola mujer! Nos envías aquí para tomar fotos desnudas de alguna chica, pero mis chicos desperdiciaron toda una noche esperando. Sophia, más te vale no estar jugando con nosotros.
El ceño de Sophia se frunció al escuchar esto. - ¿Esa mujer no fue a la habitación 2302? Eso no tiene sentido...
Sabía que Olivia solía frecuentar el bar, por lo que Sophia había sobornado a la seguridad con anticipación. El plan era simple: cuando Olivia entrara en la habitación 2302, la seguridad traería a algunos chicos para desnudarla, y luego Sophia usaría esas fotos comprometedoras como presión para obligar a Emily a divorciarse de Nathan.
Emily solo tenía a Olivia como amiga cercana, y Sophia confiaba en que, si esas fotos llegaban a filtrarse, Emily no tendría más opción que ceder y proceder con el divorcio.
Pero, para su sorpresa, las cosas no salieron como esperaba. Hace unas horas, la seguridad del bar había llamado a Sophia, informándole que había visto a Emily entrando al lugar. Esto parecía ser una señal de que la suerte estaba de su lado. Decidió entonces cambiar de enfoque y utilizar a Emily en lugar de Olivia para conseguir las fotos.
Aunque el plan parecía sólido, pronto se presentó un obstáculo inesperado.
La voz del hombre al otro lado de la línea continuó con ira. -Sophia, nos has engañado. Me debes el doble del dinero, ¡o le contaré a Nathan todo lo que has hecho!
El enfado de Sophia creció de inmediato. Sin pensarlo, colgó la llamada de forma abrupta.
Ese guardia de seguridad tenía un pasado oscuro, había estado en prisión. Sophia lo sabía bien: era capaz de hacer cualquier cosa para obtener lo que quería.
Entre dientes, Sophia maldijo. No podía permitir que le exigieran tanto dinero, pero estaba segura de que encontraría otra forma de compensar al guardia. Después de todo, él había accedido a ayudarla por una razón: explotar a las mujeres. Podía atraer a Emily de nuevo a su trampa y hacer que ella compensara al bribón.
Mientras tanto, el teléfono de Emily vibró con un mensaje de un número desconocido.
-Cuidado con la habitación 2302. Hay varios hombres allí que buscan hacerte daño. Todo orquestado por Sophia.
El corazón de Emily dio un vuelco. A pesar del aislamiento acústico del hotel, no podía ignorar el peligro inminente en la habitación contigua. El miedo la envolvió con más fuerza.
Sus dedos temblorosos escribieron una respuesta.
- ¿Quién eres?
- ¿No recuerdas? Estuvimos juntos hace solo una hora.
¡Era él!
¡Ese hombre!
Las manos de Emily temblaron aún más.
Luego llegó otro mensaje: -Piensa en lo que te dije anoche y llámame después de haber tomado una decisión.
Al final del mensaje, una firma: Satanás.
El nombre evocó de inmediato los recuerdos del hombre que la había sometido la noche anterior. Era como un demonio del infierno, irradiando una energía misteriosa pero peligrosa.
Se había ofrecido a ayudarla a vengarse. ¿Tendría rencor contra Nathan?
¿Quién era él?
¿El rival comercial de Nathan o el admirador de Sophia?
La mente de Emily estaba llena de preguntas sin respuestas. Cerró los ojos, tratando de aclarar sus pensamientos.
Solo era una mujer a punto de divorciarse. ¿Qué más podrían querer de ella?
El amanecer comenzó a romper el horizonte, bañando la habitación con una luz suave.
Emily fijó su mirada en la luz del sol, sintiendo que todo lo vivido la noche anterior era solo un sueño. Pero los rastros del alcohol y la habitación de hotel le recordaron que la realidad era mucho más dramática de lo que deseaba.
Se levantó lentamente de la cama, mirando con detenimiento la habitación, como si quisiera entender algo que no terminaba de encajar.
En ese momento, un nuevo mensaje llegó a su teléfono.
-Hay una tarjeta bancaria en la mesa con un millón de dólares. Gástalo como quieras, y avísame si no es suficiente.
Emily se sorprendió, su respiración se aceleró. - ¿Señor Satanás, estás tratando de mantenerme?
-Sé que no es mucho. No tenía mucho efectivo a mano cuando salí apresuradamente anoche. Proporcionaré más después.
Emily quedó atónita, incapaz de encontrar palabras. Sin pensarlo demasiado, marcó el número que aparecía en el mensaje.
La llamada se conectó después de una larga espera.
Una voz profunda y ronca la saludó. - ¿Emily?
El tono, al pronunciar su nombre, llevaba una intimidad ambigua, como si una mano invisible atravesara el teléfono para acariciarla.
Nathan siempre la había tratado con frialdad. Esta era la primera vez que un hombre la llamaba por su nombre con tanta calidez.
Emily vaciló por un instante, pero se armó de valor. -Señor Satanás, aprecio la oferta, pero no quiero ser mantenida. Entiendo lo que intentas hacer, pero no necesito tu ayuda. Lo que pasó anoche fue algo aislado, y no nos debemos nada.
El hombre rio suavemente. -Eres bastante sensata. Has despertado aún más mi interés.
- ¿Tú...? - Emily se quedó sin palabras.
-Emily, no hay prisa para rechazarme. Entiendo tu situación, y sé que el dinero te hace falta.
-No lo necesito. Puedo ganar mi propio dinero.
La voz de Emily fue firme. Aceptar dinero del diablo no era algo que pensara hacer tan fácilmente.
Pero justo cuando colgó, el teléfono volvió a sonar. Era del hospital.
-Emily, tu padre se ha enfermado después de una llamada y necesita cirugía de emergencia. ¡Por favor, ven inmediatamente!
Emily sintió el pánico apoderarse de su pecho. Sin pensarlo dos veces, salió disparada hacia el hospital, donde encontró que su padre ya había sido ingresado al quirófano.
- ¿Cómo está mi papá? - Preguntó Emily, ansiosa, a una enfermera que pasaba rápidamente.
Estaba estable antes, pero después de una llamada esta mañana, su situación cambió. La presión arterial de su padre se disparó a 180. Los médicos hacían todo lo que podían...
“Hacer todo lo que puedan” sonaba tan vacío frente a la vida de su padre.
William Carter, su padre, padecía de enfermedad cardíaca y llevaba años tomando medicamentos. Pero, con el tiempo, su condición empeoraba.
El doctor salió del quirófano, con su uniforme manchado de sangre.
- ¿Eres la hija de William Carter?
-Sí. ¿Cómo está mi papá? - La voz de Emily temblaba.
-Está en condición crítica y necesita cirugía inmediata... - La gravedad en el rostro del doctor lo decía todo.
Emily asintió con determinación.
-Por favor, doctor, tienes que salvarlo...
-Pero la cirugía cuesta...
El costo era de treinta mil.
A pesar de estar casada con Nathan, Emily no tenía esa cantidad de dinero.
Pero con la vida de su padre en juego, no había alternativa.
Con manos temblorosas, buscó el número de Nathan en su teléfono y lo marcó.
Tardó unos segundos en que la llamada se conectara.
La voz de Nathan, fría y distante, resonó en el teléfono.
- ¿Tanto te apuras a divorciarte?
Emily se dio cuenta de que hoy habían acordado encontrarse para los trámites del divorcio.
Miró la hora en su teléfono: eran las siete y media, aún antes de la cita establecida.
-Nathan... - Su voz vaciló, insegura. - ¿Podrías prestarme treinta mil...?
-Hmph. - La respuesta de Nathan fue cargada de desdén. - ¿Ahora te arrepientes? ¿No llené bien el cheque que te di ayer? ¿Eso es lo que necesitas para aceptar el divorcio?
-No... Yo... - Emily luchaba por encontrar las palabras adecuadas, la urgencia de la situación presionándola. -Nathan, incluso si tengo que rogarte, solo necesito treinta mil... Después de todo, aún soy tu esposa.
Nathan la interrumpió, su tono ácido. -Emily, tu avaricia me repugna.
La enfermera le habló en el fondo, urgida, pidiéndole que tomara una decisión rápidamente.
Apretando los dientes, Emily insistió. -Nathan, llámame codiciosa o lo que quieras, pero considera estos treinta mil como un préstamo. Trabajaré duro para devolverte cada centavo. La condición de mi padre es crítica, y nunca te he pedido nada antes, pero esta vez, te lo ruego...
- ¿Crítica? - La voz de Sophia irrumpió, cargada de malicia y diversión.
Emily se quedó en shock. - ¿Dónde está Nathan? ¿Por qué contestas tú?
El tono de Sophia fue lánguido, casi burlón. -Nathan dijo que no quería escuchar más de tu voz, así que me dejó a mí contestar. Querida Emily, eres tan molesta, llamando tan temprano y perturbando el sueño de los demás. Estoy agotada.
- ¿Durmieron juntos anoche?
-Por supuesto. Solo dormí en tu cama, querida Emily. Tu cama y tu hombre, ambos me parecieron bastante cómodos... - Sophia soltó una risa de satisfacción.
- ¡No tienes vergüenza! ¡No tengo tiempo para perder contigo! ¡Dale el teléfono a Nathan!
-Nathan dijo que, si no se trata del divorcio, no quiere hablar contigo más, - respondió Sophia, con una sonrisa burlona. - Escuché que tu papá necesita cirugía. ¿Le hace falta dinero, ¿verdad?
Emily luchaba por mantener la calma, el peso de la angustia presionando su pecho.
La vida de su padre pendía de un hilo, y el orgullo tenía que ser aplastado.
-Sophia, mi papá se enfermó después de una llamada esta mañana y está en mal estado. ¿Podrías pedirle a Nathan que me preste los treinta mil primero? Firmaré un pagaré...
-Si eso es lo que quieres... - Sophia se rio con diversión, disfrutando de la humillación de Emily. - Pero, aunque Nathan esté de acuerdo, no le permitiré darte el dinero. Porque esa llamada... la hice yo llamando a tu papá.
Emily se quedó paralizada, como si el suelo se hubiera abierto debajo de ella. - ¿Qué le dijiste?
-No mucho, solo mencioné tu pequeño affaire con un hombre. Quién hubiera pensado que el viejo no lo soportaría y se iría directo al quirófano...