Capítulo 1 Ella no puede quedar embarazada
-Señora, por favor, no se desanime demasiado. Su situación no es tan grave. La capacidad de concebir está profundamente ligada al estado emocional. Mantenga una actitud positiva y siga el tratamiento. Estoy segura de que tendrá un bebé sano.
Era la temporada más calurosa en Los Ángeles, pero Emily Carter, recién salida del hospital, sentía como si una fría brisa la envolviera. Un escalofrío helado la recorría, haciendo que su cuerpo temblara de manera incontrolable.
Carol, su suegra, la esperaba en la entrada del hospital. Al ver a Emily, le arrebató la mano y, con manos temblorosas, le quitó el informe de salud, murmurando de forma incesante:
-Déjame ver. ¿Cómo es posible que alguien esté casado tantos años y no tenga hijos?
Emily, instintivamente, trató de recuperar el informe, pero Carol la empujó con fuerza, ignorando el rostro pálido de Emily. Sin importar la multitud que pasaba a su lado, abrió el informe allí mismo, en plena calle.
Emily retrocedió, a punto de caer. El agotamiento, el estrés y la falta de agua se hicieron evidentes, y el sol abrasador la dejó desorientada por un momento.
Carol continuaba murmurando, pero Emily no lograba escucharla claramente. Su mente estaba nublada.
- ¡Mira! ¡Este es el problema! ¡No puedes concebir en absoluto! -gritó Carol, sacando a Emily de su aturdimiento.
-Yo... -Emily estaba demasiado débil para discutir. Solo quería irse a casa, alejarse de ese tormento.
Carol frunció el ceño al leer las palabras trompas de Falopio bloqueadas en el informe, su rostro se oscureció al instante, como si hubiera regresado del mismo infierno.
- ¿Qué más tienes que decir? ¡El diagnóstico del hospital te da menos del 20% de posibilidades de quedar embarazada! -La furia de Carol aumentaba con cada palabra, cada vez más implacable.
Emily negó con la cabeza, intentando aclarar sus pensamientos. Sabía lo que Carol pensaba de ella, lo sabía desde el primer día que se casó con Nathan. Carol la había despreciado siempre, pero ahora ese desprecio parecía más feroz que nunca. Durante cuatro años, Emily había soportado todo en silencio, intentando ganar un lugar en la familia, aunque su matrimonio no estuviera cimentado en el amor.
La gente que pasaba escuchó la voz estridente de Carol y, con las miradas curiosas de los transeúntes, Emily sintió cómo el mundo la observaba, como si fuera un payaso en el centro del escenario.
Nathan Reed, el único heredero de la poderosa familia Reed en Los Ángeles, era el esposo que Emily había obtenido a través de un contrato. Entendía perfectamente el deseo de Carol de ver a un niño que pudiera heredar la fortuna familiar, pero, a pesar de todo, Emily había soportado las humillaciones, consciente de que el amor nunca había sido parte de ese matrimonio.
-Carol, -dijo Emily, haciendo un esfuerzo por mantener la calma-, vamos a casa primero.
- ¡Esa es la mansión de los Reed, no tu hogar! ¡Entiéndelo! ¡No eres digna de estar ahí!
Las palabras de Carol atravesaron el aire como cuchillos, y Emily frunció el ceño, herida por el desprecio.
-De todas formas, Nathan y yo estamos legalmente casados. No puedes cambiar eso...
- ¿No puedo cambiarlo? ¡Sería mejor que te divorciaras de Nathan de inmediato! No pienses que no sé lo que estás planeando. ¡Déjame decirte, no tomarás ni un solo centavo de la fortuna de nuestra familia!
Cada palabra de Carol se clavaba en su pecho, y Emily sentía la presión de las miradas que la observaban. El calor abrasador del sol aumentaba, y las miradas de la multitud la hacían sentirse más pequeña y vulnerable que nunca.
Respiró profundamente, intentando calmar la tormenta que se desataba dentro de ella, pero la desesperación y la impotencia se adueñaban de su mente. Sin poder evitarlo, las palabras de Carol seguían resonando en su cabeza, envolviéndola en una oscuridad de la que no sabía cómo escapar.
Siguiendo el movimiento de Carol, los ojos de Emily se fijaron en su esposo, Nathan, quien sostenía con ternura a una mujer embarazada, su vientre apenas abultado. Él bajó la cabeza hacia ella con una suavidad que Emily nunca había visto en él. La mujer le susurró algo al oído, y Nathan le sonrió dulcemente antes de besarle la frente.
Nunca había visto a Nathan sonreír con tanta ternura hacia otra.
La mirada de Emily se desvió hacia la mujer en sus brazos y, de repente, una sensación extraña de familiaridad la invadió.
No era una desconocida. Era su prima, Sophia.
Un torrente de emociones la asaltó: shock, ira, incredulidad. Emily apenas podía creer lo que veía.
Sophia, al notar su mirada, se acercó lentamente y, con una sonrisa, acarició su vientre antes de decir alegremente:
-Emily, mi prima, estoy embarazada de Nathan. Acabamos de salir del chequeo y el doctor dijo que el bebé está perfectamente. ¿Adivina si es niño o niña?
Emily observó su propio vientre, sintiendo un temblor que recorría su cuerpo, incapaz de encontrar palabras.
- ¿Cómo pudiste...? ¡Él es tu cuñado! ¿Cómo pudiste hacerme esto? ¿Cómo pudiste seducir a tu propio cuñado?
Instintivamente levantó la mano para abofetearla, pero antes de que pudiera hacerlo, una fuerte mano la detuvo en el aire.
Nathan, con el rostro severo, la agarró y empujó hacia atrás. Se interpuso entre ellas y, en voz baja, dijo:
-Emily, lo has visto. Nos estamos divorciando.
Emily cerró los ojos, abrumada por el peso de la situación.
- ¿Cuándo empezaron ustedes dos? Como tu esposa, tengo derecho a saber.
- ¿Te atreves a preguntar? -Carol intervino con una arrogancia que dolió-. Déjame decirte, Emily, no tienes derecho a interferir en los asuntos de nuestra familia, ¡mucho menos en Nathan!
El aire se espesó y Emily, sofocada, murmuró entre dientes:
-Soy la esposa de Nathan. Mi esposo me engañó, y tengo derecho a saber, ¿no es así?
Carol soltó una risa despectiva.
-Tú, con tu origen en los barrios bajos, ¿te atreves a pensar que puedes ser parte de la familia Reed? El abuelo de Nathan tal vez se equivocó, pero yo no.
A su alrededor, la gente comenzaba a reunirse, como si estuvieran presenciando una escena dramática de la vida real.
Emily nunca imaginó que un día sería el centro de semejante circo.
Sophia, aparentemente avergonzada, se apoyó suavemente en el pecho de Nathan y, en voz baja, dijo:
-Carol, no culpes a Emily. Es mi culpa. Yo... simplemente amo tanto a Nathan.
Carol tomó la mano de Sophia con una sonrisa llena de satisfacción.
-Sophia, eres diferente de ella. Eres culta, y ahora llevas al heredero de la familia Reed. Eres mi nuera reconocida.
Emily cerró los ojos, casi esperando que todo fuera una alucinación provocada por el agotamiento.
-Sophia, siempre te he cuidado. ¡Desde que llegaste a esta ciudad para estudiar, te traté como a familia! Te ayudé a entrar en la empresa de Nathan. -Emily ya no pudo contener más las lágrimas-. ¿Cómo pudiste hacerme esto?
Nathan dio un paso adelante, interponiéndose entre Emily y Sophia, y con un tono firme dijo:
-Emily, Sophia es ahora mi mujer. Si estás enojada, puedes hablar conmigo al respecto.
¿Enojada?
¿Qué enojo podía sentir ahora?
Durante cuatro años, había soportado en silencio todas las injusticias, transformando cada pizca de ira en sumisión. Había intentado construir una relación armoniosa con Nathan y Carol, hasta siendo amable con la criada. ¿Qué más podía decir?
Al principio, el matrimonio con Nathan le llenaba de emoción. Lo adoraba. Quería ser una buena esposa, cuidar de él y tener una familia. ¿Qué había de malo en eso?
No tenía familia propia. Pensó que, al casarse, ganaría nuevos lazos, pero su vida se desplomó cuando su propia prima destruyó todo.
Su corazón parecía estar siendo desgarrado por una mano invisible, incapaz de sostenerse erguida ante el dolor.
-Vete a casa. No te hagas el ridículo en la calle -Nathan, un multimillonario famoso en Los Ángeles, no quería ser visto en público en una escena tan humillante.
Cuando Emily agarró la manija de la puerta del coche, la voz de Nathan la detuvo.
-Toma un taxi, no tomes este coche. Sophia se sentará en él.
Era un coche de cuatro asientos. Nathan conducía, Carol ocupaba el asiento del pasajero, y Sophia se acomodó en el asiento trasero, sonriendo con una disculpa.
-Lo siento, Emily. Nathan está demasiado preocupado por este niño...
Emily sonrió amargamente y cerró la puerta del coche con fuerza.
Todo esto era consecuencia de algo tan simple y doloroso: no podía tener un hijo.
Nathan arrancó el Bugatti negro y se alejó, dejándola sola, parada en la entrada del hospital. Los transeúntes la señalaban y murmuraban entre ellos.
Era la esposa oficial de Nathan, pero no era reconocida como tal por la familia Reed. Una esposa que nunca fue aceptada, una miembro de la familia que no existía para ellos.