Capítulo 5 ¿Por qué no tienes hijos?
Emily colgó el teléfono con tal fuerza que la pantalla casi estalló bajo el impacto de su furia.
Temblaba de rabia. ¡Era su prima, a quien siempre había tratado como familia, actuando como un demonio!
- ¿Señorita, señorita? - La enfermera al otro lado insistió, su voz tensa. - ¿Su padre se someterá a la cirugía o no...?
Bip, bip, bip... Un nuevo mensaje llegó.
- ¿Ya tomaste una decisión? -Satanás.
Emily metió la mano en su bolsillo, donde descansaba una tarjeta bancaria. Sin pensarlo dos veces, la sacó y la entregó a la enfermera.
- ¿Dónde pago?
La enfermera la condujo hacia la caja para pagar la tarifa y completar los trámites. La puerta de la sala de operaciones se cerró detrás de ella, y el brillante letrero rojo "En Cirugía" parpadeó sobre el umbral.
Retiró trescientos mil de la tarjeta de Satanás.
Emily suspiró con amargura. Finalmente, se había vendido por un precio.
-Estoy de acuerdo contigo.
Cuando envió esas palabras, se sintió vacía.
Pronto, Satanás respondió.
-Está bien. Esta noche, mismo lugar, Hotel Hilton, Habitación 2307, a las nueve en punto. Estaré esperándote.
Emily guardó el teléfono, evitando mirar ese mensaje una vez más.
La cirugía se extendió por horas, y Emily permaneció frente a la puerta, sin atreverse a alejarse ni un momento.
A las nueve en punto de la mañana, sonó el teléfono de Nathan.
-Ya estoy en el lugar designado. ¿Por qué no has llegado?
Emily respondió con sarcasmo.
-No puedo ir.
- ¿Vas a echarte atrás?
-No, nunca he deseado divorciarme de ti tanto como ahora.
- ¡Entonces apúrate! Tengo poco tiempo y no quiero desperdiciarlo contigo.
Emily replicó con frialdad.
-Soy igual que tú; no quiero perder ni un minuto más contigo. Mi papá está en cirugía. Te contactaré cuando su condición se estabilice.
-Emily, ¿qué estás tramando ahora? ¿O acaso quieres más dinero?
-No es necesario, ¡puedes usar tu dinero para mantener a tu repugnante amante!
Con estas palabras, Emily apagó el teléfono con una rapidez que le dejó una sensación extraña.
El bullicio de su mente se desvaneció, y se quedó sentada, quieta, junto a la puerta de la sala de operaciones, rezando en silencio.
La cirugía de su padre se extendió hasta las siete de la tarde. El tiempo se estiró interminablemente hasta que las puertas se abrieron finalmente. El doctor, con una sonrisa relajada, le dio la noticia que tanto esperaba:
-Felicidades, la cirugía de su padre fue un éxito.
Emily sintió como si la energía se le escapara del cuerpo, y de repente se desplomó en una silla cercana.
-Gracias, doctor, gracias...
Su padre fue llevado de vuelta a la sala de recuperación, rodeado de monitores y cables. A pesar de que estaba consciente, seguía necesitando cuidados constantes.
En la mesa de noche, su teléfono seguía allí, un modelo antiguo cuyas teclas ya casi no se veían. Su padre nunca lo había reemplazado, a pesar de que estaba desgastado. Comprar un teléfono nuevo no era una prioridad para él; prefería ahorrar ese dinero para Emily.
La noche pasó sin complicaciones, y al amanecer, su padre despertó lentamente. Al abrir los ojos, la vio a su lado, y un suspiro pesado salió de su pecho.
-Emily... lo siento por tu madre...
-Papá...
-Dime la verdad, ¿Sophia se equivocó? La que fue al hotel con un hombre... no eras tú, ¿verdad?
Miró a su padre, sus ojos llenos de una sinceridad que la paralizó. No pudo mentirle, pero esa vacilación fue suficiente para que la decepción apareciera en su rostro.
-Emily... ¿cómo llegaste a ser así? Nathan es un buen hombre, ¿cómo pudiste hacerle algo así, traicionarlo de esa manera?
-Papá, las cosas no son como piensas... Por favor, no te pongas triste, por favor...
La angustia en la voz de Emily hizo que William casi rompiera en lágrimas.
- ¿Nathan sabe de esto?
Ella no estaba segura.
Sophia siempre había mantenido una actitud sumisa frente a Nathan, y tenía la habilidad de fingir ignorancia sobre todo lo que sucedía.
-Probablemente aún no lo sepa.
-Tienes que cuidar bien a Nathan, estás casada con él. Si yo llego a morir, será él en quien te apoyes en este mundo...
La tristeza en las palabras de su padre la golpeó profundamente, pero antes de que pudiera responder, la puerta se abrió.
La enfermera entró, seguida de Nathan.
-Sr. Reed, la sala de William está aquí.
Emily levantó la vista, y sus ojos se encontraron directamente con los de Nathan.
Él seguía siendo el mismo: frío, imponente, con su expresión contenida. Su mirada pasó por encima de su rostro y se posó en William.
-Escuché que no te sentías bien, así que vine a verte.
William, aliviado de verlo, sonrió.
-Nathan está aquí, apúrate, siéntate. Sé que estás ocupado con el trabajo, no esperaba que Emily te lo dijera. Estoy bien, de verdad.
Nathan, sin inmutarse, contestó con tono directo.
-Esto no tiene nada que ver con Emily. Fue Sophia quien me contó sobre tu cirugía.
Emily captó el tono de sus palabras, y el significado subyacente la hizo estremecer.
Nathan no estaba allí por William, sino por su vínculo con Sophia.
William, igualmente desconcertado por el tono de Nathan, forzó una sonrisa que perdió algo de naturalidad.
- ¿Qué... qué está pasando?
Sophia, viendo la oportunidad, no pudo evitar dejar que una satisfacción se dibujara en su rostro.
-Papá, déjame decirte algo hoy. Nathan ya no es mi cuñado, él es...
- ¡Mi jefe! -interrumpió Emily rápidamente, antes de que las palabras de Sophia pudieran ir más lejos. No quería que su padre, recién salido de cirugía, se sintiera aún más perturbado por la revelación.
Se levantó, sonrió y dijo: -Papá, ahora Sophia trabaja en la empresa de Nathan y lo hace excelente. Nathan la elogia a menudo.
- ¿Ah, en serio? ¡Wow, Sophia es realmente genial! -William se iluminó, visiblemente feliz.
Emily, en un esfuerzo por suavizar el ambiente, trajo dos sillas del lado y las colocó cerca.
-Siéntense y hablen.
Nathan negó con la cabeza, su tono directo como siempre.
-No nos sentaremos. Todavía hay trabajo por hacer en la empresa, nos iremos pronto.
El "nosotros" que mencionó Nathan atravesó el corazón de Emily como una aguja. Ahora, Nathan y Sophia se habían convertido en "nosotros".
-Mi empresa realmente tiene mucho que hacer -añadió Nathan, con una ligera sonrisa de cortesía-. Cuídate.
Emily sintió cómo el aire se volvía más denso. Sabía que Nathan estaba a punto de irse, y William, sin embargo, no pudo evitar sentirse decepcionado, aunque trató de disimularlo con una sonrisa amarga.
-Tu carrera es importante, ustedes dos deberían irse. Estoy bien.
Nathan asintió, su expresión manteniéndose firme.
-Entonces nos iremos primero. Si necesitas algo, puedes decírmelo.
William siempre había estado muy satisfecho con Nathan como yerno. Su familia no era adinerada, y los gastos médicos siempre habían sido una carga. Le preocupaba lo que pasaría con Emily después de su muerte, pero desde que ella se casó, un peso se había aliviado de su pecho. Finalmente, su hija tenía a alguien en quien apoyarse.
En su mente, el matrimonio de Emily era casi perfecto. Si tan solo pudiera ver a su hija tener un hijo...
Vaciló unos segundos, midiendo sus palabras antes de hablar con cautela:
-Nathan, espero que no te importe que pregunte... Quiero saber, ¿cuándo planeas tener un hijo con Emily?