Capítulo 3 El hombre en la habitación
Nathan llamó a la ambulancia de inmediato.
El sonido de la sirena se escuchaba abajo, cada estridente nota parecía perforar los oídos de Emily.
Nathan corrió a ayudar a Sophia, bajando las escaleras a toda prisa, sin mirar atrás ni una sola vez hacia Emily.
Carol estaba en la puerta, con las manos en las caderas y el pecho subiendo y bajando de tanto enfado. Ordenó a la criada que sacara todas las pertenencias de Emily y luego la empujó hacia afuera.
- ¡Mujer despreciable! ¿Cómo te atreves a intentar asesinar al futuro heredero de nuestra familia Reed? ¡Vete! ¡Nunca más pongas un pie en nuestra casa!
Con un fuerte golpe, la puerta de la villa se cerró lentamente frente a los ojos de Emily.
Ella miró la ropa esparcida por el suelo, los puños tan apretados que casi se clavaban en su propia piel.
En realidad, no tenía muchas pertenencias. Cuando se casó con Nathan, además de lo esencial, no trajo nada a esa villa, salvo un par de pendientes que le había dejado su madre y algunos suministros básicos. Los pendientes, el único legado de su madre, los había guardado celosamente en una pequeña caja.
Ahora, fueron arrojados groseramente, uno yacía en la hierba fangosa, el otro no se encontraba por ningún lado.
El teléfono de Emily sonó de repente.
- ¿Hola? -respondió.
- ¡Emily, acabo de ver a Nathan en el hospital! Está con otra mujer...
-Está con mi prima Sophia -susurró, dejando escapar un suspiro amargo-. Ya lo sé.
Era Olivia, su amiga de toda la vida.
El padre de Olivia, director del hospital, había escuchado la voz de Carol en el vestíbulo y, debido al alboroto, ya sabía lo que había sucedido. Preocupada, Olivia llamó para ver cómo estaba Emily.
-Emily... -dijo Olivia con cautela-. No te sientas mal. ¿Dónde estás? Voy a recogerte, te acompañaré.
En poco tiempo, Olivia llegó y detuvo su coche deportivo rojo frente a la villa de los Reed.
Al ver a Emily, ya con sus pocas pertenencias metidas en una maleta, sentada sola junto al cruce de caminos, su expresión era la de un alma perdida, con la cabeza baja, casi como una niña abandonada.
-Olivia, ya estás aquí... -se levantó, forzando una sonrisa.
Los ojos de Olivia se humedecieron al instante.
- ¿Por qué haces esto? Traté de evitar que te casaras con Nathan, pero no quisiste escucharme.
Emily dejó escapar una sonrisa irónica.
-Sí, lo busqué por tonta.
Olivia, desconsolada, la ayudó a subir al coche.
-No hablemos de eso ahora. Vamos a un lugar tranquilo, necesitas descansar.
-Olivia, quiero beber... -dijo Emily, mirando su reflejo en el espejo retrovisor, con una voz suave.
Olivia, al ver la desesperación en sus ojos, comprendió lo que quería hacer y asintió. -Está bien.
El coche se detuvo frente a un bar conocido. Olivia, habitual en el lugar, guió a Emily hasta un asiento familiar y pidió una botella de licor.
Emily tomó la botella y comenzó a beber sin pensarlo.
-Oye... ve despacio. No estás acostumbrada a este tipo de alcohol...
Emily sonrió, dejando que las lágrimas se deslizaran por sus mejillas. -Está bien. Estoy feliz.
- ¡Feliz, qué tontería! -respondió Olivia, preocupada. El bar no era el lugar más seguro, y con Emily tan vulnerable, temía que algo malo pudiera ocurrir si bebía demasiado.
Olivia llamó a un camarero. -Por favor, llévenla a la habitación 2301.
2301 era la habitación que Olivia había reservado, un lugar más seguro donde podrían estar tranquilas. El camarero la ayudó a levantarse y la condujo al ascensor. Emily, completamente mareada, apenas podía mantenerse en pie.
Una vez en la habitación, Emily fue colocada en la cama. La oscuridad y el silencio la envolvieron. El alcohol la tenía fuera de sí. Su cabeza latía fuertemente, y sus pensamientos se mezclaban en un torbellino.
Recordaba vagamente a Olivia acariciándole la mano y diciéndole suavemente: -No bebas más. Si sigues así, te intoxicarás. Iré a buscar unas pastillas para aliviarte. Quédate en mi habitación, ¿de acuerdo?
Emily asintió con dificultad, y, después de un rato, la influencia del alcohol la llevó a dormir en la cama, la habitación sumida en la calma.
-Oh...
Un cuerpo cálido se recostó sobre el suyo, y un beso ardiente y demandante aterrizó en su rostro. De repente, un tenue olor a cigarro la rodeó.
¡Había un hombre!
Emily se quedó inmóvil, con el corazón acelerado, intentando apartarlo. - ¿Quién eres tú? ¿Cómo entraste aquí?
Escuchó una risa suave, seguida de una voz profunda que susurró cerca de su oído: -Estate conmigo. Te ayudaré a vengarte y a recuperar lo que te pertenece. ¿Qué opinas?
Las manos del hombre eran frías, deslizando desde sus caderas hasta sus muslos, subiendo por su torso. En cada rincón que tocaba, Emily sentía cómo su cuerpo se calentaba.
-Uh… oh…- Emily intentó resistir, pero el tacto y la seducción del alcohol la hicieron gemir.
-No te arrepentirás de esto. - El hombre terminó de hablar y, sin más, la invadió.
Emily experimentó sensaciones desconocidas. Un cosquilleo y una extraña comodidad se esparcieron por su cuerpo, y sin pensarlo, apretó las piernas alrededor de su cintura.
…
Cuando Emily despertó, dudó si todo había sido un sueño.
Fuera de la ventana, la oscuridad aún dominaba, aplastante, dificultando la respiración.
Olivia estaba al borde de la desesperación. No encontraba a Emily, no podía comunicarse con ella. La vigilancia del hotel estaba fuera de servicio por el día, y la frustración la hacía estar al borde de las lágrimas.
Cuando ya estaba por llamar a la policía, una voz la detuvo.
-Olivia, estoy aquí.
Olivia se giró al ver a Emily, respirando aliviada. Mientras la conducía hacia la habitación, todavía no podía disimular su enojo. - ¿El camarero estaba sordo? Claramente le pedí la habitación 2301, ¿cómo te llevó a la 2307? Pensé que te había perdido.
Emily miró la hora en su teléfono. Eran las dos de la mañana.
Su cuerpo estaba adolorido, y su cabeza parecía a punto de estallar. -Tal vez el bar estaba demasiado ruidoso, y el camarero no escuchó bien.
Olivia la observó y, suspirando, dijo: -Mientras estés bien. Aquí tienes unas pastillas y algo de leche.
Tras tomar las pastillas, Emily sintió un alivio inmediato.
El teléfono de Emily sonó. Era una llamada de Nathan.
¿Finalmente Nathan recordó verificar cómo estaba ella?
Contestó, - ¿Hola?
- ¿Dónde estás? - Preguntó Nathan con frialdad.
Emily respondió con el mismo tono helado, -Eso no es asunto tuyo.
Hubo una pausa al otro lado de la línea. -Mañana por la mañana comenzaremos el proceso de divorcio. Luego podrás hacer lo que te plazca, ser tan promiscua como quieras.
- ¿Promiscua? - Su mente quedó en blanco por un momento.
-Mi mamá me dijo que te vio subiendo a un coche de lujo. Emily, no esperaba que ya hubieras encontrado a un nuevo hombre. Te subestimé.
Emily rodó los ojos, cansada. -La persona que me recogió fue Olivia… Olvida lo que dije, no vas a creer nada de lo que te cuente.
Colgó el teléfono. En ese instante, Emily sintió con claridad que esta relación carecía de sentido.
Se había topado con alguien que nunca la había amado. No importaba lo que hiciera o dijera, siempre estaba equivocada.
A los ojos de Nathan, ni siquiera era digna de su confianza.
Era absurdo.
Olivia, al ver la expresión de Emily, dijo con calma: -No te preocupes, el divorcio no es para tanto. Este matrimonio no vale la pena continuar. Eres tan hermosa, sin duda encontrarás a un hombre mejor.
En el hospital, Nathan observó la pantalla de su teléfono, sorprendido.
Era la primera vez que Emily le colgaba.
Sophia tomó la mano de Nathan con preocupación. - ¿Está bien Emily?
-Debería estarlo. Está con Olivia.
Sophia asintió, aliviada. -Entonces me sentiré mejor. Nathan, gracias a Dios que nuestro hijo está bien, de lo contrario no sé qué habría hecho...
Al mencionar al niño, el corazón de Nathan se ablandó al instante.
-No te preocupes, conmigo aquí, nadie te hará daño a ti ni al bebé.
-Sí, - Sophia asintió, con la mirada baja, -Nathan, lo que pasó entre nosotros debió haber afectado mucho a Emily. Me siento culpable.
La sonrisa de Nathan se desvaneció un poco. -No pienses demasiado, descansa bien. La niñera está aquí para cuidarte. Tengo que volver a la oficina para ocuparme de algunos asuntos.
-Está bien, conduce con cuidado. Tanto yo como el bebé te queremos.
Nathan salió de la habitación, y Sophia, al verle irse, sacó un teléfono de su bolso y marcó un número con rapidez.
Tan pronto como la llamada se conectó, su voz se tornó tensa y urgente. - ¿Dónde están las fotos? Ya pasó la hora que acordamos, ¿por qué aún no has enviado las fotos a mi correo?