Capítulo 49 49
Las brujas estaban allí, sus bocas en movimiento, pero de ellas no salía ningún sonido. Sus ojos se habían tornado de un blanco opalescente, como si hubieran perdido toda conexión con el mundo terrenal. De repente, sombras negras comenzaron a emerger de mi cuerpo, deslizándose como serpientes oscuras. Cada centella de oscuridad que se desprendía de mí era como si me arrancaran la piel con garras afiladas, un dolor insoportable que hacía que mis huesos parecieran romperse bajo la presión de la agonía. El calor de mi hijo se volvió una llama que devoraba mi ser, mientras las sombras se liberaban, formando un torbellino de oscuridad alrededor de mi cuerpo. Los ojos aterradores de Thora me miraron.
—Salva a tu hijo —me dijo.
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