Capítulo 46 Fingir no saber
De pie en el centro, Mateo desprendía un aire de intimidación. Hacía que la gente temiera encontrarse con su mirada o albergar cualquier desprecio. Después de mirar a su alrededor, parecía haber tomado la decisión de reurbanizar el terreno.
—¿Es ese... ¿Mateo Quintana? Vaya, ¡tenemos mucha suerte! Si no estuviera casada y sólo tuviera ojos para mi marido, me habría sentido tentada. —Los ojos de Nereida brillaban mientras miraba fijamente a Mateo.
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