Capítulo 126 Isabella en manos enemigas
Francesco y sus hombres se dirigían al puerto. Al mismo tiempo, Isabella se encontraba en un apartado lugar. El dolor se esparcía por cada rincón de su cuerpo como llamas abrasadoras. Sentía el sabor metálico de la sangre en su boca, su labio partido palpitaba con intensidad y su mejilla ardía por el último golpe recibido. Atada a una silla de madera en medio de un lúgubre depósito, la luz de una única bombilla colgante oscilaba sobre ella, proyectando sombras grotescas en las paredes mohosas.
Frente a ella, con una sonrisa retorcida, Roger la observaba como un depredador que acaba de atrapar a su presa. Sus ojos oscuros destellaban con una satisfacción macabra mientras se paseaba con tranquilidad entre sus dos secuaces, hombres de rostros marcados por cicatrices y vidas llenas de crimen. A su derecha, Víctor, de complexión robusta, con una cicatriz serpenteando por su mejilla, y a su izquierda, Reinaldo, delgado, con unos ojos fríos y vacíos que parecían no tener alma.
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