Capítulo 25 Sin rumbo fijo
Luego de que se escuchara el disparo, todo quedó en silencio. Muchos contenían la respiración. Elena seguía de pie frente a Isabella, inmóvil. De repente, Dimitri se desplomó al suelo, con la pierna herida. El dolor deformaba sus facciones en una mueca de sufrimiento. Elena, paralizada por el miedo, mantenía los ojos fijos en Isabella, su rostro bañado en lágrimas reflejando una mezcla de terror y desesperación.
Elena respiró aliviada y dijo: —Estás demente, Isabella. Te atreviste a disparar, gracias a Dios fallaste.
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