Capítulo 63 Que comience la función
El amanecer trajo consigo una luz tenue que apenas lograba penetrar el oscuro y lúgubre lugar donde Alessa se encontraba prisionera. Sus ojos, hinchados por la falta de sueño y el agotamiento, se entrecerraron al notar el rayo de sol que se colaba a través de un pequeño agujero en el techo que no pudo divisar la noche anterior, un recordatorio cruel de que el mundo exterior seguía existiendo mientras ella permanecía atrapada en ese infierno.
El lugar era frío, con paredes de concreto desnudo que rezumaban humedad. El aire estaba impregnado de un olor metálico, mezcla de óxido y sangre seca. En una esquina, un pequeño charco de agua estancada reflejaba la luz que se filtraba, creando una atmósfera tétrica y desesperanzadora.
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