Capítulo 7 Primera batalla, el dinero también es aceptable
La brisa nocturna era fresca.
Daniel miró al brillante cielo estrellado y sonrió un poco.
Aquel día había vivido demasiadas cosas, algo que una persona normal no vería en toda su vida. Y, sin embargo, lo había experimentado todo en un solo día.
Varios golpes se sucedieron, casi empujándolo al abismo.
Por suerte, la aparición de la Escritura Inmortal del Saco Azul fue como un rayo de luz en la oscuridad, que le permitió volver a ver la esperanza.
«No tendré miedo. ¡Me enfrentaré a la luz y viviré con valentía!».
Daniel apretó el puño, sintiendo un escalofrío recorrer su cuerpo que inesperadamente hervía de sangre caliente.
Emocionado, Daniel se dio la vuelta y se marchó. Era hora de volver a casa y descansar. Había muchas cosas importantes que hacer mañana, y no podía permitirse retrasarlo.
Mientras caminaba por la calle empedrada, se le acercó un anciano de cabello blanco.
El anciano vestía un traje conservador de color rojo oscuro, se apoyaba en un bastón y se balanceaba al andar. Su rostro tenía un aspecto desagradable. Cuando llegó junto a Daniel, su bastón cayó al suelo y se apoyó en él.
En un instante, Daniel se quedó atónito. Por su mente pasaron innumerables hechos despreciables que existían en Internet.
«¿Me están robando?».
—¡Oye, oye, oye! Viejo, ¿qué quieres hacer? ¿Estás tratando de robarme? Déjame decirte que soy tan pobre que hasta mi ropa interior tiene agujeros. Será mejor que busques a alguien más. Si me haces enojar, te daré un puñetazo o dos.
Daniel levantó las manos y gritó rápidamente.
Pum.
Al momento siguiente, el anciano se desplomó en el suelo, con el rostro pálido y el cuerpo inmóvil.
Algo iba mal.
No había sido un robo.
—¡Oh, no! No es un robo. ¡Es una enfermedad repentina!
La cara de Daniel cambió de manera drástica. Pronto se puso en cuclillas, colocando sus dedos sobre el pulso del anciano, sintiendo el débil pulso.
Infarto súbito de miocardio: ¡paro cardíaco!
Esta enfermedad era tan feroz como un tigre, sobre todo para alguien de la edad del anciano. Si no se trataba rápidamente, las consecuencias serían inimaginables.
«¿Debo salvarlo o no?».
Tras pensarlo un instante, Daniel dejó de dudar y enseguida se arrodilló en el suelo para realizar la reanimación cardíaca.
Las compresiones continuas y rítmicas duraron diez minutos. En la frente de Daniel aparecieron gotas de sudor.
El efecto fue notable. El corazón del anciano, que se había detenido, empezó a latir lentamente.
Daniel se levantó y presionó con los dedos varios puntos de acupuntura del cuerpo del anciano, y un cálido resplandor brotó de las yemas de sus dedos, infiltrándose en el cuerpo del anciano.
Esta era la técnica médica de la Escritura Inmortal del Saco Azul. Era la primera vez que la utilizaba y el efecto era bueno.
Lentamente, el anciano abrió los ojos. Estaban sin vida, pero llenos del brillo de haber sobrevivido a un desastre.
—Uf. La primera prueba práctica salió bien.
Daniel respiró aliviado.
Estaba bastante satisfecho con el primer efecto práctico de la Escritura Inmortal del Saco Azul. Esta enfermedad no era demasiado difícil de tratar. Incluso algunos estudiantes de medicina podían hacerlo mejor.
Sin embargo, manejarla y recibir un tratamiento efectivo eran dos cosas distintas, y las consecuencias eran completamente diferentes.
—Señor, ¿tiene el número de teléfono de un familiar? Tiene que ir al hospital para que lo examinen en su estado actual. —Daniel ayudó al anciano a levantarse.
El tiempo era cada vez más frío y el cuerpo del anciano no podía tomarlo mientras permanecía de pie en la calle empedrada.
Tomó su teléfono y, tembloroso, marcó un número. Tras explicar dónde se encontraba, colgó.
—¡Joven, gracias por salvarme la vida!
El anciano respiró hondo, sintiéndose asustado por la experiencia cercana a la muerte en este momento, y no se atrevió a pensar en ello.
Daniel sonrió con amargura.
—Señor, casi me mata del susto. Pensé que me había encontrado con un ladrón.
En estos días, el ejército de ladrones es realmente aterrador. Hay que ser cautelosos.
El anciano negó con la cabeza.
—Viejo como yo, he derramado sangre y sufrido heridas en el campo de batalla, ¡pero nunca he cometido ningún acto engañoso!
«¿En campo de batalla?».
Daniel de inmediato mostró respeto.
—Justo ahora, ¿dijiste que me darías un puñetazo o dos? —El anciano sonrió.
La vergüenza apareció en la frente de Daniel.
—Es broma. Señor, no se lo tome a pecho. No salga tan tarde en la noche cuando el clima se vuelve más frío. Tienes una enfermedad recurrente en su cuerpo, que es propensa a brotes en climas fríos, junto con su problema cardíaco. No se puede resfriar.
Daniel dio algunas instrucciones al anciano.
Al cabo de un rato, varios hombres de mediana edad corrieron despavoridos. Iban bien vestidos y tenían un aspecto extraordinario. No dejaban de dar las gracias a Daniel.
Alguien incluso tomó una tarjeta bancaria e intentó dársela a Daniel, pero el anciano la tiró con cara severa.
—¡No manches a este niño con las cosas de la sociedad! ¡Tiene la conciencia tranquila y un futuro brillante! Joven, deje sus datos de contacto. Cuando mejore, se lo agradeceré como es debido.
Después, todos ayudaron al anciano a marcharse.
Daniel miró su palma vacía, sintiendo a la vez llanto y risa.
«Solo soy una persona común. ¡Qué futuro tan brillante! Dar dinero, podía aceptarlo».