Capítulo 9 Inesperada visita

Rhainys Luego de que el rey se marchara del jardín el día anterior, Myril la había llevado de regreso a su recámara para comenzar a empacar sus pertenencias. Las primeras horas había creído que nadie iría a buscarlas y que sus palabras quedarían en el olvido, pero cuando la doncella cerraba el segundo y más grande de sus baúles, los toques en la puerta de su recámara la sorprendieron. Nunca en los cuatro años que había estado viviendo allí alguien había ido a visitarla o había tenido la cordialidad de tocar la puerta antes de entrar, salvo Tyre. Su doncella sonrió a medias con esa extraña actitud altiva que ya le añadía como característica y caminó hasta la entrada para poder abrir a puerta. En el exterior se encontraban dos guardias reales que miraban la estancia con curiosidad junto a dos grandes criados que no parecían felices de estar allí. Myril los recibió con cordialidad carente de simpatía y les indicó cuáles eran los baúles listos para transportar. Unas horas más tarde se encontraba instalada, con su doncella, en una nueva recámara del palacio. El lugar era impresionante y grande, lleno de los lujos que solo se había atrevido a soñar en sus primeras semanas de llegada. Dos ventanales inmensos que eran cubiertos por suaves cortinas blancas se abrían completamente hacia el jardín que ella le había indicado al rey. Su recámara era exactamente lo que había pedido y lo que siempre había soñado. Una sonrisa se abrió paso por su rostro mientras la emoción la llenaba con tanta intensidad que estuvo tentada a dar saltos de felicidad hasta estar junto a su doncella, quien había desempacado y arreglado sus pertenencias en tiempo récord. -Pronto debemos partir a sus prácticas diarias, majestad -le informó Myril desde una esquina de la recámara -podríamos comenzar a vestirla ahora. -¿Vestirme? -inquirió ella confundida -pero ya lo estoy. Este es el mismo vestido con el que desayuné y paseé esta mañana, no veo razones para cambiarlo. -Tal vez ayer, cuando era llamada la princesa rechazada, majestad -comentó la doncella sin mostrar pena por usar el sobrenombre que le daba el pueblo de Voramir -pero hoy es un nuevo día y el rey le ha otorgado un muy diferente puesto frente a los de su pueblo. -No creo poseer la confianza que tu muestras, Myril -comentó ella con una media sonrisa -estamos en esta recámara porque se lo pedí a Erendel, nada más. No es un acto de bondad, es un pago por los años que viví en la sombra. -Él la llamó su reina frente al consejo y eso no fue una petición -afirmó la doncella con simpleza -además, ¿el rey siempre se mostró tan diligente con sus peticiones? O tal vez solo está cambiando su comportamiento. -No lo fue -admitió ella con confusión -pero no lo consideraría un cambio bienvenido tan pronto. Eso sería un error. -Hay que tomar ventaja de todas las oportunidades que se presenten mientras todavía pueda hacerlo, majestad -rebatió la doncella comenzando a rebuscar entre sus vestidos -si algo he aprendido en mis años de servicio, es que una dama solo tiene una oportunidad para decidir. Ella observó a la doncella con una sonrisa y se acercó al baúl. -Sin embargo, no veo como mi vestuario o el cambio de este, pueda estar relacionado con el rey -ofreció ella regresando a su primer asunto de confusión. -Porque ahora ya no puede ser vista como la princesa extranjera, majestad -explicó la mujer seleccionando un vestido que reservaba para ocasiones muy formales -si el rey la ha nombrado su reina públicamente, es su deber verse, comportarse y representar esa imagen con orgullo. No puede ser nada distinto o se arriesga a poner la palabra del rey en duda. Comprender la razón en las palabras de su doncella la hicieron elevarse y llenarse de una presión que nunca antes había sentido. Cuando había estado en Venintus, su hogar, jamás había tenido que cumplir un papel real porque era demasiado pequeña en las épocas en las que su madre vivía y ella había deseado que tuviera una infancia feliz sin responsabilidades. Luego, cuando había dejado atrás sus primeros años, su padre había estado tan inmerso en la guerra que nunca la había hecho cargar con la imagen de su título. En ninguna de las dos ocasiones había podido enfrentarse a la realidad de llevar la carga de una princesa y ahora debía asumir las responsabilidades de una reina sin tener ningún tipo de preparación o espacio. Los cambios estaban sucediendo muy rápido y eran demasiado grandes para poder asumirlos con tanta eficacia, sin embargo, lo intentaría porque no le quedaba de otra. Ella se colocó el vestido formal con obediencia y se sentó frente al gran espejo de la recámara para que Myril la peinara. Pronto, estuvo convertida en la mujer de la corte que todo el mundo había esperado desde su llegada. -Se ve hermosa, majestad -la halagó su doncella al admirar el resultado final -toda una reina. Ella sonrió sin saber cómo sentirse o responder a aquellas palabras y asintió. Unos toques en la puerta las alertaron. Myril abrió, como siempre lo hacía, y en esa ocasión se encontraron a tres personas del otro lado de la puerta. Un guardia que ya conocían, un sirviente que solía cumplir con las órdenes que la involucraban y otro hombre bastante avanzado en años que nunca había tenido la oportunidad de conocer. Este último fue el que se acercó con una carga en las manos. -Majestad -la saludó el hombre con una reverencia que ninguna persona de Voramir le había regalado hasta ese momento -he traído su dragón. El rey me informó que deseaba uno a su lado y si me permite el atrevimiento, estoy encantado de que haya decidido seguir con las tradiciones de Voramir. -Por supuesto -dijo ella con simpleza, pero gracia -soy la reina, es mi deber perpetuar las tradiciones de este precioso reino. Todos los ojos la miraron con impresión, pero nadie se atrevió a decir una sola palabra. El hombre le entregó por fin el paquete en sus manos y ella pudo observar a la criatura con curiosidad. Nunca había podido ver un dragón de Voramir antes, porque se suponía que eran los animales de compañía exclusivos de la realeza, más específicamente, de las reinas. No se permitía que nadie más los llevara o que otros que no fueran los sirvientes de la corona, los criaran. Y ahora ella era la dueña de uno, de esa mítica criatura. Era de color miel y sus ojos eran amarillos como los suyos. Pequeño, un bebé, tan esponjoso como suave por su pelaje. Cuatro delicadas patas que también servían como garras retráctiles, pero lo más impresionante eran las alas. Dos, que se encontraban en sus hombros. Ese pequeño animal era llamado dragón de Voramir por su habilidad para volar y por sus letales colmillos venenosos, que desarrollaban cuando alcanzaban la madurez. -Es hermoso -musitó ella con emoción. -Solo debe quitar la cobertura que lleva en el hocico, majestad -instruyó el sirviente -una vez que reconozca su olor, estarán unidos de esa forma y para siempre. Y así lo hizo. El pequeño dragón lamió su rostro con dulzura reconociéndola como compañera y demostrándoles a los ojos que la observaban, que ella era digna de llamarse reina de Voramir. Aquella demostración era más valiosa que los vestidos y el porte, no la desperdiciaría. ֎֎֎֎֎֎֎֎֎֎֎֎֎֎֎֎֎֎֎֎֎֎֎֎֎֎֎֎֎֎֎֎֎֎֎֎֎֎֎֎ Erendel Había estado reunido con sus guardias entrenando en la arena del palacio, cansado y sudado de todo el esfuerzo físico que había estado ejerciendo. Toda la confusión, tensión, estrés, junto a los reclamos o juicios que había escuchado en los susurros de los pasillos del palacio fueron descargados con cada estocada de su espada. Sus guardias habían respondido con fuerza y rapidez, por lo que se habían sentido orgulloso de liderarlos, de todo lo que habían logrado. Ahora caminaba en dirección a las salas de prácticas donde Elvina lo esperaba. La hechicera lo había llamado mediante uno de sus sirvientes. -Escuché que ha hecho cambios bienvenidos, majestad -lo saludó Elvina con una gran sonrisa -me alegra mucho que haya decidido hacerlo. ¿Ha cambiado por fin su forma de proceder con la reina? -Tuve que hacerlo -admitió él -parece que mi esposa ha estado tan contenta con mi papel de consorte como yo lo estuve con su papel de reina de Voramir. La hechicera soltó una suave risa y asintió. -La reina estuvo aquí esta tarde para sus prácticas mágicas -le informó la mujer -debo decirle que se veía mucho más sonriente, más llena de energía y dispuesta a intentar las lecciones que le voy dejando. Creo que su nuevo dragón es también una excelente adquisición para ella, los sirvientes se voltean a verla en los pasillos. -Fue Rhainys quien lo pidió -afirmó él con algo de orgullo en su pecho. Le gustaba saber que su esposa se encontraba contenta con los deseos que había decidido cumplir. -Eso es excelente, majestad -convino la hechicera -pero no es por eso que le pedí que viniera. Esta tarde no solo noté los cambios que ha hecho la reina, sino que, además, pude ver ciertas molestias que parecía tener en el costado de su cuerpo donde las heridas siguen sanando. Él se alarmó de inmediato. -¿Es algo grave? -preguntó él con más fuerza de la deseada -¿qué se puede hacer? Dímelo y me encargaré de que se cumpla. -Calma, majestad -sonrió Elvina y le ofreció un frasco de color gris turbio -he desarrollado un ungüento que ayudará a su esposa a sanar. Debe aplicárselo todas las noches a partir de hoy. -Se lo llevaré de inmediato -afirmó él con más premura de la que quería demostrar. -Oh majestad, pero eso no era lo que pretendía -lo interrumpió la hechicera -el único motivo por el que se lo entrego a usted y no solo a un sirviente cualquiera, es porque tenía la esperanza de que pudiera acercarse a la reina con este motivo. Dígale que yo le he dado las indicaciones de aplicación y que, por eso, solo puede hacerlo usted. Observó a la mujer con sorpresa antes de asentir. No había demasiado que pudiera decir en ese momento. Se marchó con una extraña sensación de hormigueo en las entrañas. Regresó a su recámara para limpiarse y dejó que las horas del día transcurrieran la enorme cantidad de responsabilidades que normalmente debía enfrentar. Sin embargo, nada pudo distraerlo lo suficiente como para que olvidara el pequeño frasco en el bolsillo de su vestimenta. Debito a eso, luego de que su ayuda de cámara dispusiera del espacio para que pudiera acostarse a descansar en sus aposentos, se colocó una bata sobre las ropas de dormir. No había nadie en los alrededores, era lo que había esperado. Con la botella en la mano se dirigió al pasillo para poder caminar hasta la recámara de Rhainys. En ese momento agradecía grandemente el cambio que su esposa le había solicitado, ya que, ahora la distancia entre sus aposentos era de solo unos metros. Rhainys había sido mudada oficialmente a ala real del castillo y eso ayudaba con los objetivos de esa noche. Ideas más atractivas sobre esta nueva cercanía llenaron sus pensamientos, pero intentó ignorarlos a pesar de que el placer recorrió su cuerpo. Tocó con delicadeza la puerta de la recámara de Rhainys y esperó en el pasillo. Inesperadamente la madera se movió y la doncella de su esposa apareció para recibirlo. La sorpresa en el rostro de la mujer no pasó desapercibida, aunque intentara controlarla. -Majestad -lo saludó la doncella con la típica inclinación. -He venido a ver a mi esposa -anunció él con firmeza, queriendo aparentar confianza. Unos segundos más tarde, se encontraba frente a Rhainys, quien llevaba como él, una bata simple que estaba seguro cubriría sus ropas interiores que usaría para dormir. -Erendel, ¿qué es lo que sucede? -preguntó ella con confusión -¿por qué estás aquí? Y a estas horas, ¿ha sucedido algo alarmante? Observó como la doncella salió de la recámara con discreción en ese instante. -La paz todavía persiste en el reino, tranquila -ofreció él acercándose -estoy aquí porque Elvina ha notado las incomodidades que tus heridas deben estarte causando. Me ha entregado un ungüento para ayudarte con los dolores y malestares. -Oh, de acuerdo -comentó ella alargando su delicada mano -le diré a Myril que… -Yo lo haré -interrumpió él abriendo el frasco en el proceso. Rhainys lo miró como si no comprendiera su proceder y él solo se acercó. -Debe aplicarse de una forma específica y la hechicera me indicó el procedimiento -explicó él usando la excusa que Elvina le había dado. El rostro de su esposa se llenó de un rubor suave que hizo a su corazón acelerarse. -Muy bien -aceptó ella finalmente, aunque la duda persistía en su voz -intentaré cubrirme un poco primero… La voz femenina se perdió en las palabras. -Hazlo del modo en el que te sientas cómoda -le dijo él con cuidado. Varias maromas fueron realizadas con los ropajes hasta que Rhainys se desprendió de la bata que la cubría. Su enagua interior era una pieza sobria que no estaba hecha para la seducción, pero que de todas formas lo hechizó. Ver por primera vez a la mujer con la que estaba casado, de ese modo, fue como sufrir una revelación. La figura femenina destacaba debajo de la tela blanca y lo atraía como una trampa, no sabía cómo su cuerpo estaba reaccionando de una forma tan intensa, si como el rey podía deleitarse con la desnudez de cualquier mujer de la corte. Sin embargo, eran los misterios sensuales de su esposa que no dejaban de tentarlo y atraerlo en ese instante, no existía nada más que ella. Se acercó hasta que pudo oler la fragancia a flores que el baño debía haberle dado a su tersa piel y cuando ella descubrió su piel para que pudiera mirar sus heridas por primera vez desde el ataque, deseó acariciar la piel dañada solo para poder consolarla. -El ungüento -musitó ella mirándolo directamente. Su mirada encandilada le mostró que Rhainys experimentaba las mismas sensaciones que lo embriagaban en esos minutos y se sintió como si pudieran compartirlo hasta el punto en el que el placer fuera mutuo. Él aplicó la crema en la piel de su esposa disfrutando de cada toque robado que pudo obtener y se complació al escucharla contener la respiración. -Muchas gracias -le dijo ella con las mejillas arreboladas. -Es un placer -respondió él con un tono ronco que fue sorpresivo. Sus dedos se mantuvieron sobre la piel delicada de su esposa, cuando de pronto las puertas de la recámara fueron abiertas con fuerza sorprendiéndolos a ambos y él se movió por inercia para cubrir la decencia de Rhainys. -Lamentamos la interrupción, majestad -ofreció uno de sus guardias que lo miraban desde la entrada con tensión -pero su presencia es solicitada en el consejo. La seguridad del reino podría encontrarse en peligro.
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Índice
Capítulo 1 Conoceré a mi esposo Capítulo 2 Ataque de la doncella Capítulo 3 Nadie me quiere aquí Capítulo 4 Realidad del reino Capítulo 5 Regalos Capítulo 6 No tengo ninguna habilidad Capítulo 7 El corazón de una dama Capítulo 8 Solo un deseo Capítulo 9 Inesperada visita Capítulo 10 Majestad Capítulo 11 Sanación Capítulo 12 Invitación appCapítulo 13 Yo también quiero besarte appCapítulo 14 Aventura appCapítulo 15 Inconveniente appCapítulo 16 Flor salvaje appCapítulo 17 Informe de emergencia appCapítulo 18 Presentimiento appCapítulo 19 Encuentro sorpresa appCapítulo 20 Ataque appCapítulo 21 Solo tenía que ir a buscarla appCapítulo 22 Un rostro enemigo appCapítulo 23 Amaba ver su rostro appCapítulo 24 Nueva energía appCapítulo 25 Defensa appCapítulo 26 Soy culpable appCapítulo 27 Instante perfecto appCapítulo 28 Secuestro a una casa de seguridad appCapítulo 29 Golpe a traición appCapítulo 30 No voy a permitirlo appCapítulo 31 Me necesita appCapítulo 32 Información importante appCapítulo 33 Su raza appCapítulo 34 Sello de magia appCapítulo 35 Despertar appCapítulo 36 Intensa discusión appCapítulo 37 Nadie es culpable de los pecados de su padre appCapítulo 38 Viejos recuerdos appCapítulo 39 Estoy contigo appCapítulo 40 Lo que se debe decir appCapítulo 41 Cumplir su deber appCapítulo 42 Pesadillas appCapítulo 43 Despedida appCapítulo 44 Primera lucha appCapítulo 45 Viejo hechizo appCapítulo 46 Iniciará ahora appCapítulo 47 Ya ha comenzado appCapítulo 48 Energía vital appCapítulo 49 Objetivo logrado appCapítulo 50 Larga vida a la reina appCapítulo 51 Coronación appCapítulo 52 Otra batalla appCapítulo 53 Batalla incierta appCapítulo 54 Misiva para la reina appCapítulo 55 Sanación de luz appCapítulo 56 Cara a cara con la oscuridad appCapítulo 57 La hija pródiga appCapítulo 58 Vuelve a mí appCapítulo 59 Una vida por otra appCapítulo 60 Epílogo app
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